Blog poesía La luz de tu Faro

En memoria de Sara Álvarez, con Amor, devoción y ternura infinitas. Absorbí tu esencia, y ahora vives en mi poesía. Te devuelvo la vida con mis versos.

jueves, 23 de junio de 2011


Cuando miras algo fijamente, se mueve por una ilusión de movimiento; pero aquella vez no te moviste. Ni un parpadeo. Ni un débil temblor. Ni un aleteo de libélula. Tus ojos se cerraron a la luz como un fortín de sombras, y ya no pude vertebrar el silencio con palabras ni abrir las esclusas de la soledad para dejar pasar el mar de mi tristeza. La muerte me arañó la espalda y me dejé arrastrar por la resaca del tiempo, como un marinero sin brújula ni estrellas, sin otra carta náutica que el beso, abocado al naufragio y perdido en el sextante de la luna.

Ya son dos años sin ti, y no diré que han pasado rápido. Casi no reconozco al hombre que fui en aquel tiempo; tan lejano se me ofrece a la vista, y tan densa es la niebla, que apenas distingo su vaga silueta; o no me reconozco ahora si me comparo con el que era entonces, tanto he cambiado por dentro o ha cambiado el mundo que me oprime y me rodea. Sólo una cosa ha permanecido inmutable: la poesía, tu poesía, la única roca a la que me puedo asir cuando siento que me precipito por este acantilado escarpado que es la vida sin tu vida, el mar sin tu amar, el Faro sin tu luz indeclinable.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

martes, 21 de junio de 2011


Me he acercado al pretil de los sueños sin alfanje, descorazonado como un mes de mayo. He indultado la laca de las uñas pintadas de cuarzo rosa y marfil. He veraneado en el invierno de tu voz y en la ternura de tu abrazo. He acariciado el flúor de tus pupilas como una luna nueva y dilatada. He secuestrado la canción del segundero. He ungido la noche de purpurina, y decían que eran los lunares de la ciudad. He vendado los ojos de la noche y la noche me lo ha devuelto. Me he estrechado en círculos de fuego. He desafiado el principio oscuro de la cámara y el borde palmípedo del dintel. He arrullado cisnes con el viento crispado en la garganta. Pero tu belleza se revela ahora transparente a la codicia de mis ojos. Mi conciencia es la admonición de un pasado y un adminículo de aseo. Tu amor ha conmutado mi pena a la tristeza. Los árboles parecen más grandes cuando el bosque está quieto, adormecido y en silencio, esperando quién sabe qué invierno. El mar es el trasunto azul de tu nostalgia. Me arrimo a ti porque sé que ningún hechizo puede deshacer el paisaje abrupto de la soledad. Me arrimo a ti porque en mi piel acampó el frío y el dolor se erigió en monumento. Muchas veces para que uno viva, otro tiene que morir, pero hay corazones que salvan vidas. Ya no entras descalza en el cuarto de baño, pero tu cepillo de dientes sigue estando aquí, esperándote.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

sábado, 11 de junio de 2011


¿Qué fue del gameto y del cequí?
¿Dónde un buqué de lilas coronó la trama?
¿Cuándo el ciego devanó la luz con su lazarillo y su alianza?
¿Quién unció el sexo a la cama y el rosario a la madraza?
Nunca pudo la bella despertar al sortilegio del sueño.
Nunca la muerte conjugó dos muslos sin ceñirse antes un liguero.
Nunca un dedo meñique devolvió el equilibrio al océano
ni el juicio a la manzana. (Y el rojo de tus zapatos conjura la sangre
a la otra orilla del véspero, y las arañas destejen su labor en el burdel.)
Nos apresuramos a perdernos en oscuras galerías, en sótanos
y parterres, mientras los gemelos parpadean detrás del mostrador
como ganzúas occipitales. A degüello.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.