Blog poesía La luz de tu Faro

En memoria de Sara Álvarez, con Amor, devoción y ternura infinitas. Absorbí tu esencia, y ahora vives en mi poesía. Te devuelvo la vida con mis versos.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Había un patuco tirado en la calle.
Había en la calle
un zapatito de fieltro blanco de niño
sin niño, tan solo y desamparado
como el pie que lo perdió.
¿Y por qué se dice a menudo,
y por qué de común se piensa
que fue el niño el que perdió el zapato
y no el zapato el que al niño perdió?
Porque este patuco –es necesario
decirlo–, perdió a su pie,
ese piececito de bebé
que un día lo calzó
y que –quién sabe
por qué extraño designio–
lo dejó ahí abandonado,
a la intemperie,
en el parque,
sobre el tocón de un árbol,
como a una seta
de ésas que tanto proliferan
a las puertas del otoño
o una hoja marchita
de las muchas que ahora empiezan a llover.
¿Qué habrá sido de su otro par?,
¿y del pie calzado?,
¿y del pie descalzo?
¿Acaso no habrá notado
aquel pie
su desabrigo?
Una de dos,
o al zapato izquierdo le falta su pie zurdo,
o al pie derecho le falta su zapato diestro,
porque no es cómodo calzarse
el zapato del otro pie.
En cualquiera de los casos,
uno de los patucos perdió a su gemelo,
y así se quedaron, impares
e inservibles, porque, como todos
sabemos, un solo zapato
no calza ambos pies.

Había un patuco tirado en la calle.
¿Dónde estará el pie que lo perdió?

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Ningún ángel puede curarte de tu nombre.
Paul Auster

Y su voz cayó
como una prenda silenciosa
en el regato de la noche.
Y a su voz se le soltó
el punto de una media
en la carrera delictiva
de aquel beso pensil
que despeinara
con su cintura caligráfica
la recta afonía del amanecer.


Cuando la tristeza
atrofia el áspid
de tu laboriosa zambra,
el ojo afloja su pereza
de ser ojo
y esférico
y redondo
en una lábil filigrana
pegada al rostro enmarañado
de un sonido gutural
y la sonrisa ciliar
enarca su muda escultura
de estalactita
con una serenidad disuasoria.

Tu amor retracta
todos los matices del rojo
hasta el diapasón,
y yo ya no sé cómo domeñarte
los veranos intangibles
de esa nube
sazonada de vértigos.

Nos salimos del espectro
más sanguíneo
para vaciarnos las costillas
de piedras necias
y arrojar algún que otro billete
desgastado
al hambre del contenedor,
donde la pobreza construye
su refugio antiaéreo.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Respirar es aceptar esta carencia de aire.
Paul Auster

Se ha materializado el mar
con todas sus fibras verdes
en la víspera de mis ojos,
la boca apostrofada de varices
y una núbil amapola
en el respingo del tapir.

Es el lapso audible
de una tormenta envarada
de pedrisco, el silencio
desprecintado de su terca
y muda realidad, aquello
que te compele a la inmanencia
con el resorte biliar del líbero.

¿Para cuándo, Señor, un poco de cordura?

Golpeas los nudillos
contra la piel inflacionaria
de tu celda y el chasquido
lastima el tímpano sedicente
como una orquesta de huesos mollares
donde la sangre maniobra su lenta condena
en pepitoria.

Ya no quedan órganos que tejer
en esta cápsula de vidrio
donde la música clausuró su cisma
de suave mónada.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 7 de septiembre de 2015

No es inmune tu belleza
al buido filo de mi espada
si el corte hiere donde sana
y el apósito la sangre no restaña
en su eterno dolor de no ser agua.

He demorado la materia oscura del tiempo
en mi órgano más opaco
para poder desdibujarte la sonrisa cibelina
y al trasluz contemplar la inmensidad
de su entero mar diáfano,
y en ese oleaje disyuntivo que es tu boca ciega,
ora azulocéano, ora azulcobalto,
allí donde el beso nace incardinado
a las vertientes más etruscas del orgasmo,
rebasarte, uno a uno,
dedo en mano,
los colores banderizos del verano
con su dúctil periferia de batracios
sin apenas un rasguño de sol.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.