Blog poesía La luz de tu Faro

En memoria de Sara Álvarez, con Amor, devoción y ternura infinitas. Absorbí tu esencia, y ahora vives en mi poesía. Te devuelvo la vida con mis versos.

viernes, 18 de abril de 2014

La ceguera desbrozada













Tú me enseñaste que hay muchos más tipos de luz
de los que el ojo humano puede ver, como ese reflejo
mortecino que, incipiente, se subleva al lamento de tu
ausencia cuando la oscuridad es ser vil y los labios
son fanales.

Hubo un tiempo en que fuimos rehenes de la luz,
fotones de un prófugo sol en un océano de sombras
quiescentes, luciérnagas solitarias que cintilaban
en la noche como un rayo abuhardillado en el epitafio
de una lápida que sólo ha conocido el polvo
del olvido y el sordo clamor del silencio.
¿Recuerdas cómo nos amábamos bajo los árboles
sin miedo a la tormenta? La epifanía del beso
en la nuca, el restallar del mar en los oídos,
esa espiral de caracola en las caricias conturbadas
y su eco, ¡oh, su eco!, de tronco partido por el rayo,
ese amarse en cavidades horadadas, entre médulas
y médanos, ser de la luna sonajeros,
como el resplandor que precede al trueno, aquél
que iluminaba fugazmente nuestras caras lívidas
de sexo en dendritas y ramajes eléctricos, cuando
el suelo retumbaba bajo nuestros pies y podíamos
sentir el peso de cada gota de lluvia al evaporarse
y enredarnos en su eterno rizoma y el cielo
tremolaba y sucumbía bajo su palio dorado
y se desgarraba como un odre de vino
sin techumbre. Entonces éramos ciegos,
dos perros lazarillos que lamen la mano
de su amo, y aun así, nos amábamos.
Amábamos con tacto el contacto
de los párpados silentes, el vendaje
empapado en su negra alquimia, la ceguera
desbrozada, y era el palpar de la noche
nuestro sol más cercano.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

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