El que rápido se entrega, rápido se evade y nunca se completa.
Hoy ha amanecido turbio el aire.
El sol se escondía en algún abecedario nocturno
o frágil cenotafio.
Tu mirada no se posaba ya sobre mi alféizar,
nuca o epitelio, como cada mañana al despertar.
No había luz ni escarcha tras la ventana,
pero tiritaban los pájaros sobre las ramas
enjalbegadas de nieve
con el frío aleteado en un costado
y el viento espolvoreando copos y gemidos por igual.
El amor era una palabra escrita en otro idioma,
un barbarismo,
un ideograma que nadie me enseñó a leer.
Incólume te abrías las venas
y yo suspiraba de placer
mientras te veía morir
desangrada
a mis pies.
No hice nada por evitarlo;
al contrario, en tu agonía me regocijé.
Hoy ha amanecido turbio el aire,
turbio y comatoso, avergonzado
de su propia desnudez.
El sol se escondía de mí
para no mirarme a los ojos –de asesino–
ni darme la espalda –a la traición–.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.