Blog poesía La luz de tu Faro

En memoria de Sara Álvarez, con Amor, devoción y ternura infinitas. Absorbí tu esencia, y ahora vives en mi poesía. Te devuelvo la vida con mis versos.

jueves, 31 de diciembre de 2009


y por tu gran valor y hermosura
convertido en vïola,
llora su desventura
el miserable amante en tu figura.
Ode ad florem Gnidi’, Garcilaso de la Vega



Hay una alquitara de besos en la comisura de tus labios,
una sinfonía de peces
y un clavecín.

El trigo ondea al viento
su pelo pajizo,
y yo juego al céfiro
con el arreglo floral de tus pestañas.

Tu vientre es la cesta de mimbre
donde se esconde el cascabel de mi lujuria,
el gato que ronronea nanas al diente de león.

Desde el balcón de las estrellas
puedo oler el jazmín de tu mirada,
como el perfume de un pañuelo
bordado a la muñeca de mis iniciales.

En la sístole del beso
tremoló el diafragma de nuestro amor,
y de mi latido apocopado
brotó la flor de Gnido.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

martes, 29 de diciembre de 2009


En el valle nemoroso de sus pestañas
dos luciérnagas ardían,
entrambas harto brillaban,
y por ver quién más brillaba competían.

La una esclarecía la noche,
la otra tal que parecía el día;
solas la oscuridad de luz pintaban,
juntas al sol oscurecían.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 28 de diciembre de 2009



veráse allí que como polvo al viento,
así se deshará nuestra fatiga
Elegía I’, Garcilaso de la Vega


Abro la mano,
y mi vida entera se resume en este puñado de arena
que arrojo al foso del olvido
como migajas de un tiempo pasado
que no ha de volver.

Cierro el puño,
y sólo atrapo el murmullo del aire,
el débil pulso de la brisa
y su temblor de pájaro herido.

Un gélido viento esparce el eco de nuestras cenizas
por la playa de la inmortalidad,
donde las olas del recuerdo crascitan
en ráfagas de silencio.

El mar acallará el miedo con su bramido de hojas secas.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

sábado, 26 de diciembre de 2009


La felicidad es una aporía creada para desesperación de espíritus nostálgicos. Es la tortuga de la paradoja de Zenón, a la que ni el mismísimo Aquiles, por muy ligeros que sean sus pies, podrá dar alcance, pues cuando haya llegado hasta su altura, ya no estará allí, sino un paso por adelante.

Cuando quise llegar adonde estabas,
ya te habías ido.
Te seguí con la mirada,
como se ve partir un navío,
hasta que te perdiste en la calígine
de un horizonte lejano y desvaído,
tan distante como un Faro en un mar de sombras.

Eres aquel punto que centellea en el rosetón de la noche,
la luciérnaga que amordaza la niebla con su canto de aurora.

Siempre seremos como Aquiles y la tortuga,
un sueño inalcanzable,
una paradoja irresoluble,
una distancia irreductible,
una carrera imposible en la tornadiza pista del tiempo.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 24 de diciembre de 2009


Año tras año, al llegar estas fechas, se repite el mismo ritual:
las luces navideñas –de bajo consumo, que corren tiempos de crisis y no estamos para dispendios en electricidad–,
el frío y la nieve,
las castañas asadas –que calientan las manos como brasas–,
los petardos –en sus tres primeras acepciones–,
el turrón Antiú Xixona y El Lobo –qué gran turrón–,
los mazapanes y los polvorones, que se hacen una bola en la garganta –ahora ríe, y con la boca llena di: “Pamplona”–,
el anuncio de la Lotería –ya sin el carismático calvo–,
el de Freixenet y sus burbujas,
el sorteo del Gordo –con los niños de San Ildefonso y su galería de personajes estrambóticos, Doña Manolita y La Bruixa d'Or–,
y el del Niño –para los que tienen más pedradas que pedreas–,
el show de Cruz y Raya –¿o eran Martes y Trece?–,
el marisco en la mesa –¿a cuánto está el kilo de percebes?–,
las cenas pantagruélicas,
el muñeco de Santa Claus escalando por una ventana con el saco cargado de regalos,
los regalos y juguetes,
el barco pirata de Playmobil,
los villancicos y la zambomba,
los árboles con sus adornos,
las muñecas de Famosa y el portal de Belén,
el Belén,
los Reyes Magos –que lo dejan todo para el último día, los muy puñeteros, y por eso los niños cada vez más se van con la competencia: Olentzero y Papá Noel–,
la ilusión de los niños, que no duermen pensando en los regalos –lo único realmente sincero y espontáneo–,
las promesas de Año Nuevo –promesas que no valen nada–,
la alegría fingida y la máscara de hipocresía que nos (im)ponemos –una de tantas tradiciones sin sentido– para hacer de estos días un remanso de paz, aunque nos odiemos a muerte,
y el alcohol, para regar bien el gaznate –eso que no falte–.

Todos los años es lo mismo,
Navidad tras Navidad,
y sin embargo,
estas Navidades falta algo, algo que no debería faltar:
faltas tú, Sara.

¿Cómo se orientarán los Reyes Magos si les falta su estrella fugaz?
¿Cómo habrá calor en los corazones si ya no arde el fuego en el hogar?

De ahora en adelante ya no habrá más Nochebuenas,
sólo malas noches.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

miércoles, 23 de diciembre de 2009


Era tan triste que la escarcha le teñía las cejas,
la nieve se arremolinaba en sus cabellos
–como un enjambre de copos aventados por el Bóreas–
y contaba sus años por inviernos;
y pese a todo,
cada primavera ofrecía al sol el cáliz de sus manos,
implorando un temprano deshielo para su vencido corazón.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 21 de diciembre de 2009



When I am laid, am laid in earth, may my wrongs create
no trouble, no trouble in thy breast;
remember me, but ah! forget my fate,
remember me, remember me, but ah! forget my fate.

Cuando yazga, yazga en la tierra, que mis errores
no causen cuitas a tu pecho;
recuérdame, pero ¡ah! olvida mi destino;
recuérdame, recuérdame, pero ¡ah! olvida mi destino.
'El lamento de Dido', aria de la ópera de Henry Purcell 'Dido & Eneas' (libreto de Nahum Tate)



En Cartago
ya no hay sol que bendiga los campos de trigo con sus fértiles espigas,
ya no hay astro que nos mire tras la cúpula dorada con flamígera sonrisa,
ya no hay luz que alborote sus rizos hialinos en el sitial del ombligo,
ya no hay alondra que canturree alegres melodías a las (n)ínfulas del río,
ya no hay estrellas que titilen de frío en la lechosa oscuridad del desierto,
ya no hay algas que laman la orilla de la playa con el reflujo de la olas,
ya no hay musgo que crezca en los acantilados y verdee las rocas,
ya no hay hiedra que trepe rumorosa por los muslos níveos y candentes,
ni lágrimas de felicidad en la princesa de Tiro,
pero hay un sollozo ahogado y tremebundo que brota incontenible de las entrañas de la tierra
y que convierte en ámbar la resina de los árboles,
un lamento prolongado que esculpe en mármol el busto ensangrentado de Dido.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.


sábado, 19 de diciembre de 2009


No hay coraza que proteja el corazón
de las zainas estocadas de la vida,
que te aguarda emboscada en cada esquina
con la daga afilada y reluciente
y la mirada torva y asesina.

La vida es una fulana artera,
una seductora dama de compañía,
que primero te embelesa con martingalas
y luego te asalta en vil celada
cuando bajas la guardia y te confías.

Nunca le des la espalda,
ni aun cuando te regale los oídos,
ni aun cuando te prodigue dádivas,
porque en cuanto la pierdas de vista
te habrá dado lanzada.

Tanta sangre derramada,
tantas inocentes víctimas,
han hecho de este valetudinario corazón
una tira de cuero
donde la muerte afila su cuchilla.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 17 de diciembre de 2009



una flor
no lejos de la noche
mi cuerpo mudo
se abre
a la delicada urgencia del rocío
'Amantes', Alejandra Pizarnik


Te oigo cada noche astillar mis sueños
sigilosa como un gato que se desliza a mi lado
sin que cruja la madera,
suave como una cortina de terciopelo que tremola débilmente
a la pálida luz del crepúsculo
cuando abres la ventana y penetra en la estancia
el relente y la brisa fresca del estío,
tan silente como el beso atemperado por el rocío de unos labios
abiertos en flor,
húmedos como pétalos de un nenúfar que flota en el vado del río
entre ramilletes de algas y vahídos de lirios.

Llegas a mi cuarto
y te quedas quieta en el umbral,
apoyada en la jamba de la puerta,
y me contemplas desde la penumbra, en un denso silencio,
con el semblante adusto y serio,
como si el tiempo fuera tu súbdito y la noche tu reino,
y en tu hieratismo,
pareces un espectro.

Yo te miro con los ojos entornados,
sin brillo que delate el embeleso en mis pupilas,
y cuando veo que te me acercas,
tan cerca como para susurrarme un te quiero al oído,
me hago el dormido
y sonrío con la límpida e inocente sonrisa de un niño.

Entonces me acaricias la frente
con manos de mariposa que rompe su cáscara de seda
para salir de la crisálida de la tristeza
y volar en libertad, esplendente,
y así velas mi sueño toda la noche,
hasta que con los primeros rayos del alba
te desvaneces.

Te oigo cada noche
como una llave que gira en la cerradura
abriendo la puerta de mis sueños.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

martes, 15 de diciembre de 2009


Aprendí a leer el parlamento de tus labios
en el lenguaje de los ciegos,
y caligrafié mis más tiernos versos
en tu boca de palimpsesto.

Con mis manos en tu espalda
modelé el arco del viento,
y fui maestro alfarero
en la entropía del universo.

De noche reptamos serpentinas
con cascabeles en los labios,
y nos enroscamos en ouroboros
dentro de un círculo mágico.

Te acaricio despacio,
y tiemblas como una gota de rocío en mis brazos;
te susurro un beso al oído,
y el lóbulo de tu oreja se estremece como un gajo de mandarina.

Las venas de tu cuello son arroyos que reclaman el drenaje de mis labios,
y tu nuca es la caja de cerillas donde escondo mi silbato.

¡Qué dulce es tu piel, Amor, cuando te muerdo!

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

domingo, 13 de diciembre de 2009


Profética me habla deshaciendo cualquier penumbra
y dejando de ser un laberinto fractal.
'Tu voz', Sara Álvarez

Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan
'Hija del viento', Alejandra Pizarnik


La Esperanza se abandonó a la molicie
bajo la sombra de un sauce,
llorando su mísera suerte a los ruiseñores,
y la Tristeza manumisa halló consuelo en Naxos,
junto a Ariadna.

Allí se hizo un ovillo en el laberinto fractal
de su pesadilla minoica,
añorando el maternal regazo de Pasífae,
y al desenredar la madeja de aquel sueño angustioso
se ahorcó
con un hilo de oro.

Te deseo buen viaje –musitó sin un adarme de contrición el vitoreado héroe de Atenas, y la princesa cretense cerró los párpados como pétalos de una rosa al anochecer.

En Táuride
el silencio hizo hablar a las palabras en el idioma de Tiresias,
pero se tragaron la lengua
en el momento en que iban a confesar su único delito:
ser mudos testigos del sacrificio de Ifigenia.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

viernes, 11 de diciembre de 2009


Fulgurantes, los rayos se extendían como atuendos de princesas entre el noble perfil de las montañas, exhalando una suave luminosidad.
Los hermanos Tanner’, Robert Walser



Éramos dos jinetes cabalgando un rayo de sol,
radiantes como el astro que clava sus espuelas en los ijares de la tormenta
y pulveriza las pardas nubes en jirones de luz;
resplandecientes como el prisma nevado de las cimas alpinas
cuando el cielo vítreo se refracta en el plectro solar
y el horizonte,
escarchado en polícromos espejuelos,
sujeta las bridas del ocaso.

Éramos jóvenes
e indómitos como la cellisca
cuando galopábamos en corceles de viento
por las vastas praderas de fuego
de la eternidad
y blandíamos el látigo
sobre el véspero
con un restallido del disco solar...

...hasta que se fundió el filamento de la bombilla que proyectaba su luz sobre el plaustro dorado de nuestros sueños,
dejándonos a oscuras,
como polillas desorientadas sin un cielo que conquistar.

Éramos dos lenguas de luz enroscadas en un caduceo,
y ahora somos una boca cerrada.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 10 de diciembre de 2009


La Tristeza le cosió botones en los ojos,
para que la Alegría no visitara más su rostro;
luego le cerró la boca con una cremallera,
para que nunca más sonriera;
y finalmente, le despojó de alma
y vació su pe(na)cho de ilusiones y esperanzas
para que no abrigara ningún sueño vano
ni albergara fútiles promesas.

A continuación rellenó su cuerpo de paja y heno,
para que fuera ligero como el viento,
y dándole una última puntada,
lo re-vistió de trapo,
pintándole con sumo cuidado todos los rasgos,
para que nadie se apercibiera del cambio.

Y así,
convertido en un guiñapo,
triste y vulgar remedo de lo que antaño fuera,
fue pasando de mano en mano
hasta que un mastuerzo lo estrujó con tanta fuerza
que acabó por destrozarlo.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

martes, 8 de diciembre de 2009


Te sigo buscando en aquel foro donde te conocí
desde el locuaz silencio de una lágrima que pugna por salir,
esperando inútilmente ver tu nombre escrito en un poema
o leer unos versos que me rocíen los ojos con la brisa salina del recuerdo,
como si fuese posible volver a sentir lo que una vez sentí.

Te sigo buscando como Diógenes con su candil,
rasgando las vestiduras del día con el ontológico punzón de la duda
y prendiendo un crespón negro en la gualda solapa del sol.

Y es que leer poesía se ha convertido para mí
en una experiencia equiparable a pasear por el cementerio
–Montparnasse o Père Lachaise–
en una pluviosa tarde de domingo.

Donde antes veía vida, ahora sólo veo lápidas;
donde antes leía epigramas, ahora sólo leo elegías.

La Muerte escribió en su tumba el epitafio de la vida.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

domingo, 6 de diciembre de 2009


En esta cetrería de besos
donde mi boca es halcón y la tuya paloma,
el cazador es la presa;
la seducción, el señuelo;
y el amor, el trofeo cinegético.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 3 de diciembre de 2009


Hay en el arco gótico de tus ojos
una tristeza ojival,
la muda inscripción de una pena soterrada
o un epigrama luctuoso
cincelado en el pórtico de una iglesia abandonada,
tan provecto como el musgo que crece en la piedra labrada.

Hay en la embocadura de tus ojos
un constante lagrimeo de cariátide
o la jerga abstrusa de una gárgola,
sombría y jovial,
que entenebrece el horizonte
desde lo alto de la torre
con su hiperbórea tristeza.

Cuando lloras,
toda el agua de los océanos aflora a los caños de tus ojos,
que se tensan como las cuerdas de un violín
–híspidas crines de caballo–,
y desaguan
flébiles acordes
y piafan
inmisericordes.

La densa niebla de tus párpados
no oculta
una mirada saducea
que seduce con su sibilino bisbiseo.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 30 de noviembre de 2009


Durante la siembra de besos,
coseché albores,
aré caricias
y recolecté primores
en su piel de nardo,
y fui espiga de trigo en el almiar de sus muslos,
y al querer oír cómo germinaba en su vientre mi semilla,
me llegó un murmullo de tules,
vaporoso,
mas diáfano,
como si una bailarina de Degas
hiciera cabriolas en una caja de música.

Mi Amor,
le susurré con albricias en los labios,
hay en tu vientre un ballet,
y juraría que es el del Teatro Bolshoi,
que en este momento interpreta el Adagio de Espartaco y Frigia.


Entonces,
una lágrima rodó por sus mejillas
humedeciendo sus nemorosas pestañas,
y fueron numerosos los reflejos irisados
que hermosearon sus ojos de cometa
en el bosque de mis manos.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

viernes, 27 de noviembre de 2009


Fuiste Mía en mil noches sin luna,
cuando Venus se abría como una hendidura grana
en el casco de Marte,
y nosotros rotábamos como gira-soles en llamas
sobre una nube de hidrógeno.

Tú y yo,
dos cuerpos celestes un(c)idos a la rueda de Ixión,
una bestia de dos espaldas y mil lenguas de fuego
gravitando como Deimos y Fobos
sin miedo en las órbitas
y eclipsando de besos el Sol.

En la supernova de astro-labios,
sembré de estrellas tu vientre sahumado
y deshojé pleonasmos en la margarita de tu boca
con ojos cauterizados por la radiación solar,
esparciendo una pléyade de pétalos por tu campo electromagnético
y floreciendo en tu núcleo como una sonda espacial,
atomizados por el rocío de la aurora.

Fuimos materia oscura en la pirotecnia del universo,
lluvia de meteoros
y halo en el vórtice de Orión.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 26 de noviembre de 2009


Hoy, 26 de noviembre, es tu cumpleaños.

Hoy cumplirías 28 años,
y aunque no estés aquí para celebrarlo,
yo celebro cada día tu nacimiento como el mayor de los milagros,
como el nacimiento de Venus o la Creación del universo,
y no me olvido de que hoy es una fecha señalada en el calendario,
porque tal día como hoy viniste al mundo,
entre acantilados y musgo,
un mundo del que aún no te has ido,
pues vives en mí,
habitas mis células y mis hematíes,
y me miras desde el Faro,
con los codos apoyados en el balaústre
y el foulard ondeando al viento.

Vamos a contar hasta 28,
y cada segundo que pase será como un beso en flor,
y cuando llegue al final,
cerrarás los ojos y soplarás los 28 pétalos
que he depositado en tus manos,
con amor,
uno por cada año que viviste para hacerme feliz,
uno por cada sueño que acunaste en mí,
y así, al volar como cometas en el aire,
se cumplirán todos tus deseos,
que también son los míos.

No te olvido, Sara.
Eres mi Amor, mi Paraíso Perdido.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 23 de noviembre de 2009




Atardecer con un brindis de labios
nutrido desde el temblor de una mirada

'Atardece en tus labios', Sara Álvarez


Tu boca me insinúa un brindis de labios,
sinuoso como una pluma que cort(ej)a el agua,
(beso-pluma)
espir(y tú)al como la lengua de las mariposas,
trompeta de rapsodias,
y al besarte,
es como si Hebe me ofreciera su copa de néctar
y yo bebiera hasta saciarme
del cuerno de la abundancia.

Entonces,
sin poder evitarlo,
esbozo una lágrima suicida en la balaustrada de los ojos
sintiendo el vértigo de la caída,
y, mareado, grabo una muesca con tu nombre
en la bala que aún guardo en la retina.

Y tu voz resuena en mi cabeza como un beso amartillado.
(beso-bala)

Bésame,
y seré azor en el azur de tu cielo.

Bésame,
y grabaré mi escudo de armas en tu heráldico pecho.

Bésame,
y plantaré nuevos brotes en tu árbol genealógico,
esquejes de esperanza.

Bésame,
y me haré delfín en el remolino de tus muslos,
glauco como un mar de algas,
y sublevado, como el musgo.

Cuando tiembles,
elongaré mis ebúrneas alas
para envolverte
en la longanimidad de un abrazo marfileño,
y serás un cisne negro
sin canto postrero
en la matriz del universo,
y serás un hontanar de poesía
en el roquedal de mis huesos.

Éste será nuestro mesmerismo de amor en la hipófisis hipnosis del beso.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

sábado, 21 de noviembre de 2009


No podrá la Muerte profanar nuestros votos sagrados
en el sacramento del Amor,
rito de iniciación al que nos consagramos
y única religión que profesamos con verdadera y tierna devoción,
y si su fría mano osara arrancar el escapulario de tu pecho,
helándote el corazón,
juro por Dios que se la cortaría
y huiríamos hasta donde nos llevaran nuestros pies
como forajidos
sin otro techo más que las estrellas,
felices en la clandestinidad del beso.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 19 de noviembre de 2009


Me abanicas con alas de libélula
cuando el esplín se contonea en serpentinas de fuego
por la cúpula del sueño,
y ya no temo a la tristeza,
porque la conozco y no es tan fiera,
y si antaño fue enemiga,
hoy es fiel compañera.

¿Quién dijo que del carillón de la lengua sólo salen gritos perdularios?

Me abrazas sin reservas
con la umbilical caricia del llanto
de un bebé recién nacido
–letífico vagido para mis oídos–
y renazco convertido en un poema-paloma-amapola
en el útero de tus versos,
dentro de una imponente esfera.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

martes, 17 de noviembre de 2009


No es la noche lo que temo,
pues en la noche nada veo;
es el día
con sus rayos que fulminan
y su luz que aviva lo que antes parecía muerto
lo que de verdad me atemoriza.

¿Por qué, Febo, reanimas toda vida
con tus próvidas caricias
y no brindas tu salutífero calor
a quien yo más quiero
y de ti más necesita?

En la oscuridad de la noche te presiento
y te acaricio entre los velos del sueño,
sombra macilenta,
mas en la claridad del día tu ausencia me lastima,
luz mortecina,
y me sangra lacerantes estigmas.

No hay candelabro que alumbre
ni palmatoria que ilumine
los lóbregos pasillos de este Palacio de Infierno Invierno.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 12 de noviembre de 2009


Cuenta la leyenda que en los bosques de Asturias habitaba una dríada que dormía al pie de un sauce centenario, donde antaño fumara a escondidas su abuelo, y que hacía de las aguas cantarinas del arroyo su solaz y su remanso.

…que la primavera glaseaba su vientre almendrado con el polen de las flores y la miel de las colmenas, y que el Céfiro, con su caricia montaraz, arrebolaba sus pálidas mejillas con afeites de jazmín, sándalo y cedro.

…que la brisa floral acicalaba su bruna cabellera con una jícara de besos, y que sus labios tenían el dulce sabor de la cereza molida en un almirez de enebro.

…que el espíritu del bosque flameaba relámpagos undívagos cuando el amor coruscaba amapolas en el retablo de sus pupilas, encendiendo el candil de las estrellas, y que los faunos danzaban al compás de sus latidos tocando el crótalo y la flauta travesera.

…que después de cada lluvia, amanecía trémula como un pétalo, perlada de néctar y rocío, y nimbada por una nube de abejas zangolotinas.

…que cuando entonaba romanzas, una bandada de pájaros surcaba el cielo de sus ojos, erizando sus pestañas de híspidos manojos.

…que las arañas le tejían brocados y volantes con sus ruecas sedeñas, y que recamaban sus vestes con hilos de seda, como un telar de laboriosas hilanderas.

…que las cigüeñas colgaban sus nidos en el almiar de sus manos, y que los polluelos piaban al unísono como un corifeo, crotorando.

…que amansaba una jauría de lobos con la suavidad de sus dedos, y que al acariciarles el lomo, sin miedo, le lamían dóciles como corderos.

…que los árboles chasqueaban sus ramas y tapizaban el suelo de bayas y hojas secas para alfombrar sus pisadas, y que entonces, el ocre del otoño crujía bajo sus pies descalzos, como escarcha, y el rumor de su falda estampaba flores en la tierra árida.

…que su piel nívea suspiraba requiebros y ternezas cuando la hiedra invasora le trepaba por el pecho, y que, con ojos somnolientos, exponía su cuello místico al silbo de la floresta, que le susurraba jilgueros en el tresillo de la oreja y le trenzaba fractales de helechos en el pelo.

…que cuando anochecía, se bañaba desnuda en los rayos de la luna, y que al querer tocar su reflejo en el agua, el hechizo se desvanecía.

Cuenta la leyenda que aquesta dríada llamábase Sara, maguer los pastores, en sus églogas, la conocían como Ayalga, la ninfa asturiana.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

martes, 10 de noviembre de 2009


En la glorieta de la aurora
hay un paisaje de paraguas pelados por el viento,
unos arrojados en papeleras,
otros azotados por la lluvia, sin clemencia,
todos ellos esculturas de varillas herrumbrosas,
–como retorcidas por las manos de un Chillida o de un Oteiza–,
diseminados al albur por las aceras
en un mar de asfalto con charcos de aro iris.

No penetra esta luz macilenta en los raídos trajes de las nubes,
y llueve cera.

Tengo un glosario de besos
prestos para el escolio de los labios.
¿Querrás leer mi crestomatía de lenguas?

Mi corazón está propincuo a la alborada del verso.
Mátame y náceme dentro.
Te espero.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

domingo, 8 de noviembre de 2009


Si me besas, seré rocío para tu hierba;
y para tus ojos soñadores, fúlgido columpio de estrellas.
Si me abrazas, seré tu Acantilado de musgo y tu Faro en la niebla.
Si me enamoras, seré alfaguara de versos y surtidor de poemas.
Y si me amas…

Si me amas seré lo que tú quieras que sea –hiedra, liquen, falena–,
y lo seré hasta que muera.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

viernes, 6 de noviembre de 2009


El agua de las fuentes mana roja como las fauces de una loba,
y en la cueva de Montesinos no hay más milagro que esta estúpida roca.

He navegado océanos verdes en tus ojos de ágata
con el jeroglífico de la luna
zurciendo velas
en la pupila de mi barca.

Quiero enjaezar crines de besos en tus guedejas de azabache
mientras el relente espolea la grupa de la noche
y el amor escancia versos en la cópula de vino.

Feliz melopea la de esta saturnal de sangre y rosas
donde el aprensivo yugo del olfato muerde (c)ostras.

Vienes desnuda como el invierno,
con los pezones hermoseados de escarcha
y un cielo bordado en el pecho
–aterida de frío, como una estrella en la noche, sin aliento, sin abrigo–,
pero mi piel es para tu piel una capa de armiño,
y en mis brazos, ramas de abedul, hallarás siempre cobijo.

Te veo.
Ya estás aquí.
Eres un copo de nieve en la yema de mi dedo,
y te lamo,
te lamo porque te quiero.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

miércoles, 4 de noviembre de 2009



Es tu mano entre mis piernas que me hacen marea viva,
febril la vegetación que reverbera en la ofensiva de mis ingles
al saciar cada pliegue la piel se vuelve salina atenuada.
'Urdo un nuevo combate en tu espalda', Sara Álvarez


Son mis manos un velero que navega por tu cuerpo
al auspicio de las olas, a estribor y barlovento,
y mis dedos, diestras jarcias,
se hacen agua en la orilla de tu sexo.

Es mi lengua el áncora que amarra tempestades
en la ofensiva de tus ingles
con la fálica prestancia del orgasmo,
y tu voz de caracola, mar de algas,
gime plancton y canta jarchas
como acúfenos de plata
en acuíferos de agua salada.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

domingo, 1 de noviembre de 2009



sakura sakura
yayoi no sora wa
miwatasu kagiri

Flores del cerezo, flores del cerezo:
A través del cielo de la primavera.
Tan lejos como puedas ver.
Sakura Sakura’, canción folclórica japonesa


No muere, Amor, el alma,
muere sólo la materia,
que el alma al cuerpo lo trasciende,
y a la materia, efímera, renueva,
como la flor del cerezo
en vísperas de primavera.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 26 de octubre de 2009


En tu voz sosegada me hago hiedra abierta y racimosa.
En tu voz salvaje verdeo cuando me tientas al sexo.
'Tu voz', Sara Álvarez


Cuando duermo
despiertas en la cara insomne de mis ojos
con albricias en las alas,
bostezas un rayo de luna en el trópico del lóbulo
y tejes mis sueños con hilos de plata.

Yo me dejo enredar por el pálpito arbóreo de tu voz
cuando eclosiona en susurros de hiedra
por la escala métrica de mi nuez,
que, al vaivén de las olas,
en vaharadas de cálido aliento,
sube y baja como la marea
en un estrecho margen de piel,
y, ya sin sílabas ni versos que hinchen las velas,
me hago alga en la pleamar de tus besos.

Entonces me soplas purpurina de estrellas
en la cenefa floral de los párpados
y viajo galaxias sobre la palma de tu mano.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

viernes, 23 de octubre de 2009


Ha vuelto el frío,
como cuando te conocí,
sólo que ahora es un frío árido y seco
que agarrota las articulaciones del espíritu
y las hace crujir.

… y no estás tú.

Ha vuelto el frío,
como si el invierno tuviera prisa por llegar,
pero las hogueras ya no arden en las manos al frotarse como leños,
y el olor a castañas asadas no atiza las ascuas de mi pecho.

… y no estás tú.

Ha vuelto el frío,
como en aquel mes de diciembre en que me enamoré de ti,
pero ahora es octubre y hace frío,
y no estás tú.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

miércoles, 21 de octubre de 2009


Se cuenta que el sol salía puntual cada mañana en sus pestañas con un leve estremecimiento de libélulas, y que en cada parpadeo del ocelo rutilante, trinaba en sus ojos la alondra y cintilaba la luciérnaga.

Se cuenta que, con los primeros rayos del alba, se bañaba desnuda en el río, y que al introducir los pies en el agua –muy despacito, para asegurarse de que no estuviera fría–, los peces, de común huidizos, acudían a su llamada y se arracimaban acariciándole los deditos; y entonces no podía evitar que una risa cristalina aflorase a sus labios al recorrerle el cuerpo un escalofrío.

Se cuenta que, recostada sobre un lecho de trigo, reposaba los cansados párpados al arrullo del colibrí y su veloz bisbiseo, y que mientras dormía, tan plácida y serena que ni la brisa matutina podía perturbar los tules del sueño, las hadas entretejían guirnaldas en sus cabellos, los árboles (a)batían las ramas para abanicar su sonrisa risueña, y las alegres abejas danzaban Gimnopedias en círculos cromáticos polinizando de odoríferas flores sus sueños.

Se cuenta –y yo lo creo– que en los equinoccios auscultaba el vientre de la tierra abrazándola con el pecho abierto y aplicando la oreja, y que oía cómo germinaba en sus entrañas la semilla de la primavera.

Se cuenta también que el musgo le caracoleaba en graciosos bucles por la frente formando una diadema, y que cuando lloraba –tan flébil era su lamento que el bosque entero suspiraba hojas muertas–, en el lugar donde rodaban sus lágrimas brotaban manantiales y arroyuelos, y que los ciervos se acercaban confiados a beber de ellos.

También se cuenta que cuando murió, un torbellino de agua emergió del mar para ascender al Cielo, y yo, yo lo creo.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

domingo, 18 de octubre de 2009


Parecía bailar como una ola arremolinada que se rompiera, espumeante, en un bajío.
'Los hermanos Tanner', Robert Walser


Cuando el mascarón de proa pierde su hechura humana
en cantos de sirena
y la vida amenaza delirio o naufragio,
tú emerges victoriosa de la espuma,
encaramada a un delfín
y arrebujada por las olas,
con la piel taraceada en nácar,
espléndida de salinidad
e irisada de perlas y corales,
y broncínea,
como un mar aquietado por las ondas que el sol ensortija con sus próvidas saetas,
desnuda e infinita como la mordedura encarnada del horizonte
en la garganta del océano,
cual si el ocaso osara pintar de cinabrio el azul índigo del cielo.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

viernes, 16 de octubre de 2009


Tu poesía poseía el aroma de la siega del verso espontáneo,
la hemorragia del numen enardecido en sarmientos de poemas,
la caricia peciolada de la hiedra que trepa rumorosa por la corteza de la rima,
el prístino verdor del musgo enjaezado en acantilados de metáforas,
la blancura inmaculada del muslo cincelado en vandálica apostasía,
la fragilidad invertebrada de la mariposa que gobierna el timón del viento con alas de seda,
la falárica omnisciencia del Faro que se alza imponente sobre las olas, arrostrando un mar embravecido,
la bondad lumínica del rayo que horada la fronda de las hayas y se hace claro en lo más umbrío del bosque,
la ingenua sensualidad de la ninfa que chapotea con el pie en el arroyo,
inconsciente de su eterna juventud,
pura como una gota de rocío.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 15 de octubre de 2009


Acércame una tea
a estos labios lívidos,
que el frío resquebraja el talud de los latidos
y mi cueva necesita de la antorcha de tus besos.

Acompasa el baile de tu llama a mi lluvia de granizo,
y que una fina capa de nieve tapice los helechos.

Esquilma de nostalgia el bancal de mis recuerdos,
e inflama la resina del poeta
con la propedéutica del verso.

Árdeme en el pecho con la salacidad del fuego
y derrite mis Glaciares Eternos,
que soy un continente helado
y ansío tu deshielo.

Funde mis polos con tu pira funeraria,
hasta que sólo quede de mí la punta de un iceberg,
donde tal vez pueda calafatear una embarcación sin aparejos.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

martes, 13 de octubre de 2009


Dicen que el espacio, como la materia, es infinito,
–y que quizá estemos viviendo ahora una vida paralela en otro punto del universo,
o que ésta sea acaso una réplica imperfecta de aquélla, ya vivida–
,
pero todos los planetas alineados en fila de a uno no alcanzarían a medir la distancia de mi pena,
ni todas las estrellas juntas bastarían para iluminar las sombras que se ciñen sobre la mitad de tu rostro,
donde antaño tremolaba una sonrisa perenne.

Desde que tú no estás,
mi habitación se ha hecho inmensa como una noche en vela,
las paredes se han expandido sin control ni medida,
y el techo, de tan alto, se ha vuelto un cielo inalcanzable para la vista,
pero el espacio ha encogido tanto que ahora me cabe en una mano.

Cerraré el puño y apretaré con todas mis fuerzas para desmigajar el universo conocido y comenzar el origen de la vida en un nuevo Big Bang, más perfecto.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

sábado, 10 de octubre de 2009


Caminas con pies descalzos sobre la hierba,
y en tus cabellos, ornados de flores,
ondea el espíritu de la primavera.

No temes el rasguño de la rosa
ni el filo de la piedra,
pues tu piel sabe de cortes y espinas
y tu alma es un búcaro
donde trepa la madreselva.

Un jardín florece bajo tus pies
salpicando de vida la tierra,
y a cada paso que das,
como un brochazo de color,
el bosque se engalana de ribetes violetas.

Arrebolada doncella que paseas con vaporoso donaire
y prestancia etérea,
la falda plisada por la cítara del viento,
al tejer una guirnalda con dedos hábiles
el Céfiro corona tu frente de festones y diademas
y en tu candor, sonríes con botánica terneza.

En un cesto de mimbre,
colgado del brazo,
recoges los primeros brotes de la floresta.

Flota en el aire un perfume a amor e inocencia.

Como una Ayalga que trenza su larga melena
junto a un arroyo de aguas canoras,
bajas silbando por la ladera;
en los labios, una alegre melodía;
en las manos, las flores más bellas.

Los tallos se ciñen a tus dedos
con un ramillete de promesas,
y las corolas te abren sus pétalos
para que libes su rocío y su néctar.

Excitada y con el pecho rebosante de amor
–tal que pareciera blandirse el follaje de tu corazón en infinitos arabescos–,
te dejas caer sobre un lecho de azucenas,
y en el estambre del sueño,
entre gorjeos sonorosos,
cierras los ojos
y enmudece la corneja.

Una mariposa se te posa en la frente,
pero estás tan dormida que ni aun parpadeas.
Ahora la mariposa es un trébol de cuatro hojas,
una por cada oruga de seda que, en el acimut de la fantasía,
brillará como la crisálida de una estrella.
Lo tomo y lo prendo de tu oreja,
cual presea.

Descansa, mi Reina de Mayo.
Descansa, mi flor más bella.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

miércoles, 7 de octubre de 2009


El viento del desierto no sepultará el relicario de nuestro Amor bajo capas de arena y olvido,
ni la arqueología del beso se hundirá en el costillar de los amantes
con pincel, espátula y paleta.

Seremos esqueletos ovillados en el abrazo fósil de los muertos,
un soplo incontenible de ternura en la médula del tiempo.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 5 de octubre de 2009


Amamantas sueños gemelos de vida y muerte
con leche negra,
y tus aullidos de loba capitolina me despiertan en noches lúgubres
como ésta
cuando, sonámbulo, me paseo por el capitel de la luna
con cristales en las plantas de los pies.

Aspiro la niebla como un animal noctívago
–así, dilatando las aletas de la nariz, hasta empaparme de la humedad de la atmósfera–
que persigue a su presa en la encrucijada de la noche.

Soy una bestia herida que olfatea tu sangre –aún fresca– en la tierra
para trazar tus coordenadas en este mapa de estrellas.

Sueño con encontrarte en el fondo del vaso
mientras escondo en la almohada todos mis miedos.

¡Qué impotencia este querer tocarte y hender el aire con el filo de los dedos!
Es tan frustrante como querer abrazar a la Venus de Milo.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

sábado, 3 de octubre de 2009


Como cada día
a las diez de la mañana
repican las campanas
en la Iglesia de San Nicolás.

En la nave central
el órgano solfea una fuga de amor,
y su lamento tubular asciende al Cielo
y estremece a chantres y diáconos.

No hay elegía más triste
para un alma doliente
que los arpegios de esta canción.

Hoy las estrellas desfilan con paso lento y grave,
como en procesión,
formando un cortejo fúnebre que porta sobre sus hombros
el féretro del sol.

Son las nubes plañideras,
con su velo negro y su negro crespón,
y cuando lloran,
llueven lágrimas de arroz.

Éstos son los preparativos para una boda
que nunca se celebró.

El sol está muerto,
¿quién enterrará al sol?

Después de ti no hay nada,
tan sólo un frío soplo que congela los lívidos labios del corazón.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

martes, 29 de septiembre de 2009


Puedo morir por tus ojos llenos de vida
o en el presagio que surge de tu manantial de pétalos.
'Insisto en morir en tus labios', Sara Álvarez


En el aljibe de tu boca
fui una vez zahorí,
y de tu manantial de pétalos
a sorbos lentos bebí.

En el estanque de tus labios
cual nenúfar florecí,
y tus senos, lirios blancos,
fueron en mi boca carmesí.

Con esta corola de besos
yo te corono, mi hurí,
una guirnalda para tus sienes
y un vestido de organdí.

Son tus cabellos amapolas
bajo un aguacero de abril.
¡Ven a mí, linda canéfora,
ven a mi Arcadia feliz!

Que traigo juegos florales,
zarcillos y festones del maní,
canastos con arándanos,
grosellas y ajonjolí.

¡Ven, Sara querida,
que sin ti es baladí!

---

Hoy que ya no estás
tus aguas mansas aún manan en mí,
y mi gaznate no sabe de la sed del desierto
desde el momento en que te conocí.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

domingo, 27 de septiembre de 2009


No sé cómo silabear Amor sin que se me salten los puntos de tu nombre.

Sentado en esta roca solitaria,
en la playa que aún conserva la grafía de tu pies,
oteo el naufragio de cada amanecer
con ojos donde no se pone el sol
ni dora la escarapela el horizonte.

El mar es una oscura silueta
con estrellas volatineras que se columpian entre las olas
y peces voladores que sueñan con besar el cielo.

Abrazado a la espalda de la noche,
reclino mi cabeza en la nuca de la luna
y le confieso cuánto te echo de menos.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

miércoles, 23 de septiembre de 2009



Enigmática imagen, marchaba majestuosa y arrogante entre los árboles callados, y sobre su cabeza ardían, pequeñas y delicadas, las muchas estrellas.
'Demian', Hermann Hesse


Tu rostro es de luz,
y las celestes esferas danzan en la órbita de tus pupilas como cabos de vela.

Tu rostro no tiene edad ni tiempo,
y aunque me he acostumbrado a llamarte Sara,
siempre he sabido que tienes otros nombres;
porque eres todos los nombres y todas las edades
de todas las mujeres de todos los tiempos.

Eres la mujer y la madre,
la esposa y la amante,
el vientre fértil donde todo empieza,
donde todo nace,
donde palpita la vida y grita la sangre.

Eres Amor, dolor, muerte y Belleza,
y en tus ojos se revelan todos los misterios del universo.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 21 de septiembre de 2009


Eres polvo estelar
que interpreta la sinfonía del universo
en la cola de un cometa
para llevar la vida,
tu preciosa vida,
a otro planeta.

Fecundarás otros mundos
como sopa primigenia
para crear aire, agua, cielo y tierra
a millones de años luz de esta galaxia
donde una vez naciste
y que sin ti
se diría un poco más muerta.

Soy materia oscura,
apenas un destello luminoso entre nubes de hidrógeno que explotan en cadena,
y un ojo de fuego que te observa en la distancia
cuidándote de cerca.

No importa el tiempo que pase,
no importa el espacio que nos separe;
una vez te amé,
por siempre habré de amarte.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

domingo, 20 de septiembre de 2009


Absorto y pensativo,
sigo con la mirada la inmortal danza de los suspiros
en el cenicero donde apago las colillas de mi frustración.

La soledad tiene el olor del semen
cuando eyaculas sobre un pañuelo de papel
y lo tiras a la basura,
como todo lo que es desechable,
incluido el condón corazón.

La felicidad para el que ama el fantasma de un amor es morir ahogado en un mar de coños.

La tristeza es una máscara de ojos que no maquilla las arrugas de tu ausencia.

De las sombras sólo emergen lágrimas negras como el hollín,
y brasas de cigarros que practican orificios en el manto virgen de la noche.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

viernes, 18 de septiembre de 2009


No recuerdo cómo era mi vida antes de conocerte,
y no puedo imaginar cómo será después de haberte perdido.

Eres mi kilómetro cero y mi zona cero;
en ti empieza la vida
y en ti acaba la esperanza.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 17 de septiembre de 2009



...eres el rapsoda sin saga donde enredo pálpitos
o el dragón que siembra albores bajo mi vientre de lluvia.
'Surges boca de tierra', Sara Álvarez


Quiero peinar el viento en tus pestañas
con un beso de colibrí,
y parpadear pétalos de amor
en tus húmidos nenúfares
cuando la noche sea un monstruo sin ojos.

Quiero dormir el rocío de la mañana
en un sueño de cristal
y amanecer con el olor de tu cabello
impregnado en la orfandad de mi almohada.

Quiero beber los primeros rayos del alba
en el cáliz de tus manos
cuando el calor bulla en las sábanas
y el otoño me enfríe los pies.

Boca de lluvia, vientre de fragua,
en el matinal aleteo de mi dragón herido
confundo tus pasos de baile
con el rumor de la hojarasca.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

martes, 15 de septiembre de 2009


Ojalá mi realidad fuera un sueño y mi sueño realidad,
porque así no tendría que esperar a la noche para poderme despertar,
ni tendría que vivir sin ti, en soledad.

Son los sueños caprichosos,
pues no siempre sueña uno lo que quiere soñar,
pero así y todo,
en mis sueños sigues viva y eres una probabilidad.

Ojalá las noches fueran más largas;
o mejor aún: ojalá no existiesen los días.

Ojalá soñar despierto no fuese una tontería.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

domingo, 13 de septiembre de 2009


A veces me descubro hablando solo,
sólo con tu voz
y a solas con el fantasma de tu Eterna Tristeza,
y la modulo para conseguir tu mismo timbre y tono
–es como girar el dial en busca de esa señal que reverbera en las profundidades del alma, con una longitud de onda que provoca efecto Doppler en la memoria–,
como si tu nombre me naciera en la boca del estómago
y me subiera por la laringe convertido en vórtice de fonemas.

Cómo obliterar tu voz débil y macilenta,
porosa de dolor y apenas audible,
en aquella conversación que habría de ser la última
–¡por Dios, cómo iba yo a saberlo!;
te hubiera querido decir tantas cosas que ahora me oprimen–


Quiero pensar que el último te quiero aún no ha sido dicho entre nosotros,
y que el Amor puede silenciar los labios de la Muerte con un dedo admonitorio.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

viernes, 11 de septiembre de 2009


Recuerdo que en cierta ocasión me dijiste que sólo eras un poema.
Cuán equivocada estabas;
eres toda la poesía que hubo nunca sobre esta puta tierra.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.