Blog poesía La luz de tu Faro

En memoria de Sara Álvarez, con Amor, devoción y ternura infinitas. Absorbí tu esencia, y ahora vives en mi poesía. Te devuelvo la vida con mis versos.

lunes, 31 de agosto de 2009


No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
'Elegía' (de 'El rayo que no cesa'), Miguel Hernández


Tu ausencia es un continente del tamaño de Pangea,
y yo soy una ínsula circundada por un piélago de penas.

Estoy perdido como un islote en mitad del océano
que no sabe de la mano del hombre,
ni de mapas,
ni de puertos.

Zarandeado por corrientes marinas,
a la deriva me veo,
mientras se resquebraja mi sólida materia
bajo las placas de tu tectónica tristeza.

Los afluentes de tu río ya no desembocan en mi delta,
y al mar de la vida le ha salido una lengua de tierra.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 27 de agosto de 2009



El oleaje del corazón no haría tan bella espuma y podría convertirse en espíritu si no rompiera contra el destino, esa vieja y muda roca.
'Hiperión o El eremita en Grecia', Hölderlin

Los hados no auguran ventura en esta noche del alma,
pues la tempestad gobierna con tiranía el timón de mi bajel
condenándolo a la furia de Escila y Caribdis,
y hay un prófugo oleaje que embiste la quilla
con restallar de sueños que rompen espuma
en la solitaria orilla del náufrago.

El destino, iracundo, ha caído con impiedad sobre mí
cortándome lo que de sagrado tenía mi vida:
la esperanza de sanar tus alas de alondra,
y ahora que la herida es aún reciente y sangra en abundancia
mis últimas ilusiones de felicidad se desvanecen entre violentas sacudidas,
como un rabo de lagartija cercenado por el filo de una cuchilla.

Cuando el destino tañe la lira de Apolo,
el sátiro Marsias despelleja su flauta de vanas pretensiones
y los ojos, laxos, se cierran en clave de sol
para que el alma atemperada abandone su mortaja humana
y se haga lumbre a la luz de las estrellas.

Y así el velero del alma zarpa de su puerto terrenal, enarbola sus alas de mariposa y emprende el camino hacia la inmortalidad, navegando en un mar de estrellas.

¿Ves los colores y las formas que adoptan esos fuegos artificiales en lo alto del cielo?
Todas las distracciones del mundo no significan para mí más que la cola del perro de Alcibíades.

Todo es humo en el corazón del hombre que anhela, y el sino del poeta es la soledad de una torre de madera.

¿Es el genio el germen de la locura?

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

martes, 25 de agosto de 2009


Me duelen los ojos de no verte epitelial
al trasluz de la memoria.
Todo está oscuro en este espejo de silencio
que me devuelve tu eco agrietado,
y en la estancia se respira un dulzón olor a muerte.

He tratado en vano de dibujar al carboncillo tu última bocanada de aire,
mas mis lágrimas han borrado el lienzo
sobre el que se asentaba el caballete de la tristeza.

–Y es que dibujar tu ausencia es como afeitarse con la navaja de Occam–

Se me secó el corazón en la antinomia de un beso sin lápiz de labios.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

domingo, 23 de agosto de 2009


Donde no habita el hombre, ¿qué es el tiempo, sino la eternidad?
Nathaniel Hawthorne


El reloj me clava sus agujas cada vez que marca las horas
con un lacerante dolor que me atraviesa de derecha a izquierda,
trazando un círculo perfecto en mi pecho,
como un compás anclado en el mismo centro de mi corazón.

Son demasiados los minutos escritos en sangre,
demasiadas las horas vacías en el tonel de las Danaides.

El tiempo se me derrite entre los dedos como los relojes blandos de Salvador Dalí.

Tengo más años de los que tú ya nunca cumplirás.
El tiempo que viva sin ti será un préstamo a la eternidad.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

sábado, 22 de agosto de 2009


Todo muere en la distancia de un beso,
y en la promesa de un amor no consumado
embrida la luna sus corceles negros.

Algente caricia la de esta guadaña letífera
que siega el aliento
con su viento alípede.

En el almiar de la memoria
tu recuerdo chisporrotea
como una gaviota de trigo en un campo de estrellas.

El sol ha puesto el broche al día que agoniza
–escarabajo de oro en tu vestido de noche–,
y la luna se ha soltado la brumosa melena
para rielar horquillas argentinas
sobre las negras aguas de mi pozo,
donde el futuro predice tu ausencia recidiva.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

miércoles, 19 de agosto de 2009



¡Ah, cómo enseña a brillar a las antorchas! En el rostro de la noche es cual la joya que en la oreja de una etíope destella... No se hizo para el mundo tal belleza. Esa dama se distingue de las otras como de los cuervos la blanca paloma.
Romeo y Julieta’, William Shakespeare


¿Cómo puede el mal engendrar el bien?
Si Pegaso pudo nacer de la sangre de la Medusa,
tú también.

¿Cómo puede coexistir la belleza con la fealdad?
Si la orquídea puede crecer entre pantanos y caimanes,
tú también.

¿Cómo puede una luz brillar rodeada de oscuridad?
Si las estrellas pueden refulgir en la noche,
tú también.

Eras como una blanca paloma entre una bandada de cuervos,
una rara excepción,
una hermosa anomalía de la naturaleza
que por su singularidad
estaba abocada a la desaparición.

Los cuervos,
aviesos y ladinos y cegados por tu belleza,
con satrapía te hicieron creer que eras de su ralea,
y aprovechándose de tu debilidad
y proba naturaleza
te sacaron los ojos
a picotazos
para que el mundo no pudiera contemplar las maravillas
de su más perfecta creación.

Ahora el cielo está oscuro como un almohadón relleno de plumas negras,
y cuando llueve
parece que las nubes crasciten
la infamia de su vileza.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 17 de agosto de 2009


Nuestras miradas se cruzaron en la bisectriz de la tristeza,
y al reconocer en el arco de tus cejas
el inconfundible rictus del dolor,
esa simpatía espontánea que brota entre dos espíritus transidos de pena
pronto se transformó en amor.

Me enamoré del zócalo de tu ceño –levemente fruncido–
cuando la felicidad se refractaba en el ángulo convexo
de mi esplín.

Tus ojos centellearon en la ecuación perfecta de una lágrima,
pero un estornudo extemporáneo en el pebetero de la muerte
–aromático incensario–
liberó tu alma por la boca
transfigurada en blanca paloma.

Cerraste los ojos sin que mis labios relapsos los besaran,
y eso contristó, de una vez para siempre, mi feble corazón.

La vida es absurda y caprichosa,
como reír en un entierro
o llorar en una boda.

Pero, por suerte, todo pasa,
incluso la vida,
cuanto más el dolor.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

viernes, 14 de agosto de 2009


Desde que te has ido,
sólo he encontrado refugio en tus versos,
y tu poesía ha sido mi único sustento.

Cada vez que te leo,
siento correr por mis venas tu aliento
como una llamarada que inflama mi estro,
y en esos momentos de exaltación poética –y amorosa–
que me clava alfileres candentes por todo el cuerpo
podría construirte un castillo de versos
–con su torre del homenaje, su foso y sus almenas–
con las lágrimas de San Lorenzo
–origami de estrellas–
en la arena de tu playa gijonesa,
para proteger tu espíritu del asedio inclemente del tiempo
y mantener viva la llama de tu recuerdo,
aunque el viento aúlle, furioso, en las troneras.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 13 de agosto de 2009


Quise vivir en la sima de tus ojos
creyendo que podría hilar tus lágrimas
en una cuenta de perlas,
pero tu tristeza es un nudo corredizo
que te ahoga
cuanto más lo aprietas.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

miércoles, 12 de agosto de 2009


Me dejaste,
y ahora tengo que volver a levantar mi vida
sobre las ruinas de una ciudad cadáver.

La vida es algo serio
que a menudo nos tomamos a broma,
con ligereza,
y quizá por ello lo más parecido a la vida
sea el Juego de la Oca.

Dime Tú,
que todo lo sabes y de todos dispones,
¿cuántas veces puede un jugador caer en la casilla de la calavera
y volver a empezar la partida?

Yo sólo sé que mis dados están trucados
y que ya no quiero seguir jugando a este estúpido y macabro juego
donde siempre pierdo.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

martes, 11 de agosto de 2009


Llegaste a mi vida con puntual retraso,
como la luz de aquella estrella
que vemos brillar en el firmamento
con tal intensidad que parece estar tan cerca,
pero que brilló hace tantos millones de años
que en el momento en que la vemos
podría estar ya muerta.

Y es que,
pese a la distancia que ahora nos separa
–yo en la Tierra; tú en Xibalbá–,
algo me dice
que en este viaje a través del tiempo
siempre me has acompañado.

Porque te amé antes de conocerte,
y antes de que naciéramos
ya estábamos unidos
en algún ignoto pliegue del universo
por un lazo invisible
que tiraba de las argollas de nuestros corazones,
entre quásares y agujeros negros.

Antes de venir a la vida
ya existía nuestro Amor,
y está escrito que volveremos a amarnos,
como una profecía,
porque el tiempo no avanza en una sola dirección,
es cíclico y lo vivido siempre retorna,
y en el sínodo de la pasión
se repetirá nuestro abrazo eterno.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

domingo, 9 de agosto de 2009


¿Qué oscura divinidad,
Moloch o Baal,
nos envió este protervo vendaval
que con desaforada violencia arrancó el badajo
a las cigüeñas del campanario
crotorando fúnebres tañidos
sobre los picudos tejados holandeses
de nuestra Ciudad Esmeralda?

Aunque se hayan caído una a una, como en dominó,
todas las columnas que sostenían nuestro universo de ensueño,
sigues en mis brazos
dibujándome estrellas con tu aliento,
y no te soltaré,
mi vida,
aunque la tristeza,
con su martillo destructor,
amenace con hundirme el pecho.

Prometo sujetarte hasta la muerte
cuando la vida, esa anguila traicionera, se te escurra de las manos
y repte, sinuosa, por tu núbil vientre,
y si hiciera falta, me dislocaré las muñecas
tratando de unir los dos continentes que nos separan,
vida y muerte,
como Heracles con su proverbial fuerza.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

viernes, 7 de agosto de 2009


Todo lo que queda de ti es un libro de poemas
que guardo bajo llave en un cajón de mi escritorio
como el tesoro más precioso de mi vida,
rodeado de objetos y recuerdos
y del libro que te escribí
para que nunca fueras olvido.

Uno encima del otro,
nuestros libros se aman con bocas llenas de versos
–como nosotros, ¿recuerdas?, en otros tiempos–,
y cuando hacen el amor
sobre el tálamo de roble
cruje la hojarasca al rozar la madera
y crepitan orgasmos con tinta en los dedos,
se acarician el lomo con la yema de los versos
–sin rima pero con ritmo–,
recitan poemas con su piel de silencio
–eyaculando metáforas y sinestesias–,
y vuelan páginas convulsas de gemidos y jadeos,
y es su amor la inmortalidad del poeta
que derrotó la tiranía del tiempo.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 6 de agosto de 2009


Naciste antes de que los árboles cantaran nanas al viento,
antes incluso de que la luna se bañara, desnuda, en la espuma de los océanos,
y no has muerto, tú nunca mueres,
porque eres eterna, como el deshielo en primavera,
y eres inmensa, como el cielo que nos observa,
y tu vientre vibra música en cada átomo del universo,
y yo, te beso.

Beso tus trenzas de alga y tus bucles de helecho
–que caen, graciosamente, ocultando tus pechos–;
beso tus pies que bailan sobre el agua
haciendo remolinos con la punta de los dedos,
y cuando me adentro en la boca del mar
me siento recogido en tu seno.

Aún crece el musgo en mis ojos;
las lágrimas que derramaste son el rocío
que los hace más bellos.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

miércoles, 5 de agosto de 2009


En el cielo abierto de tus ojos
una nube quería hacerse lágrima
para reptar por tu mejilla
como un animal de sangre fría;
pero yo se lo impedí.

Primero la confité,
y luego me la comí.

Y ahora tengo un sabor dulce en la boca,
como cuando nos besamos.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

martes, 4 de agosto de 2009


Tosco buril el que esculpió tu amor en letras rúnicas
que la vida no supo descifrar.

En la albura de tus ojos
tallé un sueño de marfil
con la cera derretida de las velas
que sopló la muerte
sobre tu nuca aterida,
erizando las púas de mi tristeza.

Te cerré los ojos con un beso
para absorber los últimos recuerdos
que aún temblaban bajo la delgada cortina de tus párpados
en rápidas contracciones de pupila.

Ahora que ves con mis ojos
y sueñas mis sueños,
tu verde mar de amar
es un poco más nuestro.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 3 de agosto de 2009


Quiero beberme cada sílaba que baile en tus labios
cada vez que el deseo te oprima el costado
y el amor, que siempre obra el milagro,
concite en tu boca mi nombre
con un fonema obstruyente bilabial sonoro.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

Hoy quisiera ser violento
y rasgar el papel que lleva escrito el destino en su reverso
para curvar la línea del tiempo
en el arco de mi empeine,
y de un puntapié,
mandarlo todo al infierno
–y que allá arriba la luna se divierta con su sonajero–.

¿Qué me importa a mí si la Tierra es redonda
y gira como una peonza
o si es plana
y da vueltas porque está beoda?

Yo sólo sé que quiero estrechar tu cintura
y bailar hasta que anochezca empapados bajo la lluvia
mientras en nuestros oídos aún retumba el lejano canto del grillo,
y así hasta que cese la tormenta
y la noche cubra tus hombros desnudos
con su echarpe de luciérnagas
y nuestros pies chapoteen en un charco de fantasía,
como dos ranas croando a la trémula luz del crepúsculo.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

sábado, 1 de agosto de 2009


He conocido el Amor, y he conocido la Muerte.
He muerto por dos veces, y aún sigo vivo.
¿Por qué?, ¿quién lo ordena y a qué obedece?

Como un vampiro,
envuelta en las sombras,
te deslizabas sigilosamente por el ombligo de la luna,
y perforabas los lóbulos de tu oreja con su pendiente.

Al exponerte a la luz del sol,
tu piel se quemó
y tu cuerpo se convirtió en cenizas,
pero una lágrima resbalaba por tu mejilla,
viva,
y de tu cuello colgaba un medallón
con mi efigie
y unos mechones de cabello
arrancados de puro dolor.

Quise ver qué había detrás del misterio indeclinable de tus párpados,
y me dormí en un sueño eterno
abrazado a tu mudez de cariátide.

Amarte fue condenarme a una muerte cierta,
pero no hay nada de lo que me arrepienta.

Nuestros pequeños momentos de felicidad
compensaron con creces el yugo liberador de esta soledad.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.