Blog poesía La luz de tu Faro

En memoria de Sara Álvarez, con Amor, devoción y ternura infinitas. Absorbí tu esencia, y ahora vives en mi poesía. Te devuelvo la vida con mis versos.

lunes, 19 de noviembre de 2012












La dejé marchar
sin prisas en los labios.
Se fue encorsetada en la belleza
de un amanecer núbil y diáfano.
Temblorosa como una gota de rocío,
así se anunció la mañana;
más allá de toda sombra,
más allá de su agonía.
Llovía una música lenta
que acariciaba el corazón
y los árboles no temían a los rayos.
Las hojas febriles adobaban
un paisaje lunar
tamizado por la escarcha
y orzuelos de una luz glauca.
¿Y el cielo?
El cielo era de un vespertilio ocre
hilvanado en la hojarasca.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

miércoles, 14 de noviembre de 2012











Somos los únicos supervivientes del accidente.
Somos los últimos.
Y nunca habrá nadie.
Ella murió. Yo soy ella, le dijo.
Un cuerpo muerto en el espacio.
Lo más parecido a la nada.
El timbre que gotea.
La música congelada.
Pero dicen que hay otros universos,
que estamos duplicados como llaves
que abren puertas insospechadas
al otro lado del cielo.
Tal vez no seamos los únicos.
Tal vez haya más como nosotros ahí fuera,
más allá de la estrechez de esta realidad.
Eso significaría que en algún lugar estás viva;
quién sabe, quizá conmigo.

No, no sabes que moriste.
Y es mejor que no lo sepas.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

miércoles, 7 de noviembre de 2012








I
Al yo verte estabas mojada
como la quilla de un párpado
orillado por las lágrimas.

Y te dije: enséñame la cadencia exacta del beso
para que pueda pronunciarte sin palabras.
Y de pronto me callaste todos los miedos
con tu lluvia de octavillas.

II
Nunca aprendí el arte de la ausencia
ni la estética de los ojos cerrados.
El sueño para mí siempre fue una cinta métrica
devanada o una boquilla sin humo ni marfil.
Nunca supe de amables subterfugios en la carne
ni de las oscilaciones de los péndulos bajo la piel.
No hay gravedad entre tus piernas, ni nada
que me haga pensar en cerezas. Pero yo porfío
en horadar cada milímetro de tu cuerpo
con ráfagas de un metal incandescente.

III
Antes del comienzo hay un comienzo,
un búcaro de flores ya marchitas y un clavo oxidado,
y del final poco o nada sabemos.

El infinito son dos ojos achispados
en una nochedad sin frenillo,
la vagarosa intimidad de las armónicas
en la fluidez del equilibrio.

¿Y qué hay del alma
si el botón encasquilla las presillas
como nutrias relapsas
y la sangre brota sin cuartel?

Ayer dijimos adiós a los flecos descosidos del verano
y ya siento el frío acordonándome los pies
como una cinta de Moebius.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.