Blog poesía La luz de tu Faro

En memoria de Sara Álvarez, con Amor, devoción y ternura infinitas. Absorbí tu esencia, y ahora vives en mi poesía. Te devuelvo la vida con mis versos.

sábado, 29 de mayo de 2010


No hay fracaso para tu desnudez
.................ni flecha despuntada.

Dibujas corazones
.....................................con tizas de colores
..............en la pizarra de tu infancia.

El lápiz garabatea un nombre
..........................–tu nombre–
...................................................en el pupitre
..............y la goma no borra cicatrices.

Es mediodía,
..............................y el sol hilvana vocales
en el abecedario.

.........................–la sangre en la letra entra–

Es medianoche,
......................y hay una fuga de luz en tu ventana,
............una luna de papel entre mis manos,
...............................el murmullo de un secreto inconfesable
en nuestros labios.

Si buscas bien en mi gaveta,
hallarás
........................un beso descosido,
........................................unos labios desflorados,
..........unas cartas perfumadas,
..................el botón supletorio de mi ombligo.

Con la fatiga del crepúsculo
me dejo caer en la percha

..................donde se cuelgan los días olvidados.

Sólo queda tierra en la boca
y polvo en los bolsillos.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

miércoles, 26 de mayo de 2010




So the words you could not say
I'll sing them for you
And the love we would have made
I'll make it for two

'Jesus to a child', George Michael

Me sonríes,
y se dilata mi pupila en el angosto cauce del verbo
sahumando un aroma a incienso,
como una balsa que surca el Nilo
en la calurosa noche egipcia.

Me miras con ojos de maniquí, inmóviles,
y mi sonrisa se revela blanca, de porcelana.

Todos los te quiero
que tus labios no llegaron a pronunciar
son ahora las lágrimas que dan a morir en la mar.

Al morir me clavaste en el corazón la punta de una estrella,
pero mírame, hoy brillo más que nunca cuando anochezco para ti.
Cuando escribo poesía soy tú sin dejar de ser yo,
soy tú en mí, el corolario de nuestro amor.

Quiero que tu nombre quede escrito junto al mío
como una continuación del epitafio de mi piel.

No sé cómo calzar este adjetivo a pie de estrofa
sin que se quiebre la paz de mis labios:
Eterna.

Mi firma es tu Tristeza.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 24 de mayo de 2010


El reloj da las doce, y el tiempo se suspende en la aguja del campanario.
Abajo todo duerme:
la narcolepsia de las pestañas a medianoche,
el célibe silencio de los ojos
–que en primavera centellean con la coyunda de colores–,
el aljibe de las lágrimas,
la alcancía rota de los corazones.
Sólo el Faro, con su ciclópea luz, rasga el lienzo mortecino de la noche.

Velaré tus sueños para que navegues por el ancho mar de mis pupilas
cuando caiga el mástil de la tarde.

¿Por qué las estrellas están en lo alto del cielo si no pueden volar?
¿Por qué, si no nadan, flotan en el mar?
Sus luces se arraciman en las aguas como bancos de peces.
Mis manos quieren atraparlas, pero las estrellas resbalan por entre mis dedos.
¡No oses tocarlas, o se desvanecerá el hechizo!
¡Incauto! ¿No ves que sólo pueden ser contempladas a la luz de la luna,
como el vuelo venturoso de su alma?

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

viernes, 21 de mayo de 2010


Una lágrima tiembla –nube temulenta–
en el oscuro celaje de los párpados,
y la cara refulge como un adamante de fría escarcha.

Dime, ¿qué ojos pueden sesgar el horizonte con el ónice de la mirada?
Sólo tus ojos –esos ojos donde cabe la noche entera, y su cortejo de estrellas–
podrían recamar la luna con estambre de plata.

Cómo no suspirar con la estadía del beso en la nuca,
si tus labios prenden fuego a la mecha de mis sueños.

Te abrazo con la brisa marina
–que enreda corales en el pelo–,
y te escudas en mi pecho como un águila explayada.

El mar llora tu muerte,
y las olas son los brazos de la tempestad
que te elevan a mí en su trono de agua.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

martes, 18 de mayo de 2010


Como cada día desde que el tiempo se mide con la vara de tu ausencia,
he amanecido con la satinada caricia de tu pensamiento
arqueándome la espalda
–hay cosas que ni la muerte puede cambiar–.
El sol derramaba toda su aljaba
sobre las plantas dolientes y mortecinas que crecen en las junturas de las losetas
esparciendo su semilla en abundancia,
pero sus rayos eran rizos díscolos y fríos
y herían la fina capa de niebla matutina.

Pronuncié –a esa hora en que aún dormitan los gorriones
bajo el cálido plumaje de los árboles–
en voz baja tu nombre: Sara
–apenas un débil murmullo de hojas en el alféizar–,
como si mi aliento fuese a devolverme el vítreo hechizo de tus ojos
en el espejo empañado de la mañana.

Sara,
feble suspiro de gondolero
al arrullo del agua.

Sara,
canal donde vaga y navega
la sombra errante de mi amor.

Te he dibujado tantas veces en el vaho del recuerdo,
y tantas veces se ha borrado el tenue trazo de mis labios
–como arena en la playa, como agua en el desierto–,
que ya no sé cómo susurrarte mis sueños al oído
sin que se pierda el aire que ahueca la falda de tu pelo.

Mi sol está marchito,
mi aire está viciado, corrompido,
pero aún me nacen flores en el pecho
cuando me riega el eco de tu voz.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

sábado, 15 de mayo de 2010

Y te decía al oído,
despacio y estremecida,
cuánto te quería.
'Tú me sonreías', Sara Álvarez


Cosí unas alas a la tristeza
para que echara a volar lejos de mí,
pero cuando quise darme cuenta
la tenía cosida a mí.


I
A oscuras y en ráfagas de silencio
desovillo el hilo de tu voz,
aprendo de cada pausa,
me detengo en cada inflexión,
y, leyéndote el diapasón de los labios,
adivino la letra de tu canción
como si la escuchara con los ojos anochecidos
por el pentagrama del sueño.

II
Llueven plumas blancas del cielo,
como si un arquero hubiera acertado en el vientre tornasolado de las nubes
con su acerada flecha.
Camino hacia ti y siento como si volara al pisar la tierra húmeda y pajiza,
tachonada de péndolas.
En la diáspora de las aves,
las hojas marchitas son las plumas con que se viste el otoño
para arremolinar la brisa de su perdida juventud.

III
Sin ti –bienquista tristeza–
nunca habría conocido el pálpito de sus labios
en la madeja del beso,
ni su íntimo bisbiseo de colibrí;
sin ti nunca me habría abrazado a sus rodillas
como una luna deshilachada,
sin pedal ni rueca.

Cose la aguja en mi dedo con un hilo de sangre,
que no cabe un alfiler más en el dedal de sus lágrimas.

Afuera nieva sobre las pestañas e-rizadas de los ángeles tallados en bronce.
Me miras hierática, con un trémulo parpadeo de alas,
como si quisieras auspiciar un beso en el hoyuelo de las nubes
o sembrar la noche de Piérides.

IV
Las algas del cabello tiemblan
cuando peinas con tus dedos la crencha de mi mar.
Así, en la extática reverberación de las aguas bañadas por el sol,
abrevo del riachuelo que de tus manos dadivosas nace, fértil venero.

Desde que te fuiste tengo un lunar más en mi abanico de estrellas.
Te confieso que esta noche he soñado con un beso sonámbulo
en el claro de luna de tus ojos.

V
Aquí me tienes,
tan alto y tan solo como el gallo en la veleta,
expuesto al capricho del viento soberano,
abandonado a la soledad del enhiesto campanario,
sin nido y sin cigüeña,
henchido de poesía,
como Hölderlin en su torre de versos.

VI
Me he quitado los cascos,
y sigo oyendo tu canción.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

miércoles, 12 de mayo de 2010


Las estrellas,
el cielo,
la noche oscura y solitaria,
todo está en el principio de la creación.
Eres energía, y me envuelves como un halo de protones.

Sóplame,
y verás caer mis sueños como fichas de dominó
en el mosaico de la vida
empujadas por un viento de futuro.

Vibras en cada átomo del universo,
y la Naturaleza te confiere las más diversas formas
para desafiar mi percepción.
A la luz ambarina del alba,
cuando los rayos de sol borbotan en la superficie estuosa del lago
y la conciencia aún no han rasgado del todo el velamen del sueño,
la bruma del bosque bosqueja figuras espectrales,
y bajo la apariencia fantasmagórica de un árbol
que estira sus ramas desnudas y rizosas
adivino el contorno vaporoso de tus labios
–que se contraen en la pompa de un beso–,
la línea de tus cejas,
la sombra de tus ojos...
Y aquella bandada de alegres petirrojos que baten las alas en la niebla
¡dime, acaso, si no perfilan la silueta de tu nariz!

Pero no eres un artificio óptico donde la perspectiva engaña al ojo;
eres un encanto natural que subyuga la mirada.

La naturaleza es la paleta donde mezclo los colores de mi imaginación,
y tu rostro es el paisaje de fantasía en el que pinto los más bellos retratos.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 10 de mayo de 2010


Me hablabas con el silencio de los lobos ojos en la noche
que, por miedo a callar, acallan su hambre y su olor,
pero mi boca era sorda a su murmullo de gota fría,
en su ceguera no te oía, pues un beso la cerraba
y otro beso al momento entre nuestras bocas se interponía,
un beso que en tu lengua en voz alta te pronunciaba y te decía:
"He bebido del manantial de tus lágrimas para pintar de azul mis pupilas",
y tú, entre labios, musitabas:
"Lo sé, mi Amor, pero por mí no te aflijas",
y entonces nuestros cuerpos se fundían
como las aves que alzan el vuelo, en estampida,
cuando el bosque enmudece tras el disparo de un cazador.

Te dije adiós con un silencio acorde a la música que tronaba en mi corazón.

Ahora que conozco el valor absoluto de nunca
y la tragedia de la nada,
te digo con todo mi alma:
"Hasta siempre, Amor".

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

sábado, 8 de mayo de 2010


Escribo jeroglíficos en la espalda del mar
cuando la vírgula del horizonte
delinea el vientre abombado de la luna.

Los ojos se me cierran con la singladura del beso en la piel,
con las caricias que descifran las runas del epitelio
despertando el sortilegio del sueño.
La oscuridad adorna de lanzas el cuadro de mis pestañas
y descanso con la paz de los grillos en la lengua.

En mi ensueño flotas como aquel intermitente rayo de sol que horada la bruma
en un día lluvioso,
la luz cenicienta que cose y cicatriza las nubes de frío espasmo
y rasga las esquinas mordidas de las fotografías que el tiempo oscureció.

Duermes, sí
–eterna amante duermes–,
como si la muerte fuera una roja manzana
y yo pudiera devolverte la vida con un bocado de realidad.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 6 de mayo de 2010


Me empapas como boca de riego
que llueve fuego en mi costado,
y yo me agito como un campo de trigo
con la insumisa caricia del viento.

Acuña un beso en mi boca
para que nunca olvide el molde de tus labios.
Si me enseñas el perfil de tu sombra,
voltearé mi sonrisa en una lágrima.
–pero las sombras son planas, como mi otredad–

Acrisolo una gavilla de luciérnagas en el candil de la esperanza
para acristalar la noche de estrellas.

¿Cómo deletrear a-m-o-r sin aromatizar la sinfonía inacabada de tu nombre?

Me escrutas con el silencio de los párpados
que se arrancaron las vendas del sueño
parar contemplar el infinito.
Mírame, soy un cielo estrellado
y fulguro espirales de fuego en tu pupila.

Tus dedos bailan descalzos
cuando te atas los cordones del zapato,
como si tiraras del lazo que envuelve un regalo
para abrir el baile con un nuevo paso.
Quise balancearme en el canturreo de tus labios,
pero nunca supe si me faltaba un pie o me sobraba un zapato
para no perder el pie de tu compás.

Qué difícil es la papiroflexia de los muslos
en la danza errante de los planetas,
el ligamen de las cinturas,
la frugalidad de los labios en la mejilla.

Duermes el sueño paralelo de la máscara
que se acicala en el espejo.
A través del tabique aún se puede oír el Eco de Narciso
en el platillo de mar.

La noche gira sin eje, encanecida,
como una cometa desparramada por el aire
o un grito sin úvula.
No hay espalda en la roca,
y la dama del lago se ahoga en la niebla de Avalon.

Este silencio pesa como plomo de alquimia.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 3 de mayo de 2010


La noche transpira versos en el sudario del alma
y la lechuza trapacera nos espía con los ojos estevados,
como si no pudiera abarcar con su monóculo
la desnudez de nuestros hombros.

Déjame arpar los tendones del violín
para poder arrancar un nota aguda a tu sexo.

Se estremecen las algas en la cuenca del vino
cuando los pezones lamen la partitura de los dedos.

Me acaricias el cuello con el primor de las acacias,
y yo tiemblo como la espiga
que el dorado sol abrasa.

Computo el guarismo de tus piernas
sin permutar orden ni sustancia,
y te emboco en la perfecta simetría de los labios
para orillar un beso en el remolino de tus muslos.

Hay una nube de polen flotando sobre tu vientre
–el fértil vientre de la tierra, donde suspiran los molinos de viento–,
y eyaculo alondras en tu boca de amapola.

Te arrullo con la fragilidad de las alas que no nacieron para volar,
porque no había pájaros en las horquillas de tu pelo
ni brújulas al este de tu ombligo,
y tarareas en el costal de mi silbido
con la efervescencia del beso que se disuelve en la boca.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.