¿Recuerdas aquella uva que se te extravió
cuando daban las doce campanadas
en la ya lejana Nochevieja de 2008?
Sólo pudiste comer once –once bocados en agraz–;
la otra, uva pasa, se fugó por la tráquea de la vida.
Pensaste que te la había robado un duende díscolo y travieso
escondido debajo de la mesa –u oculto, tal vez, en el vuelo de tu falda–,
un pequeño glotón preocupado de que no te atragantaras con la veloz ingesta;
pero en realidad te la robó alguien más zorro que el del cuento.
Fui yo.
Esta Nochevieja,
cuando el reloj de la Puerta del Sol toque las doce campanadas,
comeré trece uvas:
doce por los años que por mí han pasado desde que te fuiste;
una por la
Y así se restaurará el equilibrio en el universo
y la paz en mi corazón.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.