Cegado, tú, vuelves bruma mi pelo.
‘Sólo tu amor se parece al mío’, Sara Álvarez
‘Sólo tu amor se parece al mío’, Sara Álvarez
Todo empieza con un zureo torcaz
o una caricia levantisca en la orilla de los muslos.
El pulso se acelera, el vientre se contrae,
los ojos cintilan y solfean las pestañas
como golondrinas un domingo de carnaval.
Pronto una soflama enardece la oratoria
de los cuerpos desnudos y abrigados
por la noche celestina. Enhiestas,
las lenguas tiemblan como gelatina
en la arquitectura orgánica del beso,
con la sismología de las pieles
zurcidas de sal y sol.
El cabello se hace bruma, y abruma
su fosca espesura de manglar.
Una tersa brisa perla de rocío
el cuello ambarino del heliotropo.
Un pie se eleva en el aire,
otro se abate, distante,
y pronto el beso deviene remolino de agua,
como la cabriola o la pirueta inverosímil de un
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que redime la cadencia del poema.
Entonces, y sólo entonces,
los amantes pueden escandir sílabas
en los ríos de la mano
y domeñar el relámpago de su desnudez.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.