Blog poesía La luz de tu Faro

En memoria de Sara Álvarez, con Amor, devoción y ternura infinitas. Absorbí tu esencia, y ahora vives en mi poesía. Te devuelvo la vida con mis versos.

jueves, 31 de diciembre de 2009


y por tu gran valor y hermosura
convertido en vïola,
llora su desventura
el miserable amante en tu figura.
Ode ad florem Gnidi’, Garcilaso de la Vega



Hay una alquitara de besos en la comisura de tus labios,
una sinfonía de peces
y un clavecín.

El trigo ondea al viento
su pelo pajizo,
y yo juego al céfiro
con el arreglo floral de tus pestañas.

Tu vientre es la cesta de mimbre
donde se esconde el cascabel de mi lujuria,
el gato que ronronea nanas al diente de león.

Desde el balcón de las estrellas
puedo oler el jazmín de tu mirada,
como el perfume de un pañuelo
bordado a la muñeca de mis iniciales.

En la sístole del beso
tremoló el diafragma de nuestro amor,
y de mi latido apocopado
brotó la flor de Gnido.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

martes, 29 de diciembre de 2009


En el valle nemoroso de sus pestañas
dos luciérnagas ardían,
entrambas harto brillaban,
y por ver quién más brillaba competían.

La una esclarecía la noche,
la otra tal que parecía el día;
solas la oscuridad de luz pintaban,
juntas al sol oscurecían.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 28 de diciembre de 2009



veráse allí que como polvo al viento,
así se deshará nuestra fatiga
Elegía I’, Garcilaso de la Vega


Abro la mano,
y mi vida entera se resume en este puñado de arena
que arrojo al foso del olvido
como migajas de un tiempo pasado
que no ha de volver.

Cierro el puño,
y sólo atrapo el murmullo del aire,
el débil pulso de la brisa
y su temblor de pájaro herido.

Un gélido viento esparce el eco de nuestras cenizas
por la playa de la inmortalidad,
donde las olas del recuerdo crascitan
en ráfagas de silencio.

El mar acallará el miedo con su bramido de hojas secas.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

sábado, 26 de diciembre de 2009


La felicidad es una aporía creada para desesperación de espíritus nostálgicos. Es la tortuga de la paradoja de Zenón, a la que ni el mismísimo Aquiles, por muy ligeros que sean sus pies, podrá dar alcance, pues cuando haya llegado hasta su altura, ya no estará allí, sino un paso por adelante.

Cuando quise llegar adonde estabas,
ya te habías ido.
Te seguí con la mirada,
como se ve partir un navío,
hasta que te perdiste en la calígine
de un horizonte lejano y desvaído,
tan distante como un Faro en un mar de sombras.

Eres aquel punto que centellea en el rosetón de la noche,
la luciérnaga que amordaza la niebla con su canto de aurora.

Siempre seremos como Aquiles y la tortuga,
un sueño inalcanzable,
una paradoja irresoluble,
una distancia irreductible,
una carrera imposible en la tornadiza pista del tiempo.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 24 de diciembre de 2009


Año tras año, al llegar estas fechas, se repite el mismo ritual:
las luces navideñas –de bajo consumo, que corren tiempos de crisis y no estamos para dispendios en electricidad–,
el frío y la nieve,
las castañas asadas –que calientan las manos como brasas–,
los petardos –en sus tres primeras acepciones–,
el turrón Antiú Xixona y El Lobo –qué gran turrón–,
los mazapanes y los polvorones, que se hacen una bola en la garganta –ahora ríe, y con la boca llena di: “Pamplona”–,
el anuncio de la Lotería –ya sin el carismático calvo–,
el de Freixenet y sus burbujas,
el sorteo del Gordo –con los niños de San Ildefonso y su galería de personajes estrambóticos, Doña Manolita y La Bruixa d'Or–,
y el del Niño –para los que tienen más pedradas que pedreas–,
el show de Cruz y Raya –¿o eran Martes y Trece?–,
el marisco en la mesa –¿a cuánto está el kilo de percebes?–,
las cenas pantagruélicas,
el muñeco de Santa Claus escalando por una ventana con el saco cargado de regalos,
los regalos y juguetes,
el barco pirata de Playmobil,
los villancicos y la zambomba,
los árboles con sus adornos,
las muñecas de Famosa y el portal de Belén,
el Belén,
los Reyes Magos –que lo dejan todo para el último día, los muy puñeteros, y por eso los niños cada vez más se van con la competencia: Olentzero y Papá Noel–,
la ilusión de los niños, que no duermen pensando en los regalos –lo único realmente sincero y espontáneo–,
las promesas de Año Nuevo –promesas que no valen nada–,
la alegría fingida y la máscara de hipocresía que nos (im)ponemos –una de tantas tradiciones sin sentido– para hacer de estos días un remanso de paz, aunque nos odiemos a muerte,
y el alcohol, para regar bien el gaznate –eso que no falte–.

Todos los años es lo mismo,
Navidad tras Navidad,
y sin embargo,
estas Navidades falta algo, algo que no debería faltar:
faltas tú, Sara.

¿Cómo se orientarán los Reyes Magos si les falta su estrella fugaz?
¿Cómo habrá calor en los corazones si ya no arde el fuego en el hogar?

De ahora en adelante ya no habrá más Nochebuenas,
sólo malas noches.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

miércoles, 23 de diciembre de 2009


Era tan triste que la escarcha le teñía las cejas,
la nieve se arremolinaba en sus cabellos
–como un enjambre de copos aventados por el Bóreas–
y contaba sus años por inviernos;
y pese a todo,
cada primavera ofrecía al sol el cáliz de sus manos,
implorando un temprano deshielo para su vencido corazón.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 21 de diciembre de 2009



When I am laid, am laid in earth, may my wrongs create
no trouble, no trouble in thy breast;
remember me, but ah! forget my fate,
remember me, remember me, but ah! forget my fate.

Cuando yazga, yazga en la tierra, que mis errores
no causen cuitas a tu pecho;
recuérdame, pero ¡ah! olvida mi destino;
recuérdame, recuérdame, pero ¡ah! olvida mi destino.
'El lamento de Dido', aria de la ópera de Henry Purcell 'Dido & Eneas' (libreto de Nahum Tate)



En Cartago
ya no hay sol que bendiga los campos de trigo con sus fértiles espigas,
ya no hay astro que nos mire tras la cúpula dorada con flamígera sonrisa,
ya no hay luz que alborote sus rizos hialinos en el sitial del ombligo,
ya no hay alondra que canturree alegres melodías a las (n)ínfulas del río,
ya no hay estrellas que titilen de frío en la lechosa oscuridad del desierto,
ya no hay algas que laman la orilla de la playa con el reflujo de la olas,
ya no hay musgo que crezca en los acantilados y verdee las rocas,
ya no hay hiedra que trepe rumorosa por los muslos níveos y candentes,
ni lágrimas de felicidad en la princesa de Tiro,
pero hay un sollozo ahogado y tremebundo que brota incontenible de las entrañas de la tierra
y que convierte en ámbar la resina de los árboles,
un lamento prolongado que esculpe en mármol el busto ensangrentado de Dido.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.


sábado, 19 de diciembre de 2009


No hay coraza que proteja el corazón
de las zainas estocadas de la vida,
que te aguarda emboscada en cada esquina
con la daga afilada y reluciente
y la mirada torva y asesina.

La vida es una fulana artera,
una seductora dama de compañía,
que primero te embelesa con martingalas
y luego te asalta en vil celada
cuando bajas la guardia y te confías.

Nunca le des la espalda,
ni aun cuando te regale los oídos,
ni aun cuando te prodigue dádivas,
porque en cuanto la pierdas de vista
te habrá dado lanzada.

Tanta sangre derramada,
tantas inocentes víctimas,
han hecho de este valetudinario corazón
una tira de cuero
donde la muerte afila su cuchilla.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 17 de diciembre de 2009



una flor
no lejos de la noche
mi cuerpo mudo
se abre
a la delicada urgencia del rocío
'Amantes', Alejandra Pizarnik


Te oigo cada noche astillar mis sueños
sigilosa como un gato que se desliza a mi lado
sin que cruja la madera,
suave como una cortina de terciopelo que tremola débilmente
a la pálida luz del crepúsculo
cuando abres la ventana y penetra en la estancia
el relente y la brisa fresca del estío,
tan silente como el beso atemperado por el rocío de unos labios
abiertos en flor,
húmedos como pétalos de un nenúfar que flota en el vado del río
entre ramilletes de algas y vahídos de lirios.

Llegas a mi cuarto
y te quedas quieta en el umbral,
apoyada en la jamba de la puerta,
y me contemplas desde la penumbra, en un denso silencio,
con el semblante adusto y serio,
como si el tiempo fuera tu súbdito y la noche tu reino,
y en tu hieratismo,
pareces un espectro.

Yo te miro con los ojos entornados,
sin brillo que delate el embeleso en mis pupilas,
y cuando veo que te me acercas,
tan cerca como para susurrarme un te quiero al oído,
me hago el dormido
y sonrío con la límpida e inocente sonrisa de un niño.

Entonces me acaricias la frente
con manos de mariposa que rompe su cáscara de seda
para salir de la crisálida de la tristeza
y volar en libertad, esplendente,
y así velas mi sueño toda la noche,
hasta que con los primeros rayos del alba
te desvaneces.

Te oigo cada noche
como una llave que gira en la cerradura
abriendo la puerta de mis sueños.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

martes, 15 de diciembre de 2009


Aprendí a leer el parlamento de tus labios
en el lenguaje de los ciegos,
y caligrafié mis más tiernos versos
en tu boca de palimpsesto.

Con mis manos en tu espalda
modelé el arco del viento,
y fui maestro alfarero
en la entropía del universo.

De noche reptamos serpentinas
con cascabeles en los labios,
y nos enroscamos en ouroboros
dentro de un círculo mágico.

Te acaricio despacio,
y tiemblas como una gota de rocío en mis brazos;
te susurro un beso al oído,
y el lóbulo de tu oreja se estremece como un gajo de mandarina.

Las venas de tu cuello son arroyos que reclaman el drenaje de mis labios,
y tu nuca es la caja de cerillas donde escondo mi silbato.

¡Qué dulce es tu piel, Amor, cuando te muerdo!

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

domingo, 13 de diciembre de 2009


Profética me habla deshaciendo cualquier penumbra
y dejando de ser un laberinto fractal.
'Tu voz', Sara Álvarez

Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan
'Hija del viento', Alejandra Pizarnik


La Esperanza se abandonó a la molicie
bajo la sombra de un sauce,
llorando su mísera suerte a los ruiseñores,
y la Tristeza manumisa halló consuelo en Naxos,
junto a Ariadna.

Allí se hizo un ovillo en el laberinto fractal
de su pesadilla minoica,
añorando el maternal regazo de Pasífae,
y al desenredar la madeja de aquel sueño angustioso
se ahorcó
con un hilo de oro.

Te deseo buen viaje –musitó sin un adarme de contrición el vitoreado héroe de Atenas, y la princesa cretense cerró los párpados como pétalos de una rosa al anochecer.

En Táuride
el silencio hizo hablar a las palabras en el idioma de Tiresias,
pero se tragaron la lengua
en el momento en que iban a confesar su único delito:
ser mudos testigos del sacrificio de Ifigenia.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

viernes, 11 de diciembre de 2009


Fulgurantes, los rayos se extendían como atuendos de princesas entre el noble perfil de las montañas, exhalando una suave luminosidad.
Los hermanos Tanner’, Robert Walser



Éramos dos jinetes cabalgando un rayo de sol,
radiantes como el astro que clava sus espuelas en los ijares de la tormenta
y pulveriza las pardas nubes en jirones de luz;
resplandecientes como el prisma nevado de las cimas alpinas
cuando el cielo vítreo se refracta en el plectro solar
y el horizonte,
escarchado en polícromos espejuelos,
sujeta las bridas del ocaso.

Éramos jóvenes
e indómitos como la cellisca
cuando galopábamos en corceles de viento
por las vastas praderas de fuego
de la eternidad
y blandíamos el látigo
sobre el véspero
con un restallido del disco solar...

...hasta que se fundió el filamento de la bombilla que proyectaba su luz sobre el plaustro dorado de nuestros sueños,
dejándonos a oscuras,
como polillas desorientadas sin un cielo que conquistar.

Éramos dos lenguas de luz enroscadas en un caduceo,
y ahora somos una boca cerrada.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 10 de diciembre de 2009


La Tristeza le cosió botones en los ojos,
para que la Alegría no visitara más su rostro;
luego le cerró la boca con una cremallera,
para que nunca más sonriera;
y finalmente, le despojó de alma
y vació su pe(na)cho de ilusiones y esperanzas
para que no abrigara ningún sueño vano
ni albergara fútiles promesas.

A continuación rellenó su cuerpo de paja y heno,
para que fuera ligero como el viento,
y dándole una última puntada,
lo re-vistió de trapo,
pintándole con sumo cuidado todos los rasgos,
para que nadie se apercibiera del cambio.

Y así,
convertido en un guiñapo,
triste y vulgar remedo de lo que antaño fuera,
fue pasando de mano en mano
hasta que un mastuerzo lo estrujó con tanta fuerza
que acabó por destrozarlo.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

martes, 8 de diciembre de 2009


Te sigo buscando en aquel foro donde te conocí
desde el locuaz silencio de una lágrima que pugna por salir,
esperando inútilmente ver tu nombre escrito en un poema
o leer unos versos que me rocíen los ojos con la brisa salina del recuerdo,
como si fuese posible volver a sentir lo que una vez sentí.

Te sigo buscando como Diógenes con su candil,
rasgando las vestiduras del día con el ontológico punzón de la duda
y prendiendo un crespón negro en la gualda solapa del sol.

Y es que leer poesía se ha convertido para mí
en una experiencia equiparable a pasear por el cementerio
–Montparnasse o Père Lachaise–
en una pluviosa tarde de domingo.

Donde antes veía vida, ahora sólo veo lápidas;
donde antes leía epigramas, ahora sólo leo elegías.

La Muerte escribió en su tumba el epitafio de la vida.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

domingo, 6 de diciembre de 2009


En esta cetrería de besos
donde mi boca es halcón y la tuya paloma,
el cazador es la presa;
la seducción, el señuelo;
y el amor, el trofeo cinegético.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 3 de diciembre de 2009


Hay en el arco gótico de tus ojos
una tristeza ojival,
la muda inscripción de una pena soterrada
o un epigrama luctuoso
cincelado en el pórtico de una iglesia abandonada,
tan provecto como el musgo que crece en la piedra labrada.

Hay en la embocadura de tus ojos
un constante lagrimeo de cariátide
o la jerga abstrusa de una gárgola,
sombría y jovial,
que entenebrece el horizonte
desde lo alto de la torre
con su hiperbórea tristeza.

Cuando lloras,
toda el agua de los océanos aflora a los caños de tus ojos,
que se tensan como las cuerdas de un violín
–híspidas crines de caballo–,
y desaguan
flébiles acordes
y piafan
inmisericordes.

La densa niebla de tus párpados
no oculta
una mirada saducea
que seduce con su sibilino bisbiseo.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.