Blog poesía La luz de tu Faro

En memoria de Sara Álvarez, con Amor, devoción y ternura infinitas. Absorbí tu esencia, y ahora vives en mi poesía. Te devuelvo la vida con mis versos.

sábado, 28 de mayo de 2016

Y morir hasta nacer,
y soñar con el placer
de no ser nadie
ni nada. Liberarse
hasta siempre del mañana,
¡qué vacío y qué fetén!

Como el baile de la muerte
de dos estrellas muy próximas
en un sistema binario,
desde el principio nuestro amor fue
una huida hacia la luz
y un colapso gravitatorio
que sólo puede acabar
con dos galaxias
fundiéndose en una.
Es el ciclo de la vida –ouroboros–,
cataclismos, reacciones nucleares,
nubes de polvo y gas, supernovas,
y el nacimiento de una nueva estrella
allí donde murió otra.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

martes, 24 de mayo de 2016

En esta tarde
de amarillos recovecos
el sol me mira
con la luz inhóspita de un muerto
y el mar afila sus aristas blancas
incrustándose en las rocas
como un parásito de sal.

Las nubes de tu frente
son peces y uñas de azúcar que la tarde parcela,
y en su mecánica de fluidos
los amantes se lamen los poliedros
con el envés de las lenguas. Soy el arañazo
feroz en la carrera delictiva de una media
que la prisa no repara si el calor fuerte no aprieta.
Aquí, en el bulevar de los mártires apuestos,
yo me arrimo a la imposible geodesia de tus vértebras
para flotar como un flagelo azul
en la cadencia exacta de su rala melodía
y tiemblo como un mar de jade en tu orilla afrutada
y blanquísima y tu boca
hiere mi piel como una espada silenciosa
y nuestros gemidos se los lleva lejos –a otro universo,
a otra isla, a alguna remota piel broncínea–
la marea que ya sube.

Tu nombre será el último sabor que mi lengua guarde
cuando la memoria sea ya un pecio en el océano
y el olvido libere su nepente.

Nunca nada fue ni será
donde el viento aúlla su locura
a los cachorros.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

domingo, 22 de mayo de 2016

Siempre, detrás de mí, unos pasos.
A veces son rápidos,
como los menudos pies de una muchacha
que llega tarde a su cita
y el maquillaje se le corre
por la lluvia y el sofoco.
Otras veces, en cambio,
son profundos y graves y amenazadores,
como el asesino que esconde
su rumor tumultuoso
tras la pacífica protesta del gentío
o el zapato que apaga, mezquino,
la colilla.

Siempre, detrás de mí, una sombra.
Podría ser mi sombra
o tu sombra, pero es algo más líquido,
más agraz, como una araña viscosa
que arrastrara su vientre disforme
por un universo mínimo.

Todos tenemos un doble
que nos afrenta la mirada
como un buitre jactancioso.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 19 de mayo de 2016

Y su piel palideció bajo la roja certidumbre del beso.

Parece que te fuiste,
y sin embargo, nunca estuviste más cerca.
Como esa luz fósil
del astro que perdió su llamarada
en la aventura del tiempo y la materia,
el eco de tu piel, su arrullo místico
y su mística pavesa, aún inflama mi piel
arañando nebulosas de estrellas muertas
con la nostalgia de la luz.

Cómo puede ser, a menudo me pregunto,
que lo que ya no esté
siga siendo, que la luz que se extinguió
en otro espacio, en otro tiempo,
brille nueva en mundos nuevos,
o cómo de la más fría oscuridad
puede surgir una bola de fuego.
En este universo nuestro tan desconocido aún,
tan por explorar, tan antiquísimo e inmenso,
hay fenómenos difíciles de explicar –los colores,
la luz, el océano, la vida con sus muchos reinos–,
antes magia que ciencia para los legos,
pero que sabemos que existen con certeza.

Y ahora yo te pregunto:
el ciego que nunca vio,
¿cree acaso en lo que a oscuras palpa
y despierto sueña con los ojos abiertos?
¿No reside su fe en aquello mismo que ve sin verlo?

Pasa un cometa,
y el astrónomo duerme.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 16 de mayo de 2016

Como un mar insólito
que naciera del cráter
de unos ojos lluvianos
o una boca embaucada
por su húmedo oficio
o un novísimo altar
en la lengua derrelicta.

A veces tu tristeza se me muestra
y me señala y pisotea
como un perro caminando bajo la lluvia,
tristeza húmeda y resbaladiza
en una mañana de un domingo cualquiera,
por siempre jamás olvidada.

Mírame ahora.
Soy la persona que nunca quisiste que fuera;
soy el poeta que nunca quiso ser.
Y sin embargo, soy.

Desde la sórdida cucaña de la memoria
me hablas con tu espada seductora
y yo me callo para no oírte más,
pues muchas veces nuestra voz
es el silencio de los otros.
Entiéndeme, mi amor:
hablarte así es un rayo
que no cesa de electrocutarme
hasta la última ceniza,
hasta el último y fatal estertor.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Desperté y estaba solo
–enésimo arrebato místico–.
Esta noche no es una noche cualquiera,
susurraste, enigmática,
mientras la luna ungía de besos tus luengos cabellos
con su luz cenicienta. Hoy morirás
como un ciervo arrodillado frente a los faros de un coche.
Yo dibujaba ciervos en las voces altas de los árboles
y al volver la espalda las sombras me gritaban.
Es muy tarde y el futuro canta
en otros labios.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

sábado, 7 de mayo de 2016

Y él habla así, callando, a las estrellas.
Vicente Aleixandre

Hoy tu tristeza eterna me sonríe
como un sol extinto y sin encías
o una espiral silenciosa
que ilumina los bisontes dibujados
de la infancia. Deambulo
descalzo por tu orilla proscrita
como el mar que entierra
el último presagio de humanidad
en su innúmera voz de adormidera,
en sus azules atalajes,
en su ríspida idiosincrasia
que todos los faros en escorzo
veneran, y cielo arriba, como ocelos
o girándulas o granos de café,
lueñes estrellas me prometen
un nuevo amanecer
lejos de ti.

Son tus ojos lentos y sinceros,
oblongos como un cálamo,
los que, con su escaramuza
de peces y colores, me incitan
pronto al beso. Es el silencio
desarmado de tus labios
el que apresa mi sangre
en cárcavas rosas y cientos
de esquejes y resuelve el amor
en una flor tibia.

A esa hora exacta del conticinio
en que caminan desleídos los fantasmas
del recuerdo arrastrando falsos grilletes
y conchas también falsas, el sueño se apodera
del coral de mis lágrimas con un chapoteo germinal
como de limo, alga o renacuajo, y el canto sonámbulo
del grillo tu locura suicida recrudece.

Aquí, en mi país postrero, ya es
ávida la noche, y yo rápido me hurto
al fuego en la magia bebediza de tu piel
como una caricia extravagante
que no paga aranceles a la osadía
ni recita contraseñas en aduanas fronterizas.
Porque tu piel es esa ínsula prodigiosa
sin bordes ni franjas ni aristas
donde mis esquifes hacen amor de cabotaje
y mis vilanos forrajean en pastos intonsos
y musgos de alcor forastero, oh infinito
desembarco de prístina luz, oh rayo indemne o simiente
dadora de vida que fecundas de kril los anchos piélagos,
como el universo que se expande sin límites abrasando
el vacío de la existencia en un calor feraz y galopante
–universo cada vez más frío a medida que crezco y me alejo de tu ombligo–
o el horizonte que emancipa las crines otoñales
con las más vivas vestes.

Debes saberlo:
serás el último amor que arda en mí
cuando ya no me quede nada más que amar-te-amo
y la vida huya de mis pies como un océano blanco
de espuma, océano espumoso y
blanco, blanquísimo, blanco.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.