Blog poesía La luz de tu Faro

En memoria de Sara Álvarez, con Amor, devoción y ternura infinitas. Absorbí tu esencia, y ahora vives en mi poesía. Te devuelvo la vida con mis versos.

sábado, 7 de mayo de 2016

Magia en la piel

Y él habla así, callando, a las estrellas.
Vicente Aleixandre

Hoy tu tristeza eterna me sonríe
como un sol extinto y sin encías
o una espiral silenciosa
que ilumina los bisontes dibujados
de la infancia. Deambulo
descalzo por tu orilla proscrita
como el mar que entierra
el último presagio de humanidad
en su innúmera voz de adormidera,
en sus azules atalajes,
en su ríspida idiosincrasia
que todos los faros en escorzo
veneran, y cielo arriba, como ocelos
o girándulas o granos de café,
lueñes estrellas me prometen
un nuevo amanecer
lejos de ti.

Son tus ojos lentos y sinceros,
oblongos como un cálamo,
los que, con su escaramuza
de peces y colores, me incitan
pronto al beso. Es el silencio
desarmado de tus labios
el que apresa mi sangre
en cárcavas rosas y cientos
de esquejes y resuelve el amor
en una flor tibia.

A esa hora exacta del conticinio
en que caminan desleídos los fantasmas
del recuerdo arrastrando falsos grilletes
y conchas también falsas, el sueño se apodera
del coral de mis lágrimas con un chapoteo germinal
como de limo, alga o renacuajo, y el canto sonámbulo
del grillo tu locura suicida recrudece.

Aquí, en mi país postrero, ya es
ávida la noche, y yo rápido me hurto
al fuego en la magia bebediza de tu piel
como una caricia extravagante
que no paga aranceles a la osadía
ni recita contraseñas en aduanas fronterizas.
Porque tu piel es esa ínsula prodigiosa
sin bordes ni franjas ni aristas
donde mis esquifes hacen amor de cabotaje
y mis vilanos forrajean en pastos intonsos
y musgos de alcor forastero, oh infinito
desembarco de prístina luz, oh rayo indemne o simiente
dadora de vida que fecundas de kril los anchos piélagos,
como el universo que se expande sin límites abrasando
el vacío de la existencia en un calor feraz y galopante
–universo cada vez más frío a medida que crezco y me alejo de tu ombligo–
o el horizonte que emancipa las crines otoñales
con las más vivas vestes.

Debes saberlo:
serás el último amor que arda en mí
cuando ya no me quede nada más que amar-te-amo
y la vida huya de mis pies como un océano blanco
de espuma, océano espumoso y
blanco, blanquísimo, blanco.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

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