Detrás de mí
Siempre, detrás de mí, unos pasos.
A veces son rápidos,
como los menudos pies de una muchacha
que llega tarde a su cita
y el maquillaje se le corre
por la lluvia y el sofoco.
Otras veces, en cambio,
son profundos y graves y amenazadores,
como el asesino que esconde
su rumor tumultuoso
tras la pacífica protesta del gentío
o el zapato que apaga, mezquino,
la colilla.
Siempre, detrás de mí, una sombra.
Podría ser mi sombra
o tu sombra, pero es algo más líquido,
más agraz, como una araña viscosa
que arrastrara su vientre disforme
por un universo mínimo.
Todos tenemos un doble
que nos afrenta la mirada
como un buitre jactancioso.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
A veces son rápidos,
como los menudos pies de una muchacha
que llega tarde a su cita
y el maquillaje se le corre
por la lluvia y el sofoco.
Otras veces, en cambio,
son profundos y graves y amenazadores,
como el asesino que esconde
su rumor tumultuoso
tras la pacífica protesta del gentío
o el zapato que apaga, mezquino,
la colilla.
Siempre, detrás de mí, una sombra.
Podría ser mi sombra
o tu sombra, pero es algo más líquido,
más agraz, como una araña viscosa
que arrastrara su vientre disforme
por un universo mínimo.
Todos tenemos un doble
que nos afrenta la mirada
como un buitre jactancioso.
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