Atraviésame el corazón con una espada y verás
que de mi pecho abierto no brotan ríos escarlata.
Si algo has de saber, amada mía,
es que no hay muerte en el morir ni vida en el vivir,
no hay nada, sino fatiga,
y que no puede morir lo que ya está muerto
ni vivir lo que murió en vida.
que de mi pecho abierto no brotan ríos escarlata.
Si algo has de saber, amada mía,
es que no hay muerte en el morir ni vida en el vivir,
no hay nada, sino fatiga,
y que no puede morir lo que ya está muerto
ni vivir lo que murió en vida.
Yo no pretendo cambiarte
ni sacudir tus nidos de jilguero.
Tampoco pretendo abreviar del tiempo
la sustancia más opaca
ni dibujar a lápiz el contorno de tus labios
cuando amaneces.
–y amaneces siempre por el este,
como el sol, y como el sol,
nunca te pones sin ponerte–
Sabes que moriría por ti
–hoy, mañana, siempre–
si tú me lo ordenaras,
pero eso nunca te hizo feliz.
Eres tan difícil de complacer.
Apreciabas demasiado el sesgo de mi sangre
y su arduo batir de murciélago,
aunque jamás cabalgaste en mi latido
ni juntos formamos sincronía.
En algún lugar han madurado ya los frutos del olvido,
pero no hay boca que los coma
ni frutos que comer.
Todo es estéril,
como esa partícula jactanciosa de mi nombre
o la lluvia danzarina que se pierde en la bocana
y no fecunda mares ni horizontes ni galápagos.
El miedo sólo existe para quien aduce vivir.
Se han perdido mis lamentos,
pero yo sigo trepando a tu palacio de nubes
sin mirar abajo.
Nadie puede salvarte de ti,
ni siquiera yo
con todos mis poemas malditos
y mis malditos poemas
que tan bien me enseñaste a escribir.
Qué me quieres. Así soy yo.
Me doy a quien menos me merece
y desmerezco de quien más me necesita.
A veces,
para recordar quiénes fuimos
debo olvidarme de quién soy yo.
Y así es todo más fácil,
mucho más fácil,
sin el aquí y el ahora.
El pasado es el presente
y el futuro ya ha pasado
mientras mi cuerpo aún era joven para amarte
y en esta soledad de bosque desbrozado
no había nadie más que tú y yo.
Enséñame a declinar este paradigma
o conjúgame las lágrimas de león.
Y si esto no es poesía,
enséñame otra manera de morir,
que yo solo no sé ya cómo matarme
para volverme a llenar de ti.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.