Blog poesía La luz de tu Faro

En memoria de Sara Álvarez, con Amor, devoción y ternura infinitas. Absorbí tu esencia, y ahora vives en mi poesía. Te devuelvo la vida con mis versos.

miércoles, 31 de octubre de 2012














¿Qué es un billón de años para esta eternidad?

Siempre te amaré.
Y siempre significa siempre.
Desde la singularidad cósmica al Big Bang,
desde la cíclica colisión de los branas
a la cuarta dimensión,
de la materia oscura a la energía oscura,
del todo a la ubicuidad espacial de la nada,
siempre te amaré.
Y siempre significa siempre.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 29 de octubre de 2012


I
Ella le pidió la luna,
y él le cavó una trinchera
en las aurículas de la razón.

II
Ella le pidió la luna,
y él se arrancó una costilla
y la colgó del tablón oscuro de la noche.

III
Ella se hizo al aire,
y él la llamó rapsodia azul
y pájaro ebúrneo.

IV
Ella rompió a llorar,
y él le recompuso el gesto
con un beso salobre.

V
El amor es el planeta más distante,
una luz alucinada,
un cielo ambarino,
el invierno sin abarcas.

VI
Cuando yo me vaya,
la vida migrará a soles más cálidos
y las estrellas caerán al mar
como peces en el palangre.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 25 de octubre de 2012













Lo supo con la palma abierta de la mano.
Lo supo sin bocetos ni palabras ni nada que tachar en la libreta.
Lo supo, y cuando lo supo, se le rasgó la letra.

Y luego este abrazo de vasija rota,
y este sol sin filamentos,
y esta duna tan gibosa que hace pliegues en la sombra
como estrías en un hueso.

Secos están ya los aljibes del verano;
secos, también, los tendales del ayer;
no quedan estorninos en la retama
ni moras que coloreen los labios.

Todo,
todo ha perecido bajo el viento lúgubre de la mañana:
las hojas, las cinchas, incluso las cadenas de la prosa.

Y tú sigues bailando como un dado en el cubilete del tahúr,
segura de tu apuesta,
sin miedo de los números marcados,
confiada a los ardides del azar.

El silencio es la más brutal de las palabras
que puede escupirme tu boca; tu silencio,
que me mata como un disparo a quemarropa.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

martes, 23 de octubre de 2012












Juntos abrazamos la fe del relámpago
y el sutil lamento de las algas.

Juntos comulgamos con la oblea del nostálgico
y la epístola de las armas.

Juntos violamos la incertidumbre del ocaso
con trazas de un azul desportillado.

Juntos postergamos la cita ineludible de la muerte
aun cuando a la misma muerte nos entregamos.

Juntos caminamos por la estafeta del olvido
con los ojos vendados por el sueño
y los labios lacrados de silencio.

Juntos explotamos el sol de los nenúfares
en pompas translúcidas de un metal celeste
y no quedó nada
                               más que ambrosía.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

domingo, 21 de octubre de 2012














¿Quién devolverá la voz a los muertos?
¿Quién dará luz a las estrellas que han dejado de brillar?

Sus ojos brillaban como púlsares en la noche meridiana,
encurtida de estrellas, y yo era el músico ciego
que coagulaba su vientre de luciérnaga en torniquetes
de luz sin otro horizonte que sus besos teñidos de sangre
y un viento gemebundo que me empujaba más allá
de todo mundo conocido, más allá de todo miedo
por conocer.

Tú me enseñaste que el amor es la herida más honesta,
que la muerte amerita más versos que un poema
y que las estrellas sólo duermen cuando dejan de brillar;
así como duermes tú, mi nube estacionada en la lluvia
que llora, alegórica, al invierno en que nos conocimos.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

miércoles, 17 de octubre de 2012












Quisiste escandir las sílabas de mi libídine
con tus manos lábiles, de arpista de sueños,
e izaste con la punta de tu lengua retráctil
mi numen enhiesto como una balada
que se expande sin fin por el universo.

¿Acaso viste en mí la semilla dehiscente
que lleva la vida a fósiles planetas?
¿Acaso tu cítara vibró con mi plectro?

Rimaremos los labios en un beso inmenso
y te encabalgaré
con la métrica del trueno
que rasga la noche de fuego
y me derramaré sobre ti como un aguacero
metafórico, y renacerás, amor mío,
de mi caldo primigenio.

¿Y después qué quedará de nosotros?
La enteca pavesa de un incendio.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

domingo, 14 de octubre de 2012












Floto como un principio holográfico
en tu horizonte de sucesos.
Mi luz no puede escapar a la atracción
gravitatoria que ejerce tu vacío ineluctable.
¿Qué es más denso que la nada?
¿Qué magnitud se arremolinará en el disco de acrecimiento?
–el tiempo, ese epitelio verrugoso, esa rojez subcutánea–
Ejecutamos el baile partícula-antipartícula
y nos desintegramos (radiación de Hawking).
Evaporamos estrellas de neutrones.
La muerte, el principio de incertidumbre.
El amor es un punto de no retorno,
la entropía biyectiva del aquí y del ayer.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 11 de octubre de 2012














Tus ojos tienen el misterio de las catedrales
ungidas por el sol, la luz de los vitrales
que tamizan las bóvedas en una celosía de colores
y ese repiqueteo de lluvia y badajos, de arcana
fe sin sombras.

Tus manos esconden un silencio eviscerado
de caricias talladas en la oscuridad
cuando se tienden como puentes al ocaso
y los dedos patinan en la escarcha.

Tus besos aletean en profundidades abisales,
donde la noche es de un azur opalescente
y la respiración no es más que falta de aire.

Tus labios son un rimero de versos, un engranaje
poético, el último eslabón del empíreo;
y aunque pálidos y yertos, más rojos
que la sangre que corre por mis venas.

Tu lengua es el paisaje sentimental
donde brujuleo sin conciencia ni tiempo,
un ferrocarril volado por la pólvora, la luna
recitada por el fuego.

Tu voz es un vial sin lenitivo,
la extenuación del compás que gira ebrio,
el báculo que hiende mares muertos.

Quisiste bailar sola,
pero este tango es para dos.

Todo lo que escribo a ti te lo dedico,
porque sólo tú aportas una brizna de luz
a este mundo sordo y ciego.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 8 de octubre de 2012














Tú pusiste nombre a todas mis tristezas,
tú conciliaste el manantial con la doncella
y empuñaste la espada que cantaba al ruiseñor.

Mi soledad es una bendición de sangre y arena,
un circo abandonado a la falcata, la gloria
de cicatrices relentes, los pétalos que llueven
como en una boda, desde arriba, longitudinales
y pulidos por el sol.

Yo soy el musgo que amortigua tus pasos,
la garganta del acantilado donde se pierde tu eco,
la zona más umbría del añil.

Yo te quise así, azul marina, mientras tus manos
se abrían como paraguas a la lluvia
y arrancaban las varillas rotas de mi corazón.

¿Cuándo una caricia demoró la espera?
¿Cuándo destronó la causa al azar?
¿Qué clítoris o paráclito avino esta anunciación?

Avista emplumados de flecha
y cauteriza con un latigazo de vírgulas
el azul incólume del cielo
la estela escarificada de un avión.
Nidales y atlas de nubes
más allá del canon alveolado,
infinitos penachos de espuma brumosos
como una diacronía atenuada
o una ménsula sin chapitel.

Los viernes se pierden en la voracidad de la orilla;
son un solsticio de labios, el laberinto equinoccial
donde se imbrican los ombligos al despuntar
las bardas, la vorágine del mundo toroidal
donde orbitan mis lúnulas.

La noche tiene cilicios demoníacos, alcantarillas
donde transcurre la vida sin prisas, ligamentos
destrozados; y de pronto te deslumbra el destello
de un colmillo biselado en la oscuridad y caes
fulminado de espanto.

Se desmaya una hoja lanceolada
por el lóbulo perforado de Altair
y muerde la ondina del labio
con su claxon metafórico.

Y transitas tu destino
como una nube desbastada
o una estrella sin zócalo:
alondra hebillada a la tormenta,
bonancible avioncito de papel.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 1 de octubre de 2012














Cimbrea el ríspido color por la vulva amoratada, tachas
de un carmín ajedrezado; la jugada tantas veces ensayada,
la carúncula en el anexo de la boca, postergando la falacia.

Yo no sé qué te hice para que te convirtieras en esta nada
que todo lo llena, en esta luna destetada. No sabía que el infinito
podía ser más largo que un silencio ni que el vacío podía colorear
las esquinas de las fotos con el sepia del pasado. Y este placer
de hurgarse la herida, y este buscarse la sangre tras las venas.
¿Qué decir, si todo lo que veo ya ha pasado, si la luz es un engaño
que oculta el sentimiento bajo la escarcha del tiempo? Décimas
de fiebre, fracciones de segundo, danza en la esfera el minutero.
¿Besé tu piel de estrella hasta el cálamo ardiente?                                                 Supernova.
¿Tembló tu luz guillotinada detrás de mis cendales?                                                Revelación.
¿Ungí con mi éter el grial de tu escafandra?                                                 Videterna.
Desapareciste en la miel que unta los dedos, en el fogonazo del queroseno.
Y han pasado tantas lunas que se ha deshecho la noche entera
con la madeja de todos nuestros huesos.

Estrangulé la poesía para que tu voz se callara en mi cabeza,
pero al final siempre sonaba la misma melodía. Y eras tú,
envuelta en música, la ofrenda que una vez tanto quisiera.

Sus ojos de luna falciforme
astillaban la matraz del universo
en esquirlas de una luz arlequinada,
cráteras de vino y sangre maridadas
en sazón, la noche informe,
para un hombre sin atmósfera.

El sueño pernocta en los labios de la lluvia
como un laberinto ambivalente, residual,
y los ojos son urbes recónditas, océanos
de un solo tallo, océanos sin vida.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.