Blog poesía La luz de tu Faro

En memoria de Sara Álvarez, con Amor, devoción y ternura infinitas. Absorbí tu esencia, y ahora vives en mi poesía. Te devuelvo la vida con mis versos.

miércoles, 20 de julio de 2016

No sé si todo empezó contigo
o si tú fuiste la causa de todo,
pero antes de ti no había nada –(d)año cero–.
Tal vez por eso te llamé mi pequeño universo.
Tú diste significado a mis metáforas
con tu erótica polisemia
de faros, acantilados y mareas.
Fuiste tú el verde musgo de mis ojos
y la rodilla temblorosa de mi helecho–sin(an)estesia–.
Nunca hubo, me dijiste, amador más perfecto,
y yo me lo creí, siendo el aborigen de tu danza.
Así llegué a besar la orilla púrpura de tu estrella gemela,
y el ruido de la vida se volvió un oro de líquido silencio,
como cuando todos los presentes creen haber presenciado
un hecho insólito e irrepetible y sólo pueden callar
y mirarse asombrados los unos a los otros,
haciéndose mudos partícipes del acontecimiento
–el 10 de Comaneci–.

Y el amor, que se empotra
en mi locura
como en un perfecto alunizaje,
¿no podrá debelar los bastidores
tumefactos de este rayo estéril?

Y estas manos mías,
que profanan el velo núbil de tus ojos
con su fino tacto de lluvia,
serán tu casa austera
y el vergel donde se ocultan las mandrágoras.

Y fue entonces, extrañamente,
cuando comprendí que ya te habías ido,
que nunca jamás volverías,
cuando comencé a sentirme bien.

Si todo lo que amo muere,
mi amor murió contigo.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 14 de julio de 2016

Me abrazas como una estrella muerta
que entrega su último residuo de luz
a la gravedad astringente del beso,
y yo te miro como un dios cansado de serlo,
nucleótido, colapsado
y sin la reciedumbre de aquel árbol
salutífero que un día fuera savia fértil
para tus labios entecos.

Tu soledad se parece tanto a mi Tierra,
pero es un planeta hostil e inhabitable
que te mata al respirarlo, y yo no sé
cómo filtrar este aire tuyo envenenado
que sublima mis huesos en volutas
de humo negro.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

domingo, 10 de julio de 2016

Como una nota manuscrita
metida entre las páginas de un libro
que declara su amor
a una mujer desconocida
o una carta perfumada
que alguien quemó antes de leer,
así te amé yo, con la azarosa esperanza
de un paraíso recobrado
en el interior de una botella de ginebra
tragada y escupida por el océano
en el blanco arenal de una playa desierta.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

viernes, 8 de julio de 2016

Tus labios como una luz apócrifa
que veranea en los fundíbulos narcotizados
de la memoria; tu voz, el crujido ocre de una alcuza rota.
Tu sexo es como una flor espúmea que descorcha su aroma
en la noche estival, y yo la libo
hasta hacerme pájaro e insecto, estremecimiento
involuntario de dos élitros que se frotan
en la proximidad candente del aliento
vulnerando tacto y piel, piel y tacto.
Así mi corazón eyacula alondras
como partículas de agua en suspensión
–chorro diáfano de avispas carnívoras–,
circuito cerrado
donde la luz extorsiona
la naturaleza espuria del símbolo
con sus drones militares.
La lluvia es esa pequeña muerte
que a todos nos desnuda, no importa
lo abrigado que uno esté. Ya es tarde,
amor, para soñarnos con las manos,
ahora que el silencio invade mi carril.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

domingo, 3 de julio de 2016

De Chardonnay a Epaminondas,
noche arriba, noche abajo,
todo silencio me habla de ti.
Alguna vez lo supe, pero tan pronto
como lo supe, lo olvidé.
Toda mi vida ha sido
una preparación para este instante.
La tristeza en sus múltiples ángulos,
el dolor que se anticipa a la derrota.
Aquel tiempo en que una iglesia
devenía cementerio.
Disculpa si te amé.
La lluvia caligrafía tu nombre
en la espalda del fauno
y el ánima del cañón escupe furiosa
su muerte. Desde aquí puedo oír
el silencio desabrigado
de los mármoles, la intrusa
voz de las pirámides
que se alzan a lo lejos
como veranos afónicos
o mariposas invidentes.
Y así, como una llama perezosa
que derrama su último credo
en un baile nocturno de cintura indescifrable
o una luz que quiere hacerse sombra
en lo más sombrío del ágora,
te apagaste. El mar se veía
como un reloj antiguo y ceremonioso
y los motores de las lanchas
rugían asmáticos. Tu beso flotaba
entre mis labios como un copo de nieve
flota en la noche elástica y fundida
y una gotita lúbrica resbalaba
por la comisura estornudando su polen.
De ahí en adelante todo fue capitular.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.