El último sabor
En esta tarde
de amarillos recovecos
el sol me mira
con la luz inhóspita de un muerto
y el mar afila sus aristas blancas
incrustándose en las rocas
como un parásito de sal.
Las nubes de tu frente
son peces y uñas de azúcar que la tarde parcela,
y en su mecánica de fluidos
los amantes se lamen los poliedros
con el envés de las lenguas. Soy el arañazo
feroz en la carrera delictiva de una media
que la prisa no repara si el calor fuerte no aprieta.
Aquí, en el bulevar de los mártires apuestos,
yo me arrimo a la imposible geodesia de tus vértebras
para flotar como un flagelo azul
en la cadencia exacta de su rala melodía
y tiemblo como un mar de jade en tu orilla afrutada
y blanquísima y tu boca
hiere mi piel como una espada silenciosa
y nuestros gemidos se los lleva lejos –a otro universo,
a otra isla, a alguna remota piel broncínea–
la marea que ya sube.
Tu nombre será el último sabor que mi lengua guarde
cuando la memoria sea ya un pecio en el océano
y el olvido libere su nepente.
Nunca nada fue ni será
donde el viento aúlla su locura
a los cachorros.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
de amarillos recovecos
el sol me mira
con la luz inhóspita de un muerto
y el mar afila sus aristas blancas
incrustándose en las rocas
como un parásito de sal.
Las nubes de tu frente
son peces y uñas de azúcar que la tarde parcela,
y en su mecánica de fluidos
los amantes se lamen los poliedros
con el envés de las lenguas. Soy el arañazo
feroz en la carrera delictiva de una media
que la prisa no repara si el calor fuerte no aprieta.
Aquí, en el bulevar de los mártires apuestos,
yo me arrimo a la imposible geodesia de tus vértebras
para flotar como un flagelo azul
en la cadencia exacta de su rala melodía
y tiemblo como un mar de jade en tu orilla afrutada
y blanquísima y tu boca
hiere mi piel como una espada silenciosa
y nuestros gemidos se los lleva lejos –a otro universo,
a otra isla, a alguna remota piel broncínea–
la marea que ya sube.
Tu nombre será el último sabor que mi lengua guarde
cuando la memoria sea ya un pecio en el océano
y el olvido libere su nepente.
Nunca nada fue ni será
donde el viento aúlla su locura
a los cachorros.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
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