Música lenta para un día de lluvia
La dejé marchar
sin prisas en los labios.
Se fue encorsetada en la belleza
de un amanecer núbil y diáfano.
Temblorosa como una gota de rocío,
así se anunció la mañana;
más allá de toda sombra,
más allá de su agonía.
Llovía una música lenta
que acariciaba el corazón
y los árboles no temían a los rayos.
Las hojas febriles adobaban
un paisaje lunar
tamizado por la escarcha
y orzuelos de una luz glauca.
¿Y el cielo?
El cielo era de un vespertilio ocre
hilvanado en la hojarasca.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
1 comentarios:
La prueba más grande del amor, aceptar su partida...
Como siempre poeta, inigualable.
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