Los labios penitentes
La mano temblaba en el río
y su cántico sangraba como un ciervo herido.
Y pensó que la muerte era una prolongación de su ceguera.
La hebilla que eriza la noche de alfileres inauditos.
El costal lacerado de todos los herejes.
Los labios penitentes.
Ulcerados.
Cosidos.
Miró sin sombra en los ojos
y contempló el preámbulo de una orilla.
La distancia entre aquellos dos puentes.
El brocal insalvable.
La niebla infinita.
La exánime bujía.
Y la luna que cabrillea en las aguas frías
como un delfín embreado de lujuria.
O una máscara mortuoria
que al dejar de mirarla sonríe lasciva.
Todo ocurre despacio a este lado del río.
Los dioses no pagan diezmos a los hombres
y los clérigos rezan bajo tierra.
Como gusanos.
Suspiró bajo el amplio techo
un proscenio de estrellas
y el cielo nocturno murió congelado.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
1 comentarios:
Qué hermosa es tu poesía, aún cantando a la muerte, distancias, aflicciones y brumas; siempre fascinante en tu línea. Me ha gustado mucho el primer párrafo "la distancia entre aquellos dos puentes" "la niebla infinita" y la imagen del ciervo besándose con su reflejo.
Un abrazo, querido poeta.
Publicar un comentario