Blog poesía La luz de tu Faro

En memoria de Sara Álvarez, con Amor, devoción y ternura infinitas. Absorbí tu esencia, y ahora vives en mi poesía. Te devuelvo la vida con mis versos.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Cuenta la leyenda (Ayalga)


Cuenta la leyenda que en los bosques de Asturias habitaba una dríada que dormía al pie de un sauce centenario, donde antaño fumara a escondidas su abuelo, y que hacía de las aguas cantarinas del arroyo su solaz y su remanso.

…que la primavera glaseaba su vientre almendrado con el polen de las flores y la miel de las colmenas, y que el Céfiro, con su caricia montaraz, arrebolaba sus pálidas mejillas con afeites de jazmín, sándalo y cedro.

…que la brisa floral acicalaba su bruna cabellera con una jícara de besos, y que sus labios tenían el dulce sabor de la cereza molida en un almirez de enebro.

…que el espíritu del bosque flameaba relámpagos undívagos cuando el amor coruscaba amapolas en el retablo de sus pupilas, encendiendo el candil de las estrellas, y que los faunos danzaban al compás de sus latidos tocando el crótalo y la flauta travesera.

…que después de cada lluvia, amanecía trémula como un pétalo, perlada de néctar y rocío, y nimbada por una nube de abejas zangolotinas.

…que cuando entonaba romanzas, una bandada de pájaros surcaba el cielo de sus ojos, erizando sus pestañas de híspidos manojos.

…que las arañas le tejían brocados y volantes con sus ruecas sedeñas, y que recamaban sus vestes con hilos de seda, como un telar de laboriosas hilanderas.

…que las cigüeñas colgaban sus nidos en el almiar de sus manos, y que los polluelos piaban al unísono como un corifeo, crotorando.

…que amansaba una jauría de lobos con la suavidad de sus dedos, y que al acariciarles el lomo, sin miedo, le lamían dóciles como corderos.

…que los árboles chasqueaban sus ramas y tapizaban el suelo de bayas y hojas secas para alfombrar sus pisadas, y que entonces, el ocre del otoño crujía bajo sus pies descalzos, como escarcha, y el rumor de su falda estampaba flores en la tierra árida.

…que su piel nívea suspiraba requiebros y ternezas cuando la hiedra invasora le trepaba por el pecho, y que, con ojos somnolientos, exponía su cuello místico al silbo de la floresta, que le susurraba jilgueros en el tresillo de la oreja y le trenzaba fractales de helechos en el pelo.

…que cuando anochecía, se bañaba desnuda en los rayos de la luna, y que al querer tocar su reflejo en el agua, el hechizo se desvanecía.

Cuenta la leyenda que aquesta dríada llamábase Sara, maguer los pastores, en sus églogas, la conocían como Ayalga, la ninfa asturiana.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

4 comentarios:

Desde el bar
13 de noviembre de 2009, 3:06

Que belleza Oscar. Que vuelo lleva tu pluma para lograr tanta belleza.
Saludos.

Alejandro

Isabel Moncayo Moreno
13 de noviembre de 2009, 14:24

Digo como Alejandro, qué belleza Óscar, una vez más me quedo prendada de tus letras, te han salido xanines y duendes de tus mágicos dedos. Encotraste una chalga, que es el tesoro que guardan las Ayalgas y que no todos son capaces de apreciar, el canto de tu Dríada ha llenado tu hoja de engalanados versos, Sara vivirá siempre en este bosque de sueños o de ensueños, como su poema, y tú siempre serás el Cuélebre guardián que la protege, o al revés, ella te acuna con sus manos de ramas y su canto de hojas.

Me encanta, por lo que me toca el alma por la mitología asturiana, es una gozada leerte Óscar.

Un fuerte abrazo.

Clara Schoenborn
13 de noviembre de 2009, 21:02

Este escrito tuyo me hizo volar sobre el territorio de la magia, ahí donde solamente se puede llegar a través del más puro sentimiento. Has creado un hada encantadora. Un abrazo.

Yoko-Tomoto
14 de noviembre de 2009, 18:05

Yo no conozco pero he imaginado. Lamento si fuese una grosería de mi parte deciros que es un bosque de tierra el que imaginado, con brazos de agua, lagos y neblina que surcan en él.

Vuestra dama es privilegiada en un entorno mágico que eleva a los corazones a un solsticio de vida. Donde ella clamada en los vientos que genera un esencia de armonía.

Es hermoso, parecido a los cuentos que solía contarme mi abuelo. Es ahora vuestra dama Sara un ser legendario y por ende eterna.

Con afecto
Alejandra

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