Paradoja EPR o amor cuántico
Imagina que un día despertaras en otro planeta, que el principio de incertidumbre obrara un azar tan prodigioso sobre tus átomos que el mismísimo Heisenberg se restregaría los ojos de pura incredulidad. Estarías aquí y allá, conmigo y sin mí, viva y muerta, propincua y lejana. Duplicada. Leda atómica. Dicotómica. ¿Cómo sería estar viva y muerta al mismo tiempo?, ¿cómo viajar sin moverse por los confines del universo? Somos partículas entrelazadas, el entrelazamiento cuántico de dos electrones separados por galaxias enteras y unidos por una función de onda. Y en nuestra condición de fotones, coruscamos. Y en nuestra condición de fotones, fluctuamos. Si tú estás viva, yo estoy muerto; y viceversa. Somos la desigualdad de Bell, el gato de Schrödinger, el puente de Einstein-Rosen, el salto del espín. El amor es un estar y nunca ser. Amor cuántico. Amor más veloz que la luz. Amor antimateria.
Fue por eso que ya te amaba antes de nacer, y después de muerto, te amaré.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
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