Blog poesía La luz de tu Faro

En memoria de Sara Álvarez, con Amor, devoción y ternura infinitas. Absorbí tu esencia, y ahora vives en mi poesía. Te devuelvo la vida con mis versos.

jueves, 1 de agosto de 2013

Soir bleu










Para alguien que ha muerto tantas veces sobre el escenario, ¿qué representa una muerte más? Despidámonos disfrazados de payasos, como Edward Hopper y Josephine, y deroguemos de una vez por todas esta Commedia dell'Arte. Y que su aplauso caiga sobre nuestra conciencia. Tú lo sabes. Soy más loco que Pierrot.

Podía haber estado allí, pero no estuve. Podía haberme pasado a mí, pero no me pasó. Porque yo no estuve en ese tren, y sin embargo, estuve en un tren que hizo casi el mismo recorrido, que pasó casi por las mismas estaciones y que atravesó, a menor velocidad, las mismas vías. A veces la diferencia entre vivir o morir está en saltarse un bache del camino o en cerrar los ojos al entrar en un túnel.

Pienso en esas maletas abandonadas, sucias y golpeadas y no se me ocurre mejor imagen de la soledad. Somos el equipaje sin facturar, el asa que perdió a su maleta, el nombre desvaído en la etiqueta, la lluvia ilegible de una misiva extraviada en quién sabe qué anaquel. Leemos y no nos cansamos de llorar.

Miro por la ventanilla y me entretengo dándole forma a las nubes. Aquel cirro parece un escorpión con el aguijón levantado, dispuesto a asestar el mortal picotazo. Aquella otra nube de contornos pálidos y difusos y como pulidos por un buril de luz es un centauro sujetando el timón de una nave. Y aquel cumulonimbo es un zorro con las garras afiladas que rasga el cielo índigo. Las nubes más bajas, las que casi se funden con la nieve derretida de las montañas, tienen una textura vaporosa de acuarela. Allí se pueden atisbar tortugas, peces y extrañas criaturas de oblongos tentáculos. Hay, incluso, gigantes que sostienen en las manos sus cabezas amputadas. ¿Quién no ha jugado a adivinar criaturas en el vaivén de una nube?

Si aquellos seis meses de angustia y espera hubieran servido para luego pasar contigo el resto de mi vida, habrían valido la pena. Y hasta un año que hubiera esperado carcomido por las dudas, sin saber si mi esperanza tendría recompensa, lo habría merecido; no habría sido ninguna merma, quebranto o desdicha. El tiempo no es un sacrificio demasiado grande cuando la ilusión lo supera. Y te diré que incluso ahora que estoy sin ti, con todo cuanto he sufrido en estos años aciagos que han sucedido a tu pérdida, pienso que valió la pena; y si pudiera volver atrás, haría exactamente lo mismo: enamorarme de ti. Porque era feliz en mi tristeza, y nada elevaba más espíritu, y nada avivaba más mi poesía que el deseo de estar junto a ti.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

1 comentarios:

Tatiana Aguilera
2 de agosto de 2013, 3:22

Siempre vale la pena amar. El tiempo es un relativo que nunca terminamos de entender.
Como siempre, bellísimo Óscar.

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