La pubertad cercana a las Pléyades
La vida es una herida que sólo curar puede la muerte.
¿Eres tú el círculo que cierra todas mis heridas?
¿Eres tú la poesía que restalla en mi cabeza?
Los faros se ciñen a la luna, y al abrazarte
sé que somos un bosque desnudo, un pie apenas
insinuado a la lluvia. Lo sé y no me preguntes cómo.
Mi verdad es absoluta. Mi verdad es un templo sumergido
en oleadas de espuma. Presto oídos al rumor de tu decir
–y tú sabes decirme como nadie–. Oigo el callar de tu mirada.
Su profecía fragorosa. Tus ojos son un espejo de silencio
–espejo glauco y nepente donde al dormir lavo mis heridas–.
Tus ojos son un espejo de silencio y en ellos me adivino.
Tus ojos amortiguan mi llamada cuando al llamar te nombro
disoluta. ¿Qué fugitiva llamarada es ésa que enciende
tus mejillas y repuebla todos mis cendales?
Haces bien en silenciarte, pues en tu callar está en mi derrota.
Amar es creer que todo puede ir bien cuando sabes que todo irá mal.
La vida te enseña a creer que el amor, este amor, es un engaño
necesario, pero ¿qué hay de necesario para un hombre tan superfluo?
¿Qué hay más necesario que desengañarse para morir bien?
Y morir en el espacio con una bonita vista de la Tierra. Tan azul,
tan ingrávida. Como una de esas canicas de colores
con las que jugábamos de niños. La pubertad cercana a las Pléyades.
El universo en una canica. Empieza la secuencia infinita,
la repetición de lo que algún día es y será. No dejas un solo número
al azar. ¿Qué cálculos harás para devolverme la noche?
Me dejo seducir por el mecanismo imperfecto de tu corazón,
por su arritmia dionisíaca. Me dejo atravesar por tu lanza de luz.
Me falta el aire. Enséñame, Dios, tus matemáticas inmorales.
Enséñame el bautismo de los soles. Enséñame a brillar
en la oscuridad como una tumba de luciérnagas.
Enséñame cómo haces para estar en todas y en ninguna parte
y yo te adoraré sin bajar la vista del cielo. Te adoraré, sí,
sin misericordia, y seré, te lo prometo, tu siervo más devoto.
El viento que un día agitó tus cabellos,
ese viento nunca más volverá a silbar en mis oídos.
Descansa en mí o muere, yo te imploro.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
4 comentarios:
Me dejaste sin palabras que decir, y tampoco puedo escoger un verso que me guste más que otros; si todos me gustan y todos son hermosos, y la música es tan bella.
Gracias, Óscar
Ío
"La vida es una herida que sólo curar puede la muerte".
Me encanta este verso. Que tengas un buen día.
"Enséñame, Dios, tus matemáticas inmorales.
Enséñame el bautismo de los soles"...Dios es un evento o situación necesaria para continuar viviendo. Necesitamos saber o sentir que un gran matemático ha jugado con las cifras y nos ha diseñado una secuencia con hechos lógicos. Tememos saber o sentir que la nada vendrá después.
Un abrazo querido Óscar. Tu poesía simplemente es maravillosa.
Hermosa propuesta, Óscar, me sigues subyugando con esas imágenes tan bellamente descritas y originales. Siempre es un placer venir a tu espacio. Recibe mis cordiales saludos junto con un abrazo.
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