Patuco
Había un patuco tirado en la calle.
Había en la calle
un zapatito de fieltro blanco de niño
sin niño, tan solo y desamparado
como el pie que lo perdió.
¿Y por qué se dice a menudo,
y por qué de común se piensa
que fue el niño el que perdió el zapato
y no el zapato el que al niño perdió?
Porque este patuco –es necesario
decirlo–, perdió a su pie,
ese piececito de bebé
que un día lo calzó
y que –quién sabe
por qué extraño designio–
lo dejó ahí abandonado,
a la intemperie,
en el parque,
sobre el tocón de un árbol,
como a una seta
de ésas que tanto proliferan
a las puertas del otoño
o una hoja marchita
de las muchas que ahora empiezan a llover.
¿Qué habrá sido de su otro par?,
¿y del pie calzado?,
¿y del pie descalzo?
¿Acaso no habrá notado
aquel pie
su desabrigo?
Una de dos,
o al zapato izquierdo le falta su pie zurdo,
o al pie derecho le falta su zapato diestro,
porque no es cómodo calzarse
el zapato del otro pie.
En cualquiera de los casos,
uno de los patucos perdió a su gemelo,
y así se quedaron, impares
e inservibles, porque, como todos
sabemos, un solo zapato
no calza ambos pies.
Había un patuco tirado en la calle.
¿Dónde estará el pie que lo perdió?
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
Había en la calle
un zapatito de fieltro blanco de niño
sin niño, tan solo y desamparado
como el pie que lo perdió.
¿Y por qué se dice a menudo,
y por qué de común se piensa
que fue el niño el que perdió el zapato
y no el zapato el que al niño perdió?
Porque este patuco –es necesario
decirlo–, perdió a su pie,
ese piececito de bebé
que un día lo calzó
y que –quién sabe
por qué extraño designio–
lo dejó ahí abandonado,
a la intemperie,
en el parque,
sobre el tocón de un árbol,
como a una seta
de ésas que tanto proliferan
a las puertas del otoño
o una hoja marchita
de las muchas que ahora empiezan a llover.
¿Qué habrá sido de su otro par?,
¿y del pie calzado?,
¿y del pie descalzo?
¿Acaso no habrá notado
aquel pie
su desabrigo?
Una de dos,
o al zapato izquierdo le falta su pie zurdo,
o al pie derecho le falta su zapato diestro,
porque no es cómodo calzarse
el zapato del otro pie.
En cualquiera de los casos,
uno de los patucos perdió a su gemelo,
y así se quedaron, impares
e inservibles, porque, como todos
sabemos, un solo zapato
no calza ambos pies.
Había un patuco tirado en la calle.
¿Dónde estará el pie que lo perdió?
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
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