Canto melanesio
Tu cuerpo era el único país donde me derrotaban.
Juan Gelman
Todos los poetas viven
en el sueño alborotado de unos ojos
que se arriman
al marfil de su filmar.
Como un aleteo de ronca espuma
emerges
del párpado danzante
de la lluvia
que dibuja círculos
en la niebla pitañosa, y desnuda
te sacudes el élitro furioso
de la tempestad que rezonga
como un polluelo hambriento
y ciego
que acabara de romper
el cascarón.
Así te quiero yo,
con la lenta ablución del beso
que retiene, mudo, su solfa
–aflora el falo a su floresta–
y el calor inguinal
que adjetiva nuestros sexos
y separa a pares los océanos
cuando devienen bocana
y crisol, con el labio invertido
de los astros que se anexan
a una luz más temprana que el tiempo
en su botánica de esqueje.
¿Puedes verlo?
Sus raíces, sus ropajes, su rupestre alacridad.
El amor se nos ofrece ahora
como una eucaristía procariota
o un canto melanesio, divino
farallón que el cielo estampa
con el corazón dislocado
por las ánimas
y un reflujo de sirenas.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
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