La niebla de los puentes
Ahora reconozco tu pulsación
y su timbre de amianto.
Llueve en canal por los vértices
de la mayéutica, y no hay ni un solo
ornato de fiebre en la carcasa.
El reposo es un son desaplicado,
un corolario funesto de pústulas
en retroceso, como la retícula
de un ciego o el erial del agrimensor.
Todo ocurre sin ambigüedades,
aunque la elección sea siempre impar
y al jinete le fusile la carlanca.
Mi amor rasura hasta lo más terco
del fraseo, nimiedades sin costra
ni plafón, ensalmos de arco oblongo.
Nadie verá crujir el mar en este orbe
sinuoso ni el estupro de las olas
en su blancura de esturión. El viento
guillotinará el pábilo de una vela
en la secuela sin tirador
como la estela rasgada de un bisturí.
¿qué cintura vadeó la alhóndiga?
¿quién desvirgó a la fusta temprana
si el aljaraz tenía un solo eje?
tu voz altera el equilibrio de los puentes
con la arquitectura de los pasos perdidos,
y la niebla hechiza el almirez.
¿cómo pudo el recuerdo hilar la anemia de una jamba?
¿en qué marisma sucumbió mi suerte?
los golpes del silencio son arcadas
sin esqueje, esquirlas de lento estío
y ablución dominical.
Y el dolor queda como la marca del bikini
o el cerco del vaso en el mantel; una lúbrica
gota de sudor entre dos piernas cruzadas.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
3 comentarios:
Bella forma de dar forma al dolor. Aun así, yo, que sé lo que es el dolor me niego a aceptarlo. Los puentes son puentes y no nacieron para la niebla ni para el dolor. Los puentes son vértices. Los puentes nos buscan. Tal vez los puentes te buscan más allá de tu respetable y sangrante dolor.
El recuerdo es un mar bravío que a veces se calma, otras retoma su fuerza y nos embiste con la nostalgia. Existen heridas que nunca dejan de sangrar, y nos acompañan como cicatrices abortadas que aceptamos, porque nuestro deber es continuar.
Un abrazo Óscar, mis respetos a tu poética arrebatadora, de alto vuelo literario.
Irreparablemente nacimos con dolor, vivimos con dolor y moriremos con dolor. Es parte de la vida, de esa enseñanza cruel que nos hace madurar e irónicamente a apreciar un tanto más la vida. El dolor es la niebla que nos envuelve a cierta hora del día y nosotros somos puentes intentando resurgir en medio de la bruma; y somos tan resistentes, tan fuertes en nuestra estructura que logramos, cada día, esparcir la niebla y ser conectores entre ese dolor que hiere y motiva la melancolía, y el encuentro con uno mismo que lleva a superar la aflicción y a la serenidad.
Bello poema, mi querido Óscar.
Un gusto volver a tu mar de metáforas.
Abrazos.
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