Piel adentro
Acaricias los sarcófagos de mi piel
como el párpado abocado a la tormenta,
sin razones que alberguen otra duda
más renuente que el ocaso cincelado
sin buril ni piedra viva.
Qué fue de las garzas engarzadas a la égida
y de los mapas oscurecidos por esta noche
intangible que se ampolla en nuestras pleuras.
Qué hay de mí si no hay calor
en el fuego trasudado
de tus estivales, o en ese cordón
de lengua atado a la insuficiencia
del no ser.
No hay más saludo que el adiós
cuando ya no queda nada que decirse
y al bajar se nos caen las escaleras
peldaño a peldaño, y la caída
es inevitable, como el mar
en su incesante desamparo.
La tristeza gime piel adentro,
sin cristales, celos o celosías,
y la lluvia sólo moja a quien la mira,
da igual lo lejos que ella esté.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
como el párpado abocado a la tormenta,
sin razones que alberguen otra duda
más renuente que el ocaso cincelado
sin buril ni piedra viva.
Qué fue de las garzas engarzadas a la égida
y de los mapas oscurecidos por esta noche
intangible que se ampolla en nuestras pleuras.
Qué hay de mí si no hay calor
en el fuego trasudado
de tus estivales, o en ese cordón
de lengua atado a la insuficiencia
del no ser.
No hay más saludo que el adiós
cuando ya no queda nada que decirse
y al bajar se nos caen las escaleras
peldaño a peldaño, y la caída
es inevitable, como el mar
en su incesante desamparo.
La tristeza gime piel adentro,
sin cristales, celos o celosías,
y la lluvia sólo moja a quien la mira,
da igual lo lejos que ella esté.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
1 comentarios:
Bello siempre será leerte poeta, la estrofa final: insuperable. Un abrazo siempre Óscar.
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