El lenguaje de los suricatos
Hoy te he dejado otro mensaje en el buzón de voz
para que escuches mi silencio y mi respiración,
o quién sabe, tal vez para escucharlos yo.
–y tu voz huele a tierra fértil y lluviana,
al relente de las noches estivales
que rocía al astro durmiente
con una pléyade de sueños–
La soledad es un dédalo encantado y misterioso
o un engaño que cose heridas sin hilo y sin dedal,
y aunque tú lleves coderas en los hombros
y pájaros en los bolsillos que te vuelan sol-edades,
jamás podrás retornar a la otredad
del que nunca quiso ser ni que lo fueran para él.
Nunca, digo, fui capaz de adentrarme en los médanos
de tu piel ni de aprehender la jerga abstrusa de tus labios,
pero supe leerte como se lee una canción, con el
sentimiento de la música que no precisa de una letra
que la explique y la subraye, así como se entienden
los gatos de roca con la lluvia mansa
y el viento cimarrón en la montaña,
con el más universal de los lenguajes,
que es el
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
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