Podredumbre
Cuántas piedras dejó la sed
en la boca sucia de los peces.
Cuántas ampollas reventaron
por estos ríos negligentes
sin émbolos o rodetes.
Tu tristeza me perfora
las arandelas de la piel
como una fauna autóctona
difícilmente gobernable
o una nube encarnizada
en su aliento de mimbre.
Eventualmente
te disfrazas en mi nuez
con números ordinarios
y un genitivo muy disperso
a la espera de algún mordisco
más blando que el mar.
Este pie
tiene una orilla gemela
donde rezan los hidalgos
al filo del verdín
y un escorzo de hormigas
y un manantial decomisado
de halógenos.
Saborea la ternilla
ahora que el dilema
aguanta la presión
y la goma reseca
los órganos superlativos.
Se me impone,
una vez más,
tu tacto invisible, tu luz
detenida de cenotes
como una refriega esquimal
o una pared idiomática.
Qué próximo está a vivir,
me digo, al fin,
esta podredumbre sin tierra.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
en la boca sucia de los peces.
Cuántas ampollas reventaron
por estos ríos negligentes
sin émbolos o rodetes.
Tu tristeza me perfora
las arandelas de la piel
como una fauna autóctona
difícilmente gobernable
o una nube encarnizada
en su aliento de mimbre.
Eventualmente
te disfrazas en mi nuez
con números ordinarios
y un genitivo muy disperso
a la espera de algún mordisco
más blando que el mar.
Este pie
tiene una orilla gemela
donde rezan los hidalgos
al filo del verdín
y un escorzo de hormigas
y un manantial decomisado
de halógenos.
Saborea la ternilla
ahora que el dilema
aguanta la presión
y la goma reseca
los órganos superlativos.
Se me impone,
una vez más,
tu tacto invisible, tu luz
detenida de cenotes
como una refriega esquimal
o una pared idiomática.
Qué próximo está a vivir,
me digo, al fin,
esta podredumbre sin tierra.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
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