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Te he buscado en el verde
vagaroso de las algas
de esqueje acrobático
y nostalgia plantar
y en los acantilados
de ríspida garganta
y voz de acuarela
donde rompen los mástiles
y las sirenas
en prófugas esquirlas de sal.
Te he buscado en la corteza
reluctante de los sauces
con forma de dríade
y en los helechos reacios
a la caricia de mi mano
–próvida mano mía en tu lecho marino–.
Te he buscado en las ortigas
y en las zarzas
y en las más rozagantes manzanas
del jardín de las Hespérides.
Te he buscado en la lluvia peregrina
y en la arena de las playas
y el eco de las caracolas
y en el azul incólume del mar.
Te he buscado en los faros astigmáticos
donde se asila, inocente, la mañana
en retículas de un ámbar mineral
y en la hiedra escrupulosa
que escala piedra a piedra los solsticios.
Te he buscado en la luz pretérita
de las estrellas más diáfanas
y en la naranja arábiga de los gramófonos
y en el edicto de los dioses que ofrendan
la vacuidad de su prosapia
al canope visceral del faraón.
Te he buscado en el musgo ojeroso
de mis noches más umbrías,
pero su tristeza era tan eterna
como eterno es mi decir de ti.
Te busqué donde siempre te he buscado
y nunca, hasta ahora, te pude encontrar.
Te busqué –una y mil veces,
hoy, ahora, ayer–,
y por no hallarte,
conmigo me encontré
cara a cara
doblándome el brocal
de la mirada ausente.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
vagaroso de las algas
de esqueje acrobático
y nostalgia plantar
y en los acantilados
de ríspida garganta
y voz de acuarela
donde rompen los mástiles
y las sirenas
en prófugas esquirlas de sal.
Te he buscado en la corteza
reluctante de los sauces
con forma de dríade
y en los helechos reacios
a la caricia de mi mano
–próvida mano mía en tu lecho marino–.
Te he buscado en las ortigas
y en las zarzas
y en las más rozagantes manzanas
del jardín de las Hespérides.
Te he buscado en la lluvia peregrina
y en la arena de las playas
y el eco de las caracolas
y en el azul incólume del mar.
Te he buscado en los faros astigmáticos
donde se asila, inocente, la mañana
en retículas de un ámbar mineral
y en la hiedra escrupulosa
que escala piedra a piedra los solsticios.
Te he buscado en la luz pretérita
de las estrellas más diáfanas
y en la naranja arábiga de los gramófonos
y en el edicto de los dioses que ofrendan
la vacuidad de su prosapia
al canope visceral del faraón.
Te he buscado en el musgo ojeroso
de mis noches más umbrías,
pero su tristeza era tan eterna
como eterno es mi decir de ti.
Te busqué donde siempre te he buscado
y nunca, hasta ahora, te pude encontrar.
Te busqué –una y mil veces,
hoy, ahora, ayer–,
y por no hallarte,
conmigo me encontré
cara a cara
doblándome el brocal
de la mirada ausente.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
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