Café esperanto
Aquí está la sal sin videncias,
la digresión imperativa del fámulo
y su avaricia de corchos deshuesada.
El amor inmune a la mar,
la rama enramada a la vid
divina del cátodo, donde
el rayo ciego es de un azul
sin pedigrí, más cercano
al boicot que a tu valle
de sombras, y el rojo
acrobático de los violines
crascita como una ley sálica
o una guía sin ortigas
ni interregnos. Sorberás
la piel disimulada del café,
el rosa nómada del labio
y su pedúnculo sin tirabeques,
la boca hemofílica del cáliz
y su fiel trebejo, el azúcar
de todos los colores, la miel
sin bitácoras y esa mirada
entre tierna y zahareña
del forastero; el amor
como una huida momentánea
o un escapismo de águilas.
Orientaremos nuestros pasos
a ese verde con gula de pájaros
que nos roe la brisca de las médulas
y a los árboles cainitas que se doblan
a la luz como una pértiga
cabal o una alfombra
silenciosa de ácaros.
Y verás crecer en mí
el apéndice carnoso de la voz
como un péndulo sangriento
y retoñado que mensura
tu desnudez de alondra
con la ductilidad olfativa
del opio –solferino –, y la soledad
que pernocta en el ágora
dictaminará la ofrenda votiva
o un armisticio de dientes y pétalos
donde incluso el amor es satrapía
y la tristeza aprieta como un nudo
ausente y veloz que desata
los cadáveres del desafuero.
Y entonces dejaré de ser tú
y tú no serás más yo,
ni nada, ni nadie,
la impericia atávica de los pulgares
o el bauprés de la cutícula,
artistas del tiempo detenido en los relojes,
o acaso un mar inmune al amor.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
la digresión imperativa del fámulo
y su avaricia de corchos deshuesada.
El amor inmune a la mar,
la rama enramada a la vid
divina del cátodo, donde
el rayo ciego es de un azul
sin pedigrí, más cercano
al boicot que a tu valle
de sombras, y el rojo
acrobático de los violines
crascita como una ley sálica
o una guía sin ortigas
ni interregnos. Sorberás
la piel disimulada del café,
el rosa nómada del labio
y su pedúnculo sin tirabeques,
la boca hemofílica del cáliz
y su fiel trebejo, el azúcar
de todos los colores, la miel
sin bitácoras y esa mirada
entre tierna y zahareña
del forastero; el amor
como una huida momentánea
o un escapismo de águilas.
Orientaremos nuestros pasos
a ese verde con gula de pájaros
que nos roe la brisca de las médulas
y a los árboles cainitas que se doblan
a la luz como una pértiga
cabal o una alfombra
silenciosa de ácaros.
Y verás crecer en mí
el apéndice carnoso de la voz
como un péndulo sangriento
y retoñado que mensura
tu desnudez de alondra
con la ductilidad olfativa
del opio –solferino –, y la soledad
que pernocta en el ágora
dictaminará la ofrenda votiva
o un armisticio de dientes y pétalos
donde incluso el amor es satrapía
y la tristeza aprieta como un nudo
ausente y veloz que desata
los cadáveres del desafuero.
Y entonces dejaré de ser tú
y tú no serás más yo,
ni nada, ni nadie,
la impericia atávica de los pulgares
o el bauprés de la cutícula,
artistas del tiempo detenido en los relojes,
o acaso un mar inmune al amor.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
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