Piel de salamandra
Arroja a lo innoble de este orgasmo
tu ahumada piel de salamandra
y escóndete detrás de mis latidos
como una luz preñada de esporas.
Aquí, en mi arbórea garganta,
la lejanía se comprime sola
en píldoras
de un azul indecoroso, y las batallas
libradas al silencio
se pierden donde la sangre circula su verdad
en pértigas doradas. Has donado
los tiempos impersonales del verbo
con todas sus capillas verdes
a una deidad más austera, más doliente,
y ahora no te quedan equinoccios
que restregarme ni picaduras de araña. La lengua
arde desbocada como un caballo blanco en llamas
que galopa directo hacia el infinito adiós
del marfil de su mirada
o tal vez hacia el mismo mar
donde descansan, inconclusas, tus cenizas.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
tu ahumada piel de salamandra
y escóndete detrás de mis latidos
como una luz preñada de esporas.
Aquí, en mi arbórea garganta,
la lejanía se comprime sola
en píldoras
de un azul indecoroso, y las batallas
libradas al silencio
se pierden donde la sangre circula su verdad
en pértigas doradas. Has donado
los tiempos impersonales del verbo
con todas sus capillas verdes
a una deidad más austera, más doliente,
y ahora no te quedan equinoccios
que restregarme ni picaduras de araña. La lengua
arde desbocada como un caballo blanco en llamas
que galopa directo hacia el infinito adiós
del marfil de su mirada
o tal vez hacia el mismo mar
donde descansan, inconclusas, tus cenizas.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
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