Movimiento fetal
Vista desde las islas Cíes.
El mar me habla de tristezas infinitas,
de batallas y naufragios,
de faros que polinizan la noche,
de amores que zarpan hacia puertos lejanos.
–Y ocasos, largos ocasos de índigo y cinabrio–
El mar me habla como una caracola al oído, quedamente,
y yo no escucho más que su monótona cadencia de ola
que arrastra algas y ceibas.
¿Qué sabes tú, mar, de mis tormentos?
¿Sabes que ondeo en su piel de esparto como un sol angosto
y sin bitácora, alevoso de teoremas?
¿Sabes que mis manos tiemblan en su empuñadura de hierro
con un movimiento feral?
Ella te amaba como a una madre casta y dadivosa.
Ella tendía puentes a la lluvia.
Ella te dio su melodía impar para que cantaras Posidonias.
–Y en lugar de eso, echaste cenizas a la maceta–
Mar adentro el pensamiento es un silencio azul,
un hogar al mismo tiempo cálido y frío,
un laberinto de la infancia, febril y claustrofóbico,
la voz de lo propio y de lo ajeno.
Me rodea el agua hasta el cuello,
y me siento como un extraño en mi casa
o un desconocido en mi cuerpo;
y de pronto me sobresalto, atemorizado,
como cuando me extraño de oír mi voz
tras un prolongado silencio
y sólo me reconozco en el movimiento de los labios
y en esa sequedad de la boca que antecede a las palabras.
Es inútil respirar.
Bajo el agua no hay voz ni pensamiento; todo es silencio,
un silencio calmo y omnímodo como las branquias del océano.
A veces la oscuridad acontece como un relámpago
o una piedra rodada que da saltos en el agua
–la oscuridad, ¿yermo o yerro?–,
pero yo sé que este viento díscolo que me alborota el cabello
y me cierra los párpados son tus besos.
¿Acaso no es el corazón el que con sus suspiros
agita las ramas de los árboles?
Sí. Ahora ya sé lo que es.
Tu nombre es un visado de sueño,
la patada del feto en el útero,
esa punzada de luz que nos arroja a la vida
cuando lloramos por querer volver al vientre materno.
–Nadar en la nada, volver al no tiempo–
Nos cortamos el cordón umbilical para bailar más sueltos.
La muerte es un fundido a blanco, nieve de televisión,
ruido blanco, carta de ajuste, ópalo de fuego.
Mañana es hoy. Seremos lo que fuimos.
El mar es el pródromo de la tierra,
su prólogo y su epílogo.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
5 comentarios:
Me quedo con la melancólica música de tu poema, y ese ".... viento díscolo que me alborota el cabello y me cierra los párpados son tus besos"
Un abrazo fuerte
Precioso, sin más. Te has cargado de muy lindos pensamientos y nosotros, tus lectores, nos estamos gozando tus bellas creaciones. Me encantó todo el poema, pero me quedo con esto:
"pero yo sé que este viento díscolo que me alborota el cabello
y me cierra los párpados son tus besos.
¿Acaso no es el corazón el que con sus suspiros
agita las ramas de los árboles?
Sí. Ahora ya sé lo que es.
Tu nombre es un visado de sueño,
la patada del feto en el útero,"
Tus versos son una dulce melancolía que envuelven el alma gratamente.
Un gusto, querido Óscar.
Abrazos.
Estimado poeta, no había entrado al blog, y de verdad se extraña a los grandes...
Tu escrito bello en su contexto y delicioso en su melodía; pero el verso final me atrapó..."El mar es pródromo de la tierra, su prólogo y su epílogo"
Más allá de la hondura de los sentimientos que transmites, está también la hondura de tus pensamientos, esa filosofía a la que te lleva la poesía y que la haces también poesía.
Encontré mucha dulzura como en:
'pero yo sé que este viento díscolo que me alborota el cabello
y me cierra los párpados son tus besos. '
'¿Acaso no es el corazón el que con sus suspiros
agita las ramas de los árboles? '
Para cerrar con una reflexión impecable:
'–Nadar en la nada, volver al no tiempo– '
'Mañana es hoy. Seremos lo que fuimos.
El mar es el pródromo de la tierra,
su prólogo y su epílogo. '
Mi admiración, siempre.
Hermoso poema alimentado de símbolos donde el a-mar palpita y alienta, destaco la tensión en algunas de las metáfora, tu palabra alcanzada por el vaivén del viento y de las olas.
Un placer, Óscar
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