Edward Mordrake
Tenía una cara detrás de la cabeza.
Allí donde crece el pelo tenía una cara maléfica
que asustaba con tan sólo mirarla,
y te miró.
La niebla verde me hirió los ojos
con su soflama anarquista
y un amor cegado a la ceguera.
Y divisé una nube inmóvil en movimiento,
una estática bala embalada en retroceso,
una galería de tiro en campo abierto
y una mentira verdadera.
Y divisé el reverbero del relámpago veloz
de la tragedia, el fugaz meteoro
y su ebúrnea cabellera,
la luz genuflexa del refectorio
con su celosía de pecados veniales
y su terca voz de enredadera.
Y divisé una sangre más roja que la muerte
y nunca supe si era tuya o si era mía,
si tú me mataste o yo te maté
o si fue otro el muerto
que yace enterrado a mis pies.
–Y me dijiste:
puedo sentir tu lengua en mi clítoris
como una música húmeda de libélulas
en el cielo violáceo de la masturbación,
y qué dulce se me antoja ahora tu felonía,
y con qué ganas me follaría hasta la última brizna
de tu médula–
No importa cómo se vista,
cómo te mire o cuánto sonría,
si es juglar o bufón,
o si lleva capa y bombín.
Aunque mastique y escupa tus huesos,
un ángel siempre es un ángel.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
Allí donde crece el pelo tenía una cara maléfica
que asustaba con tan sólo mirarla,
y te miró.
La niebla verde me hirió los ojos
con su soflama anarquista
y un amor cegado a la ceguera.
Y divisé una nube inmóvil en movimiento,
una estática bala embalada en retroceso,
una galería de tiro en campo abierto
y una mentira verdadera.
Y divisé el reverbero del relámpago veloz
de la tragedia, el fugaz meteoro
y su ebúrnea cabellera,
la luz genuflexa del refectorio
con su celosía de pecados veniales
y su terca voz de enredadera.
Y divisé una sangre más roja que la muerte
y nunca supe si era tuya o si era mía,
si tú me mataste o yo te maté
o si fue otro el muerto
que yace enterrado a mis pies.
–Y me dijiste:
puedo sentir tu lengua en mi clítoris
como una música húmeda de libélulas
en el cielo violáceo de la masturbación,
y qué dulce se me antoja ahora tu felonía,
y con qué ganas me follaría hasta la última brizna
de tu médula–
No importa cómo se vista,
cómo te mire o cuánto sonría,
si es juglar o bufón,
o si lleva capa y bombín.
Aunque mastique y escupa tus huesos,
un ángel siempre es un ángel.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
1 comentarios:
Un ángel siempre es un ángel....La estrofa seis...ufff....maravillosa.
Abrazos siempre Óscar.
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