Los números en rojo del calendario
Los días son muy largos como para no obrar de tarde en tarde un milagro.
Después de perderte
creció el vientre insolente de la lluvia
como un sapo nauseabundo
o un vestíbulo de náufragos
y desplazó la sustancia oleaginosa del recuerdo
hacia los números señalados en rojo del calendario.
Desde entonces
cada día era un obituario de pájaros resucitados,
de perros cojos en parques solitarios
y de algún que otro gato tuerto
enamorado de la lluvia.
La pereza se apoderó de las hojas del tabaco
y un humo albuminoso trepó por el orificio nasal
como una bocanada de díscolos fantasmas,
y de pronto estornudaron los relámpagos
del dólar con sus fractales alambicados
y aquella propedéutica del talco y la grisalla,
mientras el mar galopaba vagaroso
como una luna sin cimbel
o un colibrí ebrio de néctar,
más pendiente de su pálida desnudez de maniquí
que del impulso anatómico del aire.
Viajé al confín de la palabra
y retorné investido en metáfora;
en parte, sí, por tu demencia;
y en parte también por mi apostura
de poeta maldito que tú tanto detestabas.
Y al final me desvanecí
como un trazo de tiza blanca
profanado por el famélico arañazo
de la inconstancia, fútil como todo
aquello que de verdad se desea,
inútil como un dardo sin diana.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
1 comentarios:
Volví a esta faro atraído por los recuerdos de una eterna tristeza. Gracias por la poesía.
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