Sincretismo
Recuerdo el sincretismo de nuestras lenguas cuando nos azorábamos en el rizoma del beso. Las manos se nos enredaban, díscolas, por los arcanos de la piel como dendritas o hiedra sarmentosa, y se agavillaban en una urdimbre de lisonjas donde a cada dedo que se entronizaba en los vergeles de la carne le nacían nuevos brotes, como pétalos de una corona violácea. A nuestra espalda balbuceaba la cellisca en una lengua misteriosa, extraña, lejanamente ascética, y al apretar el paso nos crujían los corazones como ramas astilladas.
Y entonces se alzaba de la espesura del bosque el murmullo quejumbroso de un viento galopante que agitaba el follaje como un bandoneón de murciélagos, y entre las hojas de abedul asomaban unos ojillos vagarosos y centelleantes como bellotas de neón, luciérnagas o pequeñas máculas incandescentes que rasgaban con su prontuario de luz el denso plumaje de la oscuridad invernal.
La nieve amortiguaba nuestras fatigosas pisadas entre chasquidos de cáscaras y nueces y tus ajorcas bailaban y resplandecían con la mágica claridad de los glifos iluminados fugazmente por un rayo de luna. Los copos, como párpados pesados, caían parsimoniosamente arrastrados por el deliquio del sueño. Las azaleas, rasuradas de pétalos, lubricaban la helada campiña con su acre aroma a sexo. Al vapor delicuescente de un rayo de luna los matorrales reverberaban en un fiero lobo de hirsuto y grisáceo pelaje, erizado de zarpas. La luz macilenta apaisaba el tornadizo vientre del río en pliegues adiposos y mudaba los balaústres en fantasmagorías, de suerte que el muelle parecía, de pronto, un xilófono zarandeado por la baqueta de un niño pez. En el cielo enviscado de un endrino gelatinoso las estrellas tiritaban ebrias de éter, como azucarillos que se disuelven en una taza de café. A lo lejos, en el ribazo, el Faro orillaba una lágrima angosta como un esquife en los pontones claveteados sobre la bruma, a escasamente un palmo del agua. El frío era tan atroz que contristaba nuestros huesos, y nos estremecíamos como un sauce doblado y aterido que se sacude el abultado sayón de la nieve adventicia y busca el calor en lo más hondo de sus raíces. Sólo mi resuello zahería el silencio escarchado de la noche, y tu aliento, nube cálida, estallaba, al traspasar la boca, en sibilantes flechas de cristal, un enjambre de danzantes y puntiagudos alfileres que prendían el negro dedal del crepúsculo. En cada beso campanilleaban, como horas esquivas y lastimeras, tus pendientes de aguamarina, y a través de la hendidura del lóbulo podía columbrar el brillo lívido, tenue, casi espectral de la luna escarchada y ahora abierta como una raja de melón o la amoratada vulva de una amapola. Tus pupilas titilaban ingrávidas, flotantes, como abrasadas en un fuego divino, y despedían un resplandor rojizo y ondulante donde crepitaban los orgasmos del universo. La aurora rosicler hacía girar las aspas de su molinillo y una brisa helada y ruborosa fecundaba el valle de rocío hialino y dientes de león. El relente caía sobre nuestros pies adormecidos con un hormigueo de barro y lluvia. Rodeados por un talud de niebla, empapados en la mucilaginosa savia de la eternidad, nos atrincheramos en un nido de luz e hicimos fuego con el caudal infinito de nuestros besos.
Así espantamos al demonio de la noche.
Hoy somos dos hojas de una misma rama, dos ramas de un mismo árbol, dos árboles de un mismo bosque perdido en la bruma del tiempo.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
9 comentarios:
Dos árboles de un mismo bosque que entrelazan el amor en sus raíces para alimentarse mutuamente; dos árboles formando un sólo bosque vestido de bruma, tiempo y poesía; un bosque donde el sentimiento raya su inmortalidad a soslayo de la luz de luna y permite escuchar su voz, dulce y melodiosa, como el sonido del vuelo de las semillas de un diente de león surcando la noche.
Hay demasiada belleza en este relato, copado de exquisitas imágenes donde se recrea la mente y el corazón. El lenguaje, magistral.
Es un trabajo rotundo: foto, melodía y texto.
Lo he disfrutado mucho.
Un abrazo Óscar.
Ufff, menudo ejercicio metafórico, con esa riqueza léxica de la que sueles hacer gala, en verdad que apabulla tu prosa poética y genera multitud de imágenes yuxtapuestas. Muy bueno, querido Óscar, mis felicitaciones. Te dejo un beso y disfruta mucho de lo que resta del fin de semana.
Delirante me siento entre los pasillos de tu laberinto...que tengas un bonito domingo...te dejo un abrazo muy grande...besos
¿Bella prosa?, no más que bella, completa y perfecta...No sobraron ni faltaron metáforas, todas acudieron a tu llamado, raudas y luminosas...
Un abrazo maestro.
Cuantas metáforas para describir lo que se sintió y se siente.
En un solo beso, quedó atrapado el amor...
Saludos
Es un texto exigente, Óscar. Tuve que recurrir al diccionario muchas veces, pero la abundancia del vocabulario no es lo primero a destacar, sino más bien esa belleza semántica que logras conjugando imágenes de ensoñaciones fantásticas. La adjetivación ha sido una pieza fundamental, para lograr metáforas tan bien elaboradas.
He reconocido a Sara en el Faro, en 'donde crepitaban los orgasmos del universo' y por supuesto en la magia de todo el texto.
El final nebuloso es como el despertar de un sueño.
Un gran abrazo.
Perderse en tu laberinto, en la fusion de letras y emociones tan hermosamente labradas amigo.
te dejo un abrazo.
Este relato hace que la mente haga un ejercicio extra, digo cmo Marisol tu vocabulario es rico y lo aplicas en fenomenales imágenes que dejan a una boquiabierta, enhorabuena por esa pieza que me parece espléndida.No hay duda de que Sara es la armonía de tu poesía.
Al final, creo que hay una errata, " nos atrincherados"
un abrazo
El frío era tan atroz que contristaba nuestros huesos, y nos estremecíamos como un sauce doblado y aterido que se sacude el abultado sayón de la nieve adventicia y busca el calor en lo más hondo de sus raíces
Me voy en silencio llevándome esa sensacion
Un beso Oscar
Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄ƷƸ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄ƷƸ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ
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