Y no estabas tú
Sucumbí al encanto de tu mar
y me precipité en tus acantilados verdes,
y en ese hórreo de tristezas que es tu verso eterno
me hice bosque nómada y luna percentil
y trisquel de lluvia sedentaria
y casariega.
Estuve en tu ciudad, pero en tu ciudad no estabas tú.
–Gijón, elogio del horizonte, Picu’l Sol–
Yo debería estar viviendo en esta ciudad tuya que
en realidad nunca fue mía, y por eso ahora que estoy
aquí me resulta todo tan extraño, nuevo, desconocido,
deslumbrante como el color que nunca se ha visto.
Siento
que esta vida mía no es mía, que no me pertenece,
que fue escrita para otro, otro yo tan distinto del que
debí haber sido –ser contigo– que no parece el mismo.
A veces me siento un intruso en mi propia piel, un ladrón
de cuerpos, un impostor
de vivencias, un viajero envejecido que perdió su camino
mientras te buscaba
y que ahora ya no sabe cómo regresarse.
Luego, cuando ya me iba,
encontré el lugar donde te hiciste aquella foto
–y nunca te pregunté dónde era, cabo Vidio,
mas algo dentro de mí lo sabía, presciencia–,
pero en aquel lugar no estabas tú, tan sólo
se escuchaba el viento rugir
como si quisiera empujarme a la fatalidad
con su loco albedrío.
Y aun así bordeé el angosto camino que recorre el faro
sin mirar hacia abajo,
hacia el imponente acantilado que me llamaba con una voz
tan parecida a la voz tuya, una voz que ya casi he olvidado
como se olvida todo lo que se fue
no habiendo sido.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
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