Blog poesía La luz de tu Faro

En memoria de Sara Álvarez, con Amor, devoción y ternura infinitas. Absorbí tu esencia, y ahora vives en mi poesía. Te devuelvo la vida con mis versos.

lunes, 21 de junio de 2010

El último sueño de tus ojos




... y la sal se refugió en el exilio de una lágrima.

Podemos gritar porque conocemos la música del dolor, su amplitud de onda, su frecuencia sonora, su cálida radiación. El dolor es el único lenguaje universal, la más universal de las músicas, el único instrumento que todos sabemos tocar, el verdadero canto del hombre en soledad. El dolor, primer y gutural sonido que despertó al mundo cuando el mundo aún dormía con la cabeza bajo el agua. El dolor, relámpago esplendente que tiñe el cielo de sangre, trueno que retumba en la gruta de la voz. Aprendimos a gritar antes que a hablar. El hombre vino al mundo con un grito, y con un grito lo abandonó.

Dicen que cuando el bebé nace un grito es buena señal, señal de que el bebé respira. De que está sano. Eso dicen. Pero lo que no saben o no quieren decir es que el bebé grita porque empieza a morir.

... como una manzana arrancada a edad temprana del árbol. Polvo y cenizas, abono para la fértil tierra de los sueños.

Nacemos llorando, y sin embargo, ¿quién nos enseñó a llorar? Ya sabíamos llorar antes de nacer. Cuando éramos fetos y nadábamos en el líquido amniótico ya éramos sensibles al dolor, pero en la placenta estábamos a salvo de los peligros que nos acechan en el exterior. ¿Nacer es algo necesariamente bueno? Despojémonos de prejuicios e ideas preconcebidas. Alumbrar es un bonito eufemismo, porque elimina la idea de dolor. Se dice que la Virgen María alumbró al niño Jesús tras recibir la Anunciación del arcángel Gabriel (Fra Angélico lo representa como un chorro de luz). La luz no puede hacer daño. La luz es dadivosa, dadora de vida, como el Sol. Pero el parto es sangriento y doloroso. Duele a la madre que sufre las contracciones del parto y duele al bebé que es expulsado de su protectora oscuridad (sí, lo más parecido al Paraíso es la oscuridad). Engendrar, concebir, ya sea un hijo carnal o un hijo espiritual –una idea, una obra, belleza en sí– es un acto en extremo doloroso, porque implica arrancar una parte de nuestro ser para traerlo al mundo como entidad autónoma e independiente, separada de nosotros, su creador. Venir al mundo es traumático, aunque por suerte, nadie conserva ese recuerdo, como nadie recuerda cuando le salieron los dientes. La Naturaleza hace muy bien su trabajo. Elimina sus huellas del lugar del crimen. Sí, la vida es un crimen perfecto. La vida, ¿milagro o maldición?

... y contemplo la defección del sol al restallar la luz en la ventana, como un prisma en celosía, radial y estroboscópico. Y crepita la hojarasca en mi palacio de otoño, desvencijado de pájaros y primaveras.

¿Alguna vez te has preguntado por qué empezamos a contar nuestros años desde el momento en que somos arrojados del útero y no nueve meses antes, que es cuando en sentido estricto nacemos? No es porque entonces seamos un individuo completo, ni porque despertemos del sueño a la consciencia. No. Es simplemente porque la vida es una cuenta regresiva, y la edad, nuestro temporizador –cómo no sentirse identificado con los atribulados replicantes de Blade Runner: “todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia”–. Cuando cumplimos un año, restamos un año a nuestro tiempo vital. Si supiéramos cuántos años íbamos a vivir, contaríamos hacia atrás, y si alguien nos preguntara “¿Cuántos años tienes?”, le responderíamos “Menos 30”. La visión de los cumpleaños cambiaría sustancialmente bajo esta perspectiva, ¿no crees? Sólo un loco lo celebraría. La vida se mediría como esos reproductores de música que te permiten ver el tiempo transcurrido y el tiempo restante. Seríamos como una canción que se escucha de un tirón, sin pausa ni repetición.

... la balada solitaria de un mendigo.

Si fuéramos inmortales, ¿crees que existiría el tiempo? ¿Crees de verdad que contaríamos nuestros años? Dime, ¿alguna vez te lo has planteado? Porque yo sí.

... y el tiempo arruga el papiro de la vida, y con nuestras lágrimas vamos cavando la tumba de Dios. Aquí, en el vientre de la ballena, palpitamos como el sordo lamento de las olas cuando el mar teje la mortaja de las flores.

Llorar es innato. Está en nuestro código genético. Es simple instinto de supervivencia. Gritamos para reclamar la atención de la madre y pedirle alimento. También gritamos para exorcizar el miedo al silencio, que nos acerca peligrosamente al abismo y nos confronta con nuestro peor enemigo, el Gran Censor: la conciencia. Gritamos y lloramos cuando nacemos, y gritamos y lloramos cuando morimos. Primero porque no queremos venir, y después, cuando ya estamos dentro, porque no queremos irnos. ¿No es gracioso? Nos aferramos con uñas y dientes a lo único conocido, aunque sea malo, por miedo a que no haya nada mejor. ¿Cómo no vivir con miedo si la única seguridad que tenemos en esta vida es que vamos a morir? Pero en el fondo no hay diferencia. Es el mismo pataleo. Al nacer y al morir somos criaturas patéticas, indefensas. Eterno retorno de lo idéntico. Fin del ciclo.

... Sara, tu nombre no está hecho para el llanto. Tu nombre es la piedra que hace ondas en la letanía del agua cuando el agua ahoga mis sueños.

Cuando haya desaparecido el último hombre de la tierra, aún quedará un piano con música en su cola, pero sin manos que la hagan sonar. La música dormirá en sus teclas, como el último sueño de tus ojos. Dormirá un sueño latente, en espera de un sonido que la despierte, un sonido que nunca sonará. Sin vida, la vida será como un preludio de muerte, la obertura de una ópera muda, el 4'33'' de John Cage. Una partitura silenciosa, sin arpegios, sin notas. Nada pasa donde no hay ojos que vean ni oídos que oigan. Donde no hay testigos, no hay sucesos. Es la evidencia del vacío.

... y duermo con los pies fuera de la manta, y duermo con la mitología de la lluvia en la mirada. Ayúdame a descomponer la taxonomía de las nubes en lontananza.

¿Qué hacer si la fascinación del mal te tienta y te atrapa? Arrancarte el corazón, sacarte los ojos... Se admiten sugerencias.

No hay más muerte que tu falta de vida, y no habrá vida en mis ojos si tus ojos no me miran. Sin tus besos, mis labios son una orquesta sin música, una muda sinfonía.

... y el silencio se hizo eterno en la ciudad de la alegría.
A tu muerte, Año 0, fundación del imperio del fuego.


Con voz queda te susurro al oído: Despierta. Es un nuevo día.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

9 comentarios:

Isabel Moncayo Moreno
21 de junio de 2010, 20:29

Qué puedo decir, no he visto la película Blade Runner, aunque sí he leído tu crícita en tu página y en la portada de la revista Alaire. Pero lo que sí sé es que la vida no es tan oscura Óscar, sufrimos, sí, en ocasiones mucho, pero al menos en mi caso, siempre prefiero quedarme con los buenos recuerdos, con los mejores momentos.

Es un excelente ensayo, arraigado desde el dolor de la muerte, un dolor sobrehumano, lo sabemos quienes hemos perdido a personas a las que amamos.

Sacas tu perspectivas como buen crítico que eres, y lo eres hasta con la vida y la muerte y lo haces con profundidad y esa sensibilidad que te carazteriza y que atrapa.
Algunos de tus argumentos son demoledores, como ese bebé que grita al nacer porque comienza a morir, es una verdad dolorosa hasta cruel, pero cierta. Tus razones emocionales, Sara, donde la unes e interpones con esas grases en negrita, bueno en verdad, no he debido decir une, ella es tu célula...

Ya no me extiendo más, sabrás perdonarme que divague en tus escritos, sabes que lo hago con humildad y confianza, y siempre, siempre con mucho cariño.

Mi abrazo, Óscar

Patricia 333
21 de junio de 2010, 21:46

hay más muerte que tu falta de vida, y no habrá vida en mis ojos si tus ojos no me miran. Sin tus besos, mis labios son una orquesta sin música, una muda sinfonía.


no habrá vida en mis ojos si tus ojos no me miran.

Me pones a pensar , no me imagino una mirada sin Vida , si yo fuera Sara no estaria nada Contenta de que tu estuvieras muerto en Vida

Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄ƷƸ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ

Clara Schoenborn
22 de junio de 2010, 3:03

Bastante interesante tu opinión Óscar.Pienso que todo depende de la perspectiva desde la cual se mire la vida. Lo cierto es que la vida es un juego de luces y sombras, cuando estamos en la oscuridad la luz parece muy lejana y cuando impera la luz pensamos que nada logrará opacarla.Pero la vida tiene su propia dinámica, lo importante pienso es entender que nada es para siempre y que todo tiene su ciclo. Referente a eso que preguntas de la fascinación del mal, o del dolor, más precisamente,he analizado algo: hay personas que canalizan su energía vital a través del dolor, de la tristeza; al final de cuentas llorar, estar triste,es una forma de sentirse vivo, creo que se emplea la misma fuerza vital,que se invierta en amar, odiar, o cualquier otro sentimiento humano, unos escojen un sentimiento, otros otros. Un abrazo.

NVBallesteros
22 de junio de 2010, 4:47

Te leo y siento que me voy desgarrando con cada palabra...Dicen que mientras haya vida tenemos la obligación de tratar de ser felices...

Besos

Liz Flores
22 de junio de 2010, 5:40

“... y el silencio se hizo eterno en la ciudad de la alegría.”

Leo tu obra con un irresistible picor en los lagrimales… sé que al escribir así estableces un diálogo constructivo con tus lectores, pero también penetras en la piel con esa sensibilidad lacerante que brota de tus letras.

Qué decirte de una tentativa como esta, Óscar, hay una calidad reconocida en todo el texto, dolor, nostalgia y ternura y amor, sobre todo en el cierre. Como trabajo es un excelente exponente de tu retórica.

En contexto pienso que cada cabeza es un mundo. Definitivamente la perspectiva de la vida varía desde cada mundo. Es cierto que la vida es bella y maravillosa, y mientras todos los elementos están en su lugar la vida tiene sentido y está llena de mágicos colores, aromas y melodías, sin embargo hay quienes la vemos pasar al otro lado de la ventana, y no por decisión propia ¿quién en su sano juicio se amarga porque sí? hay tantos factores que obligan a ver sombras donde otros ven luz, a escuchar sollozos donde otros oyen canciones. No todos tenemos la fuerza de superar un dolor que dejó un hundimiento en el alma y pareciese imposible de rellenar.

No sé si hemos venido al mundo para sufrir, me parecería una teoría muy injusta, pero desde la realidad de mi historia, desde la realidad de mi Guatemala descalza, analfabeta, hambrienta y con una Eterna Primavera cada vez menos eterna, donde el eco de una bala acaba con un ser pleno de sueños y esperanzas, me queda claro que el dolor va de la mano con la vida.

Sin embargo tengo claro también que, en algunos casos, el dolor es una manifestación de amor, como el de las madres que anteponen el amor al dolor con tal de tener en sus brazos al fruto de su vientre. Y los que hemos amado intensamente y perdido la mitad del alma sufrimos por amor y lo anteponemos al dolor que deja la muerte.

De algo estoy segura, no podemos enterrarnos vivos, aunque así nos plazca sentir a veces. Dolor, sufrimiento, amargura, agotamiento, desgano (entre otras cosas), esto es lo que queda de llorar y padecer tanto tiempo, te lo digo yo, y caigo en cuenta, porque así lo siento en la espalda, que si nos dejamos doblegar por la tristeza, cada vez pesarán más los pies y nos costará dar un paso hacia delante y entonces el horizonte estará más lejano.

Felicitaciones por este trabajo, se nota que te lo trabajaste con el corazón en la mano.
Por cierto, tampoco conozco esa película que mencionas, en otro momento busco la crítica que menciona Isabel para hacerme una idea, ya ves que para las películas soy poca.

Un fuerte abrazo, querido Óscar.

Marisol
22 de junio de 2010, 6:47

Son duras tus reflexiones, Óscar. Y he pensado muchas veces en si no es egoísta traer 'vidas' al mundo, si las vidas terminan siempre igual. Sólo hay un camino.
Le tememos a lo desconocido, y el parto tiene que ser una de las experiencias más traumáticas, junto con la muerte, tan diferentes y tan parecidas.
Me gusta cómo has trabajado el tema, con fuerza, con buenas imágenes, desoladoras, y sin dejar de lado la poesía, en los párrafos en cursiva.
El piano que no será tocado, y 'No hay más muerte que tu falta de vida' son desgarradores.
El sabor es amargo, Sara ha sido tu vida y ella parece haberse llevado tu esperanza de ser feliz, o de vivir de nuevo; tienes tanto amor para con ella, que trasciende el mundo físico.
Pero no todo es malo, y la vida sólo por haber amado alguna vez en ella, merece la pena.
Que estés mejor.

Etarinyeth...
23 de junio de 2010, 8:26

Sumamente intenso, profundo... desgarrador.
Ha sido una afortunada coincidencia llegar a tu espacio y todo un descubrimiento leerte... -gracias- por tocarme el alma.

...Ella vivirá existiendo entre tus latidos...

Un cordial saludo.

Yoko-Tomoto
24 de junio de 2010, 1:40

Me inspira leerle, qué hermoso recibimiento a vuestro espacio.

Vos logra una narrativa de alto nivel analítico, una bella conversación consigo mismo ante una interrogante existencial sobre el verdadero significado de la vida, desde el tiempo de gestación hasta el paso de los años.
Vuestro escrito me ha provocado muchas ideas entorno a esa concepción sobre el nacimiento, incluso sobre su cita en un encuentro con la religión católica-cristiana.
Observo que logra aterrizar al concepto de nacimiento como una idea socialmente construida por todo lo relacionado al festejo de los cumpleaños (aniversarios de nacimiento), donde se parte del momento de concebir no retomando el tiempo de gestación. Por lo tanto, si la idea sobre nacer trae consigo impresa la certeza única de muerte, entonces el conteo es y debería plantearse en retroceso, es la muerte que se acerca en segundos que transbordan en años. Dándole un valor incalculable al tiempo, muy adecuado al ser relacionado a la música que depende en su pleno de ello.

“Si fuéramos inmortales, ¿crees que existiría el tiempo? ¿Crees de verdad que contaríamos nuestros años? Dime, ¿alguna vez te lo has planteado? Porque yo sí.”

Si fuéramos inmortales viviríamos en la desesperación por la muerte, el tiempo perdería el sentido y la vida pasaría a ser la rutina del sol, el agua, la luna, la tierra, etc. Todos seres inertes e inmortales.
¿Por qué disfrutamos de la música? ¿Por qué de un beso o una caricia? Porque es único, irrepetible. Porque vale en el instante en que fue vivido, ya que no existe la certeza de existirlo el día de mañana. Una ocasión escuché que los Dioses inmortales envidiaban a los hombres en su frágil mortalidad, porque cada instante lo vivían cual si fuese el último.

Un piano abandonado a la soledad del silencio con toda la música dormida sobre sus teclas es una imagen aterradora a mis ojos, a mis sentimientos. Me hace lagrimear. La música es el único lenguaje creado por los humanos que domino, el único en el que soy plena. Saberle inmerso en la oscuridad de un silencio eterno es como apagar una veta esperanza en donde el eco de la vida se extingue como la vela a la falta de oxígeno en su combustión.
Entonces la analogía de vuestro dolor a la ausencia de música es arrebatadoramente enloquecedora.

Sonrío con melancolía al considerar que yo debo vivir tiempo “prestado” o bien de sobra. Como el eco de una melodía ya terminada.

“¿Qué hacer si la fascinación del mal te tienta y te atrapa? Arrancarte el corazón, sacarte los ojos... Se admiten sugerencias.”

No lo sé, cuál será la idea sobre el bien y el mal, será acaso desde una concepción social, natural, religiosa,… ¿Algunos naceremos malos? Ante una inquisición podremos la herejía ser la futura promesa de destrucción, cómo saberlo. No soy partidaria de juzgar. Solo sé,, apreciado poeta que la culpa es el peor verdugo en “vida”.

Un fuerte abrazo, por siempre vuestra amiga
Alejandra

Lisset Vázquez Meizoso
27 de junio de 2010, 14:02

Llorar es parte de mi casi a diario, lloro por él, por mi, por ella, yo sé quiénes son... y ellos saben de mi existencia... Lloro por impotencia, por dolor, por ausencias, por pérdidas, por desamores, por amores imposibles, amores imperfectos, por decepciones, por abrazos que no dí, por besos que me perdí, por mis sombras y las escasas luces. Lloro sabiendo que cada día muero un poco y lloro porque quiero recuperar mi alegría cuanto antes, para dejar de ser este ser patético que a veces derrama lágrimas sin control siempre que estoy a solas, porque delante de los demás, siempre parezco ser más fuerte. Lo hago también, y sobre todo, por ella...Te leo y te imagino, decidiendo cuánto vale la pena vivir si la muerte se ha llevado lo más preciado que tenías e igualmente te repito, querido Óscar, que vivas y que seas lo más feliz que puedas y que mientras tú vivas y la recuerdes, ella seguirá viva y porque con tu obra y la suya, ya os habéis convertido ambos en inmortales y yo me callo ya... hoy no es mi día, hoy es el peor día desde ayer...

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