Blog poesía La luz de tu Faro

En memoria de Sara Álvarez, con Amor, devoción y ternura infinitas. Absorbí tu esencia, y ahora vives en mi poesía. Te devuelvo la vida con mis versos.

martes, 6 de abril de 2010

La última llama(da)


Le contaron que aquella terrible noche en que se apagó la última luciérnaga que cintilaba en su pecho su voz clamó desde las oscuras profundidades de la tierra llamándole de un modo perentorio, desesperado, como el telúrico grito de un bosque devorado por las llamas.[...]

[...]Quería llamarle y oír su voz por última vez, antes de que el silencio sofocase el cada vez más débil y amortiguado latido de la vida. De algún modo, en aquellos agónicos instantes ella supo, con la clarividencia que sólo dan la proximidad y la consciencia de la muerte, que su vida se consumía tan rápido como el pábilo de una vela, que toda su cera se había derretido y que a su llama titilante le había llegado el soplo final.[...]

[...]Por doloroso que fuera, sus ojos debieron oír las cuerdas rotas de su canto, para nunca olvidar aquel silencio de acordeón. Porque hasta el acerbo resabio de la última gota de su vida era un trago más dulce que el más dulce néctar que su boca pudiera paladear. Un elixir como ése nunca más lo volvería a probar.[...] Qué triste, mi Amor, cuando la lasitud de la muerte separa las manos anudadas de los amantes.[...]

[...]Y ahora todos esos sueños tan queridos se habían desmoronado como un castillo de naipes por la cruel baraja del tahúr destino, y permanecerían enterrados para siempre en el limbo de los sueños rotos, amputados de realidad, entre las cartas marcadas de la muerte.[...]

[...]Al caerse el telón de los ojos, en el proscenio de su boca, iluminada por las candilejas de la nueva vida que acababa de nacer, tembló y batió las alas una mariposa recién salida de la crisálida. Con ingrávida ligereza, hizo una pirueta en el aire y voló hacia la ventana abierta, atravesando el disco solar y bañándose en su próvida luz, pero ninguno de los allí presentes la vio. En sus alas moteadas tremolaba un lejano resplandor. Su alma se había elevado al cielo y viajaba al infinito, a la nebulosa de una estrella muerta, Xibalbá. Como Psique, había alcanzado la inmortalidad.

Era un 23 de junio, y aquel día, a pesar de que los rayos de sol jugaban alegremente con las lágrimas secas de sus pestañas abatidas, la alondra no cantó. Ahora tengo un año más y dos vidas menos. Mis cabellos han perdido el pigmento del sueño, y mi alma ha envejecido los años que tu cuerpo no vivió.[...]

[...]Jamás olvidaría el desmayado timbre de su voz, ni su llanto de niña abandonada. Aquélla tenía que ser la voz de la Eterna Tristeza. El abrigo de mi voz no te quitó el frío de los labios, ¿verdad, mi Amor? Lo siento tanto.

“Habré de morir para dejar de nombrarte”, dejó ella escrito a modo de epitafio. Pero se equivocaba. La muerte no había apagado el eco de su voz. Él aún podía escucharla en lo más profundo de su piel de silencio, llamándole desde el umbral de la memoria.

Meses después de su partida, él aún seguía llamando a su número o enviándole mensajes en fechas señaladas, como su cumpleaños o Año Nuevo. Una parte de él, la más racional, sabía perfectamente que nunca le respondería –no podía responderle, estaba muerta–, pero otra parte –quizá la parte más fuerte de las dos, la soñadora–, no había dejado de fantasear con la idea de que de pronto volvería a oír su voz al otro lado de la línea. Y con toda seguridad, volvería a oírla sonreír, espléndida de vida. Como el bosque en el deshielo, mi siempre primavera.

[...]¿Cuál no será la grandeza del amor que ni siquiera la muerte logra extinguir sus rescoldos humeantes? Él siempre esperó aquella última llamada, aun a sabiendas de que nunca se produciría, al menos no en los estrechos márgenes de la realidad.

© 'La última llama(da)', Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

7 comentarios:

Isabel Moncayo Moreno
6 de abril de 2010, 17:37

Ya me estaba yendo cuando vi tu entrada, ya con la polisemia del título intuí un poema cargado de melancolía, pero no era un poema, era una narración, creo que podrías escribir una novela, tienes talento de sobra para ello, en la quinta estrofa me hiciste llorar, no me avergüenza confesarlo, sabes que no es la primera vez que me pasa con tus poemas, pero cuando mencionas la frase con la que encabeza su blog, como un epitafio ya no te digo que tuve que levantarme, y esperar un rato para volver, no sé por qué motivo siento tantísimo tus letras Óscar, ya no digo la admiración por las formas, digo lo que siento, lo que remueves.

Un fuerte abrazo, Óscar

Liz Flores
6 de abril de 2010, 19:57

Qué doloroso texto, me ha producido mucho pesar por los protagonistas de esta narración. El noveno párrafo ha sido el que más me ha conmovido.

Siempre escribís de manera hermosa, imprimiendo en el alma del lector tu sentimiento.
Abrazos, Óscar.

Fausto
6 de abril de 2010, 20:14

Lo he leído varias veces y no me canso, es triste, pero me gusta mucho, hay tanto sentimiento, es tan profundo.
Gracias por compartirnos ésto.

Saludos, Óscar.

Clara Schoenborn
7 de abril de 2010, 5:13

Bellísimo tu escrito Óscar. Me encanta por ese toque sicológico que divaga entre la fantasía y la realidad con un balance realmente magistral. Se siente como si uno entrara de pronto en un sueño. Un abrazo.
(Nota: el programa lo vi por la televisión española, canal internacional, se ve en la TV por cable.)

Cita Franco
8 de abril de 2010, 9:04

Me pones los pelos de punta cada vez que te leo... no se si es el roce de tu pluma o mi paladar ansioso... pero me encanta leerte... me encanta estar aqui

Besos

Cita

Yoko-Tomoto
8 de abril de 2010, 19:30

Parecería imposible pero habemos muchos que vivimos la muerte, la sentimos y os acompaña. Vivir no significa estar vivo y con ello hago referencia acerca de que en ocasiones estamos muertos en vida pero también podemos estar vivos en la muerte.
¿Se puede vivir después de la vida, se puede vivir estando muertos? Yo creo que si. Se vive en los detalles que permanecen. En los besos que no se disuelven en los sentidos.

Vuestra melancolía me recuerda a Chopin, profundo, distante, silente en el sonido de un piano… ausente en vida, perenne en la muerte.
He llegado a conocer a Sara Álvarez por vuestras letras, he llegado a apreciarla por vos. Y muchas veces me parece verla en detalles sencillos que percibo en cada una de vuestras palabras cotidianas. Yo que nunca crucé palabra, no supo de mi existencia y jamás importó, le admiro. Como se le admira a una nebulosa, como se le aprecia a un sueño. Incluso he comentado su poesía, me siento ilusa al hacerlo porque es letras lanzadas a un olvido sin llegar al destino deseado, pero lo hago porque lo siento, porque deseo expresar de alguna forma lo que en mis pensamientos abundan al leerla. Solo por eso.

En medio de su tristeza es afortunada porque fue amada con la intensidad de vuestro corazón, porque es eterna en corazones que no conoció. Afortunada porque existe, la leemos de vuestros labios.

Un fuerte abrazo estimado Óscar, un clavel rojo podría ofreceros, un detalle muy sencillo a una ciclópea melancolía.

Alejandra P.R.E.

Marisol
11 de abril de 2010, 18:28

Ésta prosa poética me ha derretido el corazón, no sé cómo explicarlo de otra forma.
A mí que me ha tocado presenciar de alguna manera el amor que ambos compartían, me cuesta asimilar aún tamaña pérdida, aunque Sara permanece contigo, y vivirá siempre en tu amor.
Del texto te diré que toca las fibras más sensibles, las imágenes de las que está hecho son tremendamente dolorosas.
Los textos en cursiva me han llamado la atención, las 'voces' y los pensamientos. La profundidad de tus letras no tiene igual.

Un gran abrazo.

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