Blog poesía La luz de tu Faro

En memoria de Sara Álvarez, con Amor, devoción y ternura infinitas. Absorbí tu esencia, y ahora vives en mi poesía. Te devuelvo la vida con mis versos.

lunes, 8 de febrero de 2010

Caramelos


Recuerdo que era invierno,
recién entrado el mes de febrero,
y hacía tanto frío que los coches amanecían tiritando,
con los parabrisas enjalbegados de nieve
y los faros pitañosos, ateridos.

Tú también temblabas en mis brazos como una gota de rocío
–tal vez de emoción, tal vez de frío–,
y yo no dejaba de abrazarte y de frotarte los hombros
para que entraras en calor.

Con las manos entumecidas
te ponías los guantes y un gorrito de lana,
y te lo calabas tan graciosamente, hasta los ojos,
que parecías una seta, tan pequeñaja.

Aquel día tosías y te dolía la garganta
y entramos en una tienda de chucherías
para comprar unos caramelos de miel y limón.

Al salir nos besamos, y tu boca sabía a miel, y mi boca sabía a limón,
y el caramelo nos acaramelaba a los dos.

Pasados unos días el dolor desapareció,
no sé si por los caramelos o por los besos curativos que yo te daba en el cuello,
pero tú seguías comiendo aquellos caramelos,
y yo, a escondidas, lo reconozco, también los comía.

Los comía no tanto porque me gustaran como porque me recordaban a ti cuando tú no estabas.
Era tanto como llevarte siempre en la boca, bailándote en una danza de sabores.
Pronto hice de aquel sabor tu sabor.

El tarro de caramelos se vaciaba muy rápido, demasiado rápido para uno y lo justo para dos, y tú me mirabas como quien descubre a un ladrón.
Yo, claro, me hacía el despistado, y así provocaba tu indignación, tierna y amorosa indignación.

Ahora, cuando salgo del trabajo y paso junto al escaparate de aquella tienda de chucherías,
siempre me detengo para comprar caramelos de miel y limón,
y al meterlos en la boca se me deshacen en miles de sabores,
unos tan dulces como la miel, otros tan amargos como el limón.

Luego, con trémula indecisión, envuelvo mis lágrimas en papel de amor
y digo adiós.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

7 comentarios:

Yoko-Tomoto
8 de febrero de 2010, 17:53

Que delicia al conjugar el sentido del gusto con el amor. Vuestro escrito manifiesta toda una esfera romántica envuelta como un caramelo.

"Al salir nos besamos, y tu boca sabía a miel, y mi boca sabía a limón,
y el caramelo nos acaramelaba a los dos."

Esta fotografía en palabras me ha hecho imaginaros de forma tan dulce en un encuentro con el paladar de un beso. Muy tierno.

Con afecto
Clavel Rojo

Liz Flores
8 de febrero de 2010, 18:17

¡Ah! qué precioso poema, el confite de melancolía y ternura que baña tus versos es exquisito.

Me gusta el giro radical en tu poesía, inicio esbozando una sonrisa y termino mordiéndome un labio, aunque me temía un final triste, bello, pero nostálgico.

Pienso que si de evocar al ser amado ausente se trata, es mejor hacerlo así, con los recuerdos hermosos que marcaron positivamente nuestra vida.

Un abrazo, querido poeta.

Anónimo dijo...
8 de febrero de 2010, 19:42

Es un escrito muy triste... Quizá el más triste y nostálgico que te he leído... Pero es precioso también. Me ha gustado mucho Óscar. Un saludo ;)

Isabel Moncayo Moreno
8 de febrero de 2010, 20:06

En este tiempo que te conozco, tu poesía, quiero decir, cuando veo los títulos de tus poemas ya voy intuyendo el contenido y sospechaba que iba a ser un pema dulce, tierno a rabiar. Bueno era fácil por los caramelos. Es que no me canso de leerte, siempre igualmente me sorprendes, en esta ocasión dando ese aspecto helado a los parabrisas y a los faros del coche, para seguir con imágenes entrañables como las de la tercera estrofa y su último verso que me ha sacado una tierna sonrisa, así como el juego de caramelos, de sabores y bailes de bocas, así podría seguir estrofa a estrofa, y el final, pues doloroso en su sabor, aunque me ha encantado eso de envolver las lágrimas en papel de amor..

Un placer Óscar, y gracias por escribir tan lindo y compartirlo con quien te sigue y admira.

Srta Pomelo
8 de febrero de 2010, 22:09

Eso de los caramelos, el sentido del gusto...en general todos los sentidos, nos hace recordar un instante, nos vuelve melancólicos y nostálgicos. A mí me pasa lo mismo pero con los olores...siempre traen recuerdos de todas clases.

Clara Schoenborn
11 de febrero de 2010, 3:45

Qué tierno tu relato Óscar. Todos deberíamos estar concientes de la finitud que nos rodea para que todo momento de felicidad que nos llegue sea vivido a plenitud y que los recuerdos, que al final son todo lo que nos queda, sean los mejores. Un abrazo por tu poema inspirador.

Marisol
14 de febrero de 2010, 5:02

Eres un poeta descriptivo, de lo mejor. Esos coches tiritando de frío, es una imagen que se me ha quedado, es que tus metáforas son exquisitas.
Luego la ternura infinita de los besos curativos y los sabores y los bailes...
"Al salir nos besamos, y tu boca sabía a miel, y mi boca sabía a limón,
y el caramelo nos acaramelaba a los dos."
Y a pesar de lo amargo que sabe el final, el poema se saborea todo, todo, y me supo delicioso.
Un abrazo infinito.

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